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Columnistas
08/07/2016

Tiempos de dependencia

Tiempos de dependencia | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

El presidente Mauricio Macri y el gobierno que lidera está muy lejos del ideal libertador que pobló nuestro continente hace dos siglos.

Francisco Camino Vela *

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Mañana se celebra el bicentenario de la Independencia y no es un tema menor. Generalmente se recuperan aquí los próceres más destacados de la independencia, los que más contribuyeron a lograrla, y por un día son el centro de nuestras miradas y les rendimos reverencia. Pasa cada 9 de Julio pero los 200 años enaltecen el festejo, o al menos así debiera ser.

Sin embargo, no vamos a recordar a ninguno de los protagonistas de estos procesos sino a una idea que sembró el alma de varios de ellos, la de una América Latina independiente y hermana. Ese concepto de Patria Grande que tanto escuchamos en la última década y que fue generado ahí. ¿Dónde estamos parados hoy? ¿Qué queda de ese espíritu en nuestro tiempo presente? Son las preguntas que sanamente podemos hacernos. Sus respuestas no estarán en los discursos políticos de la fecha sino en los hechos políticos, sobre todo en aquellos que el actual gobierno argentino ha protagonizado y que marcan claramente una línea, y sobre todo una diferencia.

Mauricio Macri y el gobierno que lidera está muy lejos del ideal libertador que pobló nuestro continente hace dos siglos, en particular porque el tiempo contemporáneo de cristalización de esa Patria Grande fue protagonizado por los gobiernos populares a los cuales él, entre otros, vino a reemplazar. Su éxito se ha sostenido por su victoria sobre ellos, no por sus deseos de mejorarlos y menos de emularlos.

La América Latinaque pensaron Lula, Chávez, Evo, Correa, Néstor y Cristina, entre otros, no quedó en discursos patrios hechos para la ocasión, sino que se construyó en instituciones, en relaciones bilaterales y en cumbres colectivas que supusieron hitos históricos, sobre todo en la oposición a la clásica dependencia continental hacia las metrópolis y sobre todo hacia los Estados Unidos.

El impulso al Mercosur, la creación de la Unasur, el rechazo al proyecto de libre comercio continental de los Estados Unidos, son parte de esta construcción que pretendía más soberanía para cada país y una defensa de conjunto de los intereses reales de América Latina. En el caso de nuestro país esto se acentuó buscando relaciones con un mundo ya no unipolar sino donde un nuevo bloque alumbraba alternativas. Me refiero a China, Rusia y la apuesta a los Brics, el acrónimo de los países que lo componen, y la intención de crear un Bricsa con la suma de Argentina. Fue un camino de refuerzo de la soberanía nacional y de la hermandad latinoamericana que claramente se diferencia de lo que vemos y vivimos políticamente hoy.     

Mauricio Macri, como todo aquél que tiene aspiraciones de quedar en la historia, también planteó una revolución, pero de la “alegría”, una idea vacía que supo convencer a millones de argentinos, pero que en realidad ocultaba sus reales intenciones políticas. Ya una vez este país transitó de la promesa de la “revolución productiva” al neoliberalismo, y ahora seguimos la misma senda. Quede claro que estas falsas revoluciones, tan distantes de las que hoy conmemoramos, tienen una finalidad y se expresan en un lenguaje, el de la entrega. Suponen el retorno de la dependencia que el capitalismo históricamente le asignó a nuestro continente.

La “nueva” América Latina, en la que se inserta la “nueva” Argentina que lidera Mauricio Macri, ese continente que gira sin pausa hacia la derecha, no es más que el retorno de la vieja y conocida historia de dependencia y entrega hacia los países centrales.  

La visita de Obama al país, tanto como la de los mandatarios italianos y francés, la reciente y “exitosa” gira europea, y como no, la apuesta al pacífico, es el camino de política internacional que la administración “Pro” nos ofrece. Es normal que en los respetables países que lideran el mundo capitalista y sus instituciones insignias, como el FMI, haya una total aprobación al cambio de rumbo que hoy sufrimos todos. Menos estado y más mercado, menos producción propia con valor agregado y más importación, es la música que necesitan dichos países. La puerta a sus negocios sin trabas está nuevamente abierta, y nuestra ruina en el mediano plazo también.

La Patria Grande es sinónimo de pueblo y precisamente a éste es al que menos favorece el actual gobierno nacional y al que menos aprecia. Si no pensemos en cómo se celebró el día de la bandera. O para aquellos que solo miran el devenir material, a donde fueron a parar los miles de millones que aumentaron el endeudamiento argentino, todo ello en apenas siete meses de gobierno. Miran de nuevo al Norte y al Este, declaman el Mercosur pero en realidad no les interesa y menos aún las otras instituciones de defensa colectiva de los intereses latinoamericanos. 

Mañana hay que festejar, pero como nunca mirando al pasado y trascendiendo el presente en una apuesta a un futuro diferente y realmente independiente. 



(*) Dr. en Historia. Profesor e investigador de FAHU-UNC. Profesor UNRN. Codirector de la Red de Estudios Socio-Históricos sobre la Democracia (Reshide).
29/07/2016

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