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12/07/2016

Dos bicentenarios

Dos bicentenarios | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.
Foto gentilez web

En los festejos del 25 de Mayo de hace seis años hubo un llamado a la historia, en cambio los de estos días sólo reactualizan el conservadurismo sin historia.

Gabriel Rafart *

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La cultura política del macrismo no sólo despojó del sol al escudo del primer bicentenario de Mayo. Fue más allá de repudiar ese centro amarillo. Por ello la reciente conmemoración de la firma del Acta de Independencia de 1816 debe abordarse desde las potentes imágenes que aún quedan de las celebraciones de mayo de 2010. Cuenta algo más que la concepción original de los festejos de Mayo de hace seis años. Hubo un llamado a la historia. En cambio, los festejos de estos días sólo reactualizan el conservadurismo sin historia.

Hace seis años eran los más quienes alentaron la incapacidad del gobierno de Cristina Fernández para organizar los eventos que la fecha patria exigía. Especialmente por negar la posibilidad de expresión de la aritmética de un “gran pueblo”. Ese pueblo presente ocupando las principales avenidas de la ciudad capital del país. Los críticos de entonces si reconocían aquella presencia traducida en cientos de miles de personas, descontaban el protagonismo de lo informe, de lo que carecía de civilidad por su vinculo clientelar. En aquella ocasión lo desconocido generaba desconfianza y un anticipado rechazo. Lo cierto es que en los cuatro días de festejo de mayo de 2010 hubo una inmensa plebe lanzada a las calles sin frac ni levita, que asumió por momentos los excesos corporales y gestuales de la vida carnavalesca. Se dijo también que todos fueron convocados por el extraordinario espectáculo de los 19 cuadros alusivos a varios pasajes de la Historia argentina presentados por las acrobacias de los integrantes de Fuerza Bruta. Lo mismo que por los recitales gratuitos de incontables artistas y músicos populares.

Hubo descalificadoras expresiones para aquel festejo. De allí las miradas contrapuestas que prestaron atención a la elegante y exclusiva reapertura del Colon. Otra vez la disputa entre el Palacio y la Calle. Esta vez el palacio era un teatro histórico. Se habló entonces del glamour presente en la platea, palcos y pisos alto, de las copas de vino espumante con que fueron agasajados los invitados a la gala exclusiva. De una variopinta asistencia observada desde el palco principal por su anfitrión y para ese año jefe político de la ciudad, Mauricio Macri. En el teatro se encontraron hombres de cultura junto al mandatario uruguayo y embajadores de naciones europeas, igual que las figuras bizarras de las pistas de Tinelli. José “Pepe” Mujica calificó al coliseo exclusivo de "vidriera un poco aristocrática".

Sin duda la gala del Colon fue exitosa. Lo mismo que el esfuerzo de la unidad de gestión presidencial a cargo del entonces Secretario de la Presidencia que trabajó durante más de un año para el éxito de los festejos callejeros. Sin duda la organización de los eventos fue impecable, lo mismo que el despliegue de artefactos gigantescos y la selección de artistas y músicos que dejaron sus egos para otra ocasión. Siete presidentes y embajadores de todos los países estuvieron presentes. Además, se produjo el Diario del Bicentenario que mas de cien periódicos incluyeron entre sus ediciones durante 200 días. Esas páginas de Historia contaron con el mayor número de voces de historiadores conocidos en una obra común.

Antes de los eventos de mayo de 2010 los medios apuntaban todo en código binario: un festejo oficial frente a otro opositor. La comitiva presidencial en la basílica de Lujan con Agustín Radrizzani como anfitrión. El cortejo opositor en la Catedral metropolitana de quien aún era Jorge Bergoglio y no Francisco, el Papa. La política de ese primer festejo bicentenario expresaba la dualidad y por sobre todo dos éticas y estéticas.

Pasó el primer bicentenario y arribo el segundo. Lo binario sigue presente, o si se prefiere la polarización. Una polaridad que ya no se detiene en lo ocurrido en la 9 de Julio frente al Colón. Es entre la historia y el presentismo de los sentidos. Entre la memoria y su ausencia. Algunos dirán que ambas apuntan claramente la disputa entre la construcción de una identidad y aquello que se ocupa de su destrucción. Decimos esto porque los recientes festejos de julio, olvidaron el motivo de celebración o sea la historia. Es que poco o nada se dijo acerca de lo que trató aquel pasado de hace dos centurias. Sólo se habló del pasado inmediato que se quiere destruir, el más reciente. Se ocultó la idea de que hubo una Independencia de un poder colonial. Sin siquiera mencionar las formulas contradictorias discutidas entre los congresales de Tucumán. Y por supuesto el sentido de un proceso de liberación continental en marcha. Sólo cuenta la independencia como empresa de responsabilidad personalísima y no de proyecto colectivo. La comunicación oficial de estos días abandonó la historia para hacer gala del presentismo como ideología. Y por si fuera poco el atril presidencial estuvo cargado de provocaciones hacia los trabajadores. Lo mismo que con su ignorancia hacia la historia.



(*) Historiador, autor del Libro “El MPN y los otros”
29/07/2016

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