-?
Terminando la Semana Santa, con mucho cotillón de chocolate y de conejos, con mucho de manos lavadas y de Poncio Pilatos, llegamos en el quinto día de feriado al 2 de Abril con el riesgo del olvido, de pasarlo de largo.
Hace un año, con esa misma lógica, de globitos, de joda y de cotillón, el gobierno de Macri decretaba que tanto el 24 de Marzo como el 2 de Abril y el Día de la Bandera fueran feriados optativos o móviles. Para vulnerarlos. Para que pasen de largo.
Fueron las reacciones de los ex-combatientes, y las de los Organismos de Derechos Humanos, las que hicieron que se diera marcha atrás con el decreto presidencial que planteó el año pasado, que conmemorar la Memoria, que conmemorar Malvinas, y conmemorar la Bandera eran fechas cuya importancia debía medirse en función del turismo y de las horas extra..
Pero no. La historia que vivimos cada día está hecha de huellas que nos marcan, que nos hacen. Como lo demostraron las masivas movilizaciones por Memoria, Verdad y Justicia de la semana pasada.
Es que hace 36 años, tan poco, un 2 de Abril, muchos de nosotros vimos como los vecinos, los pibes del barrio, los compañeros de Escuela, los jóvenes de nuestros pueblos, los parientes más cercanos, se nos iban bien al sur, al viento, al frío, al mar.
Se nos iban a Malvinas. Se nos iban a la guerra.
Eran días trágicos, eran tiempos violentos, eran tiempos de dictadura, de autos en la noche levantando gente, eran tiempos de tortura, de robo de bebés, de vuelos de la muerte, de desapariciones, eran tiempos de un silencio que empezaba a romperse.
Apenas tres días antes, un 30 de Marzo, un paro general se animó a desafiar a los asesinos, con miles de argentinos y argentinas en las calles y en las plazas desafiando los palos, las balas y la represión.
Y en esa Argentina, en la madrugada del 2 de Abril, nos enteramos por la radio que la bandera volvía a flamear en Malvinas. Por radio, nada más. Más tarde por las ediciones de los diarios y la televisión oficial. Y nos enteramos de cada día de la guerra por lo que nos decían por esos medios en los años de censura.
Volvíamos a Malvinas, casi un siglo y medio después, tras la usurpación que el Imperialismo británico del Siglo XIX había impulsado en el marco de sus conquistas territoriales, hechas a fuerza de fuego, carbón y opio, para saquear a los Pueblos.
La invasión inglesa había vencido la fiera resistencia que unos pocos gauchos, analfabetos todos, al mando del entrerriano Antonio Rivero, habían sostenido pese a la complicidad de los dueños de la principal estancia de las Islas.
Se iniciaba en 1833 un largo período de saqueo y de soberbia imperial en las Islas y el Mar Argentino.
Mientras tanto transcurrió nuestra historia, con períodos serviles y períodos dignos, con sometimiento y con rebelión. Y Malvinas a un costado. Y su reclamo creciente, siempre desoído por la sordera de los dueños del fuego y los diplomáticos evasores del diálogo.
Y en el marco de la más sangrienta dictadura en nuestra Patria y de la mayor soberbia imperial, amanecimos con nuestros Pibes, Héroes y Soldados en Malvinas, un 2 de Abril, era otoño, camino al invierno.
Y salieron, después de la represión, las banderas a las Plazas. Y nuestras viejas tejían gorritos de lana, "que no pasen frío", y se hacían colectas, y se daba hasta lo que no se tenía, y los pibes nos metíamos debajo de los bancos de la escuela cuando sonaban las sirenas, y se ensayaba. Y se cortaba la luz.
Y nos faltaban algunos en el Barrio, no había muchas noticias. Estarían en las Islas, estarían en alguna base del Sur. No se sabía. Eran nuestros vecinos. Nuestros compañeros de Escuela. Y algún general de escritorio, con olor a whisky, no nos tranquilizaba, decía que los soldados estaban bien, que iban a volver más gorditos.
