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El inalcanzable nivel del costo de las tarifas de servicios esenciales es una muestra de lo que son capaces los ricos. Todos hemos leído en algunos medios en cuánto se han engrosado, con los aumentos, las arcas de los dueños de las compañías de electricidad. Entre ellos el entrañable amigo del presidente, Nicky Caputo, dueño de una parte de Edesur y zar de la obra pública de la mano de las administraciones Macri.
¿Cómo puede pensarse que es racional semejante extorsión parecida a una usura a nivel colectivo, de unos pocos contra casi todos?
Los precios de los servicios esenciales deben, por definición, estar al alcance del poder adquisitivo de la población, pero dando pie para satisfacer también, a partir del salario, la jubilación o demás ingresos habituales de una familia, otras necesidades como la alimentación, el vestido, la salud, la educación. No es concebible vivir solo para pagar las tarifas de luz, de gas o de agua. Es absurda la concepción de la vida en esos términos en esta etapa de la evolución de la Humanidad.
Porque no se trata de discutir acerca del valor de un bien superfluo. Se trata llegar con aquellos beneficios del siglo XXI que hacen a la calidad de vida y, sobre todo, a la salud de la población.
Para que este tarifazo no se parezca a un ataque aéreo sobre nuestro territorio, hay que evitar el tendal de insolventes que dejarán semejantes tarifas, a los que no le llegarán esos servicios esenciales a los que hacemos referencia.
Este gobierno mata a su población con su codicia. Y no es exagerada la apreciación.
Ya se viene el invierno, que en nuestro país es singularmente duro en muchas regiones, y es allí donde el frío es deletéreo. Y quienes lo han vivido saben de la caída de las defensas inmunológicas que producen las bajas temperaturas en nuestro país, en especial en niños y personas ancianas. Las primeras causas de enfermedad y muerte en niños y adultos en invierno, pasan por las malas condiciones del ambiente y los fríos intensos sin posibilidades de protección mediante una calefacción adecuada.
Por eso señalaba que, si la situación no se reconsidera y se deja a salvo al menos a los sectores vulnerables de semejante decisión depredadora, esto se parecerá en sus alcances a la detonación en la Argentina de un ataque aéreo, iguales a los que apoyó Macri cuando se enteró de que los norteamericanos habían tirado un buen tonelaje de bombas sobre las cercanías de Damasco, matando a niños, a mujeres y a viejos.
Claro que no es exactamente lo mismo, pero lo que se parece es la desaprensión de los que tienen la responsabilidad de evitar por un lado la masacre, y por el otro la depredación que traen las enfermedades por la falta de luz, de calor, y por otros agravantes de los que no faltan en los sectores pobres de la población.
Podríamos decir sin exagerar que el gobierno de Macri le ha declarado la guerra a su propio pueblo, desentendiéndose de las consecuencias que acarrea la agresividad de su acción, en este caso la de un tarifazo criminal.
El gobierno le quita lo suyo al hombre de a pie, por todos lados. Le quita los derechos, el salario, los haberes jubilatorios, las paritarias, cierra “pymes”, se endeuda por 100 años. Se le quita sin remordimientos, ya que supone que no merece vivir más o menos confortablemente.
La apelación al sacrificio nunca se compensa. Se quitan los servicios mediante tarifas prohibitivas pero no mejora la inflación. Se quita calidad de vida pero no dejan abiertas las paritarias. Se quita acceso a la educación, a la ciencia y a la cultura pero no se ofrece trabajo. Por eso digo que nunca se vio en los últimos 70 años un gobierno con una gestión tan agresiva contra su propio pueblo, como esta de Cambiemos.
No sé si más cruel o menos de lo que fue la última dictadura militar, pero muy parecidos ambos gobiernos en lo que concierne a insensibilidad y desprecio por su propia gente.
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