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El actual esquema de poder del partido gobernante, tal como se conoce desde 2015, cuando Jorge Sapag ungió a Omar Gutiérrez como gobernador y presidente de la Junta de Gobierno del MPN y a Rolando Figueroa como vice y titular de la Convención partidaria, está llegando a su fin.
Este esquema sucesorio, revestido desde el discurso como “renovación generacional”, implicaba mantener un equilibrio armonioso entre el gobernador y el vice en el poder formal, y un árbitro detrás de escena, donde anidaba el poder real.
Pero lo cierto es que desde el primer día esta medicina no funcionó bien. Baste recordar el temprano episodio en el que Figueroa intentó instalarse en la Residencia de la Costa y Sapag se lo impidió echando mano a un cerrajero.
Desde ahí para acá, los cortocircuitos entre el gobernador y el vice y entre este último y el propio Sapag han sido incontables y en algunos casos de gravedad - por ejemplo el frustrado intento de ungir a Figueroa candidato a diputado nacional-, al punto que cualquier observador podría decir con justicia que esos vínculos están dañados y que difícilmente esa situación tenga retorno.
Si hasta el momento se ha venido dilatando la ruptura, ha sido sin duda porque a ambas partes les convenía mirar para otro lado y mantener el equívoco para evitar un mal mayor.
Pero ahora la dinámica misma de la política empieza a exigir definiciones. La gestión ya dobló el codo de la mitad del mandato, tiene enfrente la puja por el partido y un poco más allá pero cerca, a lo sumo en el primer cuatrimestre del año próximo, la interna para definir el candidato y la pelea de fondo por la gobernación.
Por eso esta es la etapa de las definiciones y si no se produce alguna forma de reconciliación, cosa que a esta altura parece difícil porque los parches en política duran poco, o el enfrentamiento se volverá inevitable. Eso parece.
Es en este contexto que las aguas parecen comenzar a separarse definitivamente entre el gobernador y el vice. Es un secreto a voces que el primero ya tiene decidido ir por la reelección como presidente del partido y llevar de acompañante, en lugar de Figueroa, a un joven dirigente de Zapala.
El segundo, en cambio, ha hecho saber a través de sus íntimos que no participará de esta interna y que en fecha muy próxima, alrededor de la fijada para las internas por los cargos partidarios, hará pública su candidatura a gobernador.
Por supuesto, dirimir esta cuestión por la vía del enfrentamiento supone armar una plataforma política (relato, diría alguno) y elegir aliados y adversarios internos y también externos.
Sobre el planteo político de uno y otro está claro que Gutiérrez ha elegido mantener y profundizar su fuerte sintonía con el gobierno de Mauricio Macri y apuntar al pragmatismo del electorado local con una campaña cuyo eje es el eslogan “Neuquén la mejor provincia”.
Puede ser que la sociedad haya terminado por admitir que un partido de distrito como es el MPN necesite pegarse a la administración nacional de turno, pero cada cuatro años se elige un modelo de país y eso va mucho más allá del modelo de provincia.
Figueroa, en cambio, ha elegido ponerse en la vereda de enfrente del gobierno nacional y asumir una identidad opositora, sea porque se siente realmente un ‘roto’ del interior que hace honor a su origen humilde y “peronista”, sea porque es un poco así y otro poco lo sobreactúa para llenar el espacio que Gutiérrez deja vacante. Él es quien plantea el desafío y también quien corre con los mayores riesgos.
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