Eran los mismos generales que habían atentado contra su Pueblo. Los que habían dado el golpe un 24 de marzo, seis años antes, los que habían torturado, los que habían cerrado las fábricas, los que menospreciaban el trabajo argentino, los que endeudaban el país. Los que brindaban por el "mundo libre" en las embajadas de habla inglesa, embelesados por sentarse a la mesa de los opresores.
¿Habrían creído en serio que eran la Patria? ¿Creían que la Argentina era el cotillón de los desfiles sin Pueblo? ¿Pensaban que al ser los más alcahuetes, iban a contar con el apoyo de Estados Unidos para recuperar las Islas? ¿Buscaban sólo salvar la continuidad de una dictadura en crisis?
No sabemos. Tal vez sea algo de eso, tal vez un poco menos, tal vez un poco más.
Lo cierto es que nuestros soldados fueron a Malvinas a una guerra improvisada. Fueron comandados por unos generales de escritorio y mesa de tortura, pocos demostraron merecer ser parte del ejército de José de San Martín y de Manuel Belgrano.
Lo cierto es que no llegaron los gorritos de las viejas, que tuvieron frío y que no alcanzó la sopa para superarlo. Lo cierto es que no llegaban las cartas ni las colectas.
Lo cierto es que sólo nos apoyaron nuestros pueblos hermanos. Y que las dictaduras vecinas miraron para otro lado.
Lo cierto es que todos los imperios, norteamericanos y europeos, como siempre en la historia, apoyaron a los usurpadores.
Y que se acabó la guerra en un partido del mundial, en el invierno.
Y que se trajo a los soldados a las escondidas. Con el hambre, con el frío, con las heridas, con el dolor, con las mutilaciones, con la humillación, con el silencio.
Habían muerto 649. Algunos en las Islas. Algunos en el mar. A muy pocos las madres les pudieron llevar sus flores. Algunos no se saben quiénes son.
Otros setecientos se nos fueron suicidando, lentamente, años después. Habían visto morir a sus compañeros, amigos de 18 años, un poco más. Habían visto las bombas en las trincheras. Los habían estaqueado en la tundra. Soñaban con la muerte y les dolía la vida. Les dolía el olvido, les dolían las heridas, les dolían las puertas cerradas. Les dolía la vergüenza, les dolía la humillación.
Muchos años les costó que la Argentina los recuperara en la memoria. Mucho, como para aceptar que Malvinas se borrara por decreto.
Hoy nos toca, entonces, desde este lugar, desde este Sol que va aflojando la helada de la madrugada, desde este momento de Memoria, no olvidar. Y decir las cosas claras.
Y decir que hace 36 años, unos Pibes argentinos, Soldados y Héroes, fueron a Malvinas y pelearon con dignidad como pudieron.
Que unos improvisados, cobardes y torturadores los mandaron a la guerra.
Que el imperio inglés ocupa por la fuerza un pedazo de Argentina que nos duele.
Que los apoyaron las fuerzas armadas más poderosas del mundo, los países que oprimen y saquean a los pueblos.
Que nuestros Pibes, Soldados y Héroes fueron ocultos y negados por años.
Que algunos vuelven a apostar por el olvido.
Y decir en este viento, en la otra punta del sur argentino, al pie de la Cordillera, que las Malvinas son argentinas, que son de esta parte de América del Sur.
Y que no renunciamos a su soberanía. Y que no aceptamos la soberbia.
Y que en nuestra memoria, en nuestra sangre, en nuestras heridas, están los que aún esperan, en el mar, en la tundra y en el viento de nuestro mar del sur y nuestras Islas Malvinas. Retazos de historia, de paisaje y de dolor que no podemos permitirnos hacer caer en el olvido. Para que vivan. Para vivir. Para cumplir con nuestro deber de pueblo.
Va con firma | 2016 | Todos los derechos reservados
Director: Héctor Mauriño |
Neuquén, Argentina |Propiedad Intelectual: En trámite