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Columnistas
28/06/2016

Democracias de ejercicio

Democracias de ejercicio | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

El presidente Mauricio Macri presentó un proyecto político que hace más hincapié en la forma de ejercitar el voto que en esquemas que evalúen la integridad de los gobernantes y la transparencia de sus acciones. Son estos esquemas los que permitirán mejorar el desempeño democrático.

Gabriel Rafart *

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“Puede decirse que si bien nuestros regímenes son democráticos, no se nos gobierna democráticamente”. Aquí una suerte de diagnóstico global sobre el tiempo presente, fundamentalmente de censura sobre las formas de ejercitar el poder surgido en las urnas. Semejante afirmación pareciera hallarse por igual en sociedades tan extrañas y distantes como la lituana o la venezolana.

Señalar como realidad imperante una democracia sin gobiernos democratizadores promete echar más combustible a la extendida flama antipolítica. Sin embargo aquella definición pertenece a un intelectual francés. Pierre Rosanvallon está lejos de impugnar la política y la democracia misma. Aún así recurre a esta contundente afirmación para inquietar a los lectores desde su última obra “El Buen Gobierno” (Manantial, Buenos Aires, 2015). El reciente libro de Rosanvallon propone explorar las razones que identifican sobre todo al mal gobierno de las democracias vigentes. De allí que el historiador y fino analista de los principios y formas de ejercicio de la política contemporánea entienda que es en la diferencia entre una democracia de autorización y una democracia de ejercicio donde se puede distinguir al mal del buen gobierno.

La primera de las democracias nos habla de la elección de la cabeza del Ejecutivo y de los cuerpos legislativos, donde los gobernados parecen resignar su función a concurrir regularmente al cuarto electoral. El objetivo de esa elección es otorgar al elegido un permiso para gobernar. En ese acto, el ciudadano disuelve su función de representado a la cruda realidad de quien es gobernado. Bajo esa realidad la democracia también reduce su aspiración de sociedad que gobierna a la de conjunto atomizado de individuos que autorizan un gobierno. Del otro lado está la democracia de ejercicio “cuyo objeto es determinar las cualidades esperadas de los gobernantes y las reglas que organizan sus relaciones con los gobernados”.

Rosanvallon no hace otra cosa que ponerle nuevos adjetivos a los conflictos surgidos en la misma historia de la democracia. Ese pasado nos habla para decir que es y que no es democracia. De la misma manera hace algo más de diez años, el sociólogo argentino José Nun tituló un texto dedicado a pensar aquella historia a modo de un dilema prácticamente irresoluble. El título de su obra era “Democracia ¿gobierno del pueblo o gobierno del político?”. Por supuesto que ambos intelectuales recogen voces lejanas de la historia y se dedican a su necesaria actualización. Entre ellas cuenta la no tan vieja voz del economista austríaco Joseph Schumpeter cuando hace setenta años nos decía que la democracia debía justificarse como un método para autorizar elites gobernantes que compiten por el voto de los ciudadanos. Los tiempos neoliberales de baja densidad para la democracia y la política, se llevan bien con esta definición.

Semejante discusión acerca de si debemos quedarnos con una democracia de autorización o procurar otra de ejercicio, igual que en su consideración como gobierno del pueblo o del político, nos lleva a valorar las reformas que todo gobierno recién llegado pone en marcha. Sobre todo si aspira a mejorar el desempeño de la democracia acercándolas más al ideal de ejercicio y de gobierno del pueblo. Hablamos de un proyecto de reforma política presentado solo en sus lineamientos generales durante la semana pasada por Mauricio Macri. El Presidente refirió ainiciativas que buscan  "un sistema transparente y equitativo del siglo XXI que va a ayudar a unir a los argentinos".

En principio puede decirse que el proyecto reformista aborda mucho de la democracia de autorización y poco de aquella otra que nos habla Rosanvallon. De allí que se haya puesto mayor expectativa a la forma de ejercitar el sufragio. Sin embargo, falla en hablar de la democracia de ejercicio, esa que debería contar con consejos o comisiones públicas sobre el funcionamiento democrático. La idea no es convertir al país en una comuna de democracia directa pero si considerar con el intelectual francés que es necesario contar con esquemas que evalúen la integridad de los gobernantes y la transparencia de sus acciones. Así como también institucionalice la vigilancia activa de los gobernados sobre los gobernantes. Es que no alcanza la legitimidad electoral para sostener un buen gobierno. Esta debe complementarse con otra de naturaleza moral. Un presidente que aún no quiere o no sabe dar respuestas creíbles sobre el manejo de su fortuna y el destino de una parte en paraísos fiscales pone en entredicho esa perspectiva moral del ejercicio del poder democrático. 



(*) Historiador, autor del Libro “El MPN y los otros”
29/07/2016

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