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Columnistas
30/12/2017

Las flores de Zamba

Las flores de Zamba | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

De cara al desguace de las tres señales más fuertes de la TDA, al despido masivo de sus laburantes y el fin de tres proyectos de comunicación únicos en la historia de la tele argentina, tomemos el caso de Paka-Paka para tratar de entender qué perdimos y qué podemos preservar a pesar de este fuerte vendaval acallante.

Fernando Barraza

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01 – Zamba en el Gregorio

29 de agosto de 2015, cinco de la tarde, Polideportivo del Barrio Gregorio Alvarez. Nunca en la vida podré olvidarme de esa fecha, esa hora y ese lugar porque -sin temor a  exagerar ni un ápice- esas coordenadas de tiempo y espacio conforman una parte muy importante de mi vida como profesional, como persona, como padre.

Hacía frío, porque esto es la Patagonia y el viento pega fuerte, por más que el sol, cobijado en el cajón de uno de los barrios neuquinos más obreros (¡tan rústico, bello y salvajemente bordeado de bardas!) subiera un poco la temperatura. La rosca nos hacía bailar en la cola de dos cuadras y media la clásica “Batalla del calentamiento”, y allí íbamos, de la mano de mi hijo entrando muy de a poco al gimnasio que, poco a poco, se abarrotaba de chicas y chicos de ese y de muchos barrios del oeste de la ciudad, geografía que –para usted que no es de por acá- concentra dos tercios de la población de Neuquén, que vive su sueño de vida contando el poco mango que tiene, mientras los árboles que ellos mismos siembran en sus veredas y patios crecen como pueden, dos centímetros por año, como mucho.

Quizás vos y yo, que esa tarde jugábamos de visitantes en el oeste, a Zamba lo conocimos en nuestros paquetes del cable con algunos HD incluidos, o en del Directv que todos los meses garpábamos con nuestros sueldos de clase media, más lo único que te puedo decir con bastante certeza es que una gran mayoría de los que esa tarde estaban allí, entrando al gimnasio, eran seguros usuarios de la antenita de TDA que regalaban o vendían en los comercios a dos mangos. Y ellos a Zamba lo conocían de cuando los niños de la casa se ponían carnazas y pedían enfáticamente que les sacaran la novela de Telefé o el programa meta-referencial del “Bailando por un sueño” que dan por el 13 a la tarde desde que ellos tienen memoria. Allí, en el candor cotidiano de los living-comedor-gran-estar de esas casas de bloques cerámicos, la única (gran) alternativa posible para calmar comunicacionalmente a las pequeñas fieras era (hasta ahora) irse hasta Paka-Paka.

Pero no quiero distraerte más con preámbulos, vamos a los bifes. Puntualmente lo que intento contarte es que aquella tarde del 29 de agosto de 2015, mi hijo gritó como si viera al mismísimo Iron Man cuando en el escenario apareció el General San Martín, y con él gritaron miles de pibes, vivaron, cantaron, bailaron como poseídos mientras Juana Azurduy, Zamba y Niña arengaban amor, unión, libertad y alegría desde el escenario. Mientras todo eso pasaba en un correr mágico de los segundos, algunos adultos nos reconocíamos pares en la multitud y nos mirábamos, con los ojos llenos de lágrimas (disculpame si esto te parece una cursilería, ¡pero eso paso!) y en el desbordante humor acuoso de nuestros ojos sabíamos que todo lo que estábamos viendo en ese preciso instante, de una u otra manera, nos lo merecíamos. ¿Por qué?, por un montón de cosas. No sé, si querés trato de enumerarte algunas:

Porque de niños vivimos en dictadura, con un militar que llegaba a la escuela a enseñarnos como actuar y desalojar el edificio en caso de que los ingleses bombardearan nuestra ciudad. Mientras eso pasaba veíamos en el cine a  Jorge Martínez y Víctor Hugo Vieyra haciendo “Comandos Azules”, un film en el que se dejaba bien alto el prestigio y la reputación de los grupos parapoliciales en clave de comedia infantil.

Porque muchos no pudimos terminar la secundaria y fuimos jóvenes ingresando forzosamente al mundo del trabajo durante un periodo de salvajismo neoliberal en el que nos precarizaron, nos cagaron echando de decenas de trabajos con una palmada sarcástica como toda indemnización, nos enseñaron a ser egoístas, individualistas de pizza y champaña, nos tiraron gases, nos dijeron más de mil mentiras haciéndonos sentir que la culpa de todo lo que nos pasaba era nuestra.

Porque durante toda nuestra vida oficialmente nos alejaron de la idea de que teníamos una historia continental de libertad y esfuerzo propio, latinoamericano hasta el tuétano, y nos hicieron creer que la única moral posible era la del pequebú bien pensante tipo Charles Ingalls, que sudaba la gota del esfuerzo y agachaba la cabeza frente a los poderosos.

