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Columnistas
17/07/2016

Volver al futuro

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Cuando todo en Argentina parecía indicar cierto consenso político y social en la reivindicación sin fisuras del Estado de Derecho, personajes del violento siglo pasado reaparecieron en escena.

María Beatriz Gentile *

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Mis hijos vivieron sólo entre 11 y 7 años del siglo XX. Como toda una generación de jóvenes en la Argentina, no tienen demasiados recuerdos de los noventa ni de la crisis del 2001. Seguramente conocieron a las Madres de Plaza de Mayo antes que a San Martín, disfrutaron a Messi más que a Maradona y se decepcionaron al enterarse que los Redondos eran más viejos que sus padres. Crecieron bajo la impronta del siglo XXI con una Europa sin muro de Berlín, una Sudáfrica sin apartheid y una América Latina sin dictaduras militares. Aunque lejos de pensarse en un mundo sin conflicto, escucharon hablar más de Bin Laden que de Hitler, de las torres gemelas que de Hiroshima y de los refugiados más que del comunismo. De alguna forma al siglo veinte hubo que contárselo. Y allí estuvo la escuela, la calle, el rock, el rap, la cumbia, el grafiti y las redes sociales para completar miradas y abrir sentidos.

Cuando todo en Argentina parecía indicar cierto consenso político y social en la reivindicación sin fisuras del Estado de Derecho, personajes del violento siglo pasado reaparecieron en escena. Seguramente se dirá que un Aldo Rico o un Emilio Nani desfilando en uniforme de combate en el bicentenario de nuestra emancipación, no es un acto que ponga en jaque a las instituciones de la República. Y en algún sentido es cierto, no lo es. Su paseo por la avenida del Libertador podría asemejarse más a un desfile de autos de colección -que siempre encuentra algún anticuario emocionado que ve en esas catraminas glorias del pasado- que a un acto de intimidación a la democracia.

Lo preocupante en realidad fue la respuesta del primer mandatario cuando se le consultó por el desfile del ex carapintada “… la verdad que uno no entiende por qué no lo ha hecho antes…hoy estamos en esta etapa, que es de reconstrucción, de reconciliación, de reconocimiento del otro”, afirmó. Tal vez no lo hizo antes, señor presidente, porque Aldo Rico encabezó dos levantamientos en 1987 contra el gobierno de Raúl Alfonsín para oponerse a que los responsables de crímenes de lesa humanidad fueran juzgados. De la misma manera que Nani dijo en 2007 que “los derechos humanos en nuestro país siempre estuvieron en manos de terroristas” y pidió la cabeza del entonces secretario de Derechos Humanos de la Nación, Eduardo Luis Duhalde. Reivindicar el “Operativo Independencia” en Tucumán como se hizo, implica reivindicar también el lugar donde se montó el primer centro clandestino de detención y tortura del país, la Escuelita de Faimallá.

Carlos Menem también hablaba de reconciliación y unidad nacional cuando repatrió, el 30 de septiembre de 1989, los restos de Juan Manuel de Rosas. Siete días después firmaba los Indultos para los condenados por delitos cometidos durante la última dictadura y para los participantes de las rebeliones militares carapintadas de Semana Santa, Monte Caseros y Villa Martelli. En esa oportunidad la “reconciliación” vino de la mano de la impunidad; esperemos que en ésta no ocurra lo mismo.

¿Por qué y para qué desfilaron? Al equipo gobernante puede no interesarle el pasado, pero sí a quienes temen que la prédica universal de cierto igualitarismo debilite el respeto por la autoridad, la propiedad privada, la familia, y la Nación. Sin dudas hay un sector de la sociedad, minoritario tal vez, que los esperaba. Pero ellos desfilaron para obtener un mejor asiento en la historia. Necesitan desesperadamente que se los considere salvadores de la Patria y no represores de la libertad. Salieron a disputar en el plano de lo simbólico un lugar de memoria colectiva tan importante como el de los pañuelos blancos. Saben que nadie hará una canción en su nombre ni les dirá que “el pueblo los abraza”. Ningún mural callejero los recordará si no es para condenarlos. Sienten que ni el olvido los puede salvar y reclaman si no gloria, que al menos se equilibre la balanza con dos demonios. Desfilaron por la memoria de los que vienen y volvieron del peor siglo XX.



(*) Historiadora, decana de la facultad de Humanidades de la Universidad Nacional del Comahue.
29/07/2016

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