Decime ¿cómo no íbamos a moquear de pura emoción, con el alma pletórica, si nuestros hijos bailaban y vivaban a Don José, el libertador y a Juana, la flor del Alto Perú, mientras de maestros de ceremonia oficiaban un niño bien pardo, bien de barrio latino, fanático del chipá y una nena negra, pícara, feliz de su negritud? ¿Vos fuiste esa tarde? Decime si miento, decime si exagero.

¿Y vos que no fuiste, la ves, llegás a entender esto que te estoy tratando de contar...? No sé del todo cómo ponértelo en palabras.

Mirá, no era la familia de la publicidad de medicina prepaga, tan blanca, tan bien vestida, tan bien pensante; tampoco era la mujer del presidente en la isla de Caras; ni la novia de Vin Disel en Rápido y Furioso nueve mil; ni el millonario súper héroe afligido del comic norteamericano que el planeta entero consume como si fuera la Biblia. No, no, no… eran San Martín, Juana Azurduy y dos nenes iguales que los pibes que hacían pogo abajo del escenario, ¿me entendés? No pretenderás que me avergüence de haberme emocionado de aquella manera esa tarde con aquella epifanía colectiva total desparramada frente a nuestros ojos apenas crédulos, ¿no?

 

02 – Cortar las flores, sí…

 

Todo lo que pasó estos años en Paka-Paka fue importantísimo. Muchos de nuestros hijos e hijas han aprendido y refrendado decenas de valores y conocimientos históricos y solidarios mirando el canal. Incontables fueron las mañanas y tardes en las que nos invitaron a sentarnos con ellos para descubrir juntos universos de comunicación posibles. Muchos y muchas de nosotros hablamos con nuestros hijos por primera vez sobre la patria, sobre la sociedad y sobre el otro gracias a los centros que nos tiró Paka-Paka. Decime si miento, decime si exagero.

Tan importante y revolucionario fue la aparición del canal en la grilla de la tele argentina que con solo irse a google y buscar artículos de La Nación (por darte un ejemplo bien vidrioso y duro) en el periodo comprendido entre 2010 y 2015, podrás ver como se criticaba los contenidos vertidos por la señal con una saña y alevosía dignas del que realmente tiene miedo.

Probá, terminá de leer este artículo y poné “Paka-Paka historia oficial” en el google. Te vas a encontrar desde todos esos escribas del oficialismo actual chillando como marranos, hasta al alcahuete de Massa tratando de sacar rédito político con una crítica chupamedias y condescendiente. Haceme caso, hacelo, no tiene desperdicio.

¿Y de qué acusaban al canal?: de contar una historia hasta ese momento jamás contada, ni en canales para niños ni en canales para adultos. De eso los acusaban, sí, sí: de decir.

Soy comunicador, trabajé muchos pero muchos años en una de las radios públicas de Neuquén y ayudé a fundar la de mi pueblo, Plottier. Actualmente hago aire en otra radio pública y en una comunitaria. Escribí en decenas de medios alternativos de Neuquén, de Argentina, de otras partes del planeta. En los últimos años me espejé en muchas ideas, conceptos y lenguajes que vi con entusiasmo en la pantalla Paka-Paka. No estaba choreando, estaba aplicando un método comunicacional para llegar a chicos como antes nunca había visto. Y lo seguiré haciendo, por más que hayan dado de baja la señal y hayan echado a centenares de los mejores laburantes del país.

Paka-Paka hizo un laburo enorme entre centenas de miles de chicos de todo el país, tal vez millones. Pero también lo hizo con nosotros, los adultos. Eso no se borra, ni con despidos; ni con difamación artera en medios amigos; ni con el bastardeo de una Ley de Servicios Audiovisuales inclusiva como la que hoy hay y ellos pisotean, esclavos de sus jefes económicos; ni con nada de todas esas cosas terribles que están haciendo. Con ninguna.

En estas horas tristes, en las que el canal (y con él un proyecto de comunicación único) fue barrido de un plumazo, el caso de Paka-Paka comienza un nuevo periodo de resignificación social. Barrido está, sí, pero muchos comunicadores sabemos que la vara de la comunicación fue puesta a un nivel que no pensamos bajar. Y lo que es mejor: mi hijo, tu hija, los hijos del Gregorio Alvarez, los de la Puna y los de Sarandí saben que hay otra manera de entender las cosas, más allá de “Un show más”, el Hombre Araña o Vin Disel ¿vos pensás que se van a olvidar de eso, a vos te parece que cuándo tengan que salir a la cancha si eligen ser comunicadores no va a gravitar todo esto que vieron y amaron? Amor es una palabra clave en toda esta historia.

Mascullalo un rato, porque quizás todo esto que estoy pensando en voz alta suene demasiado positivo en horas desaprensivas y crueles como éstas que corren para la comunicación, pero el caso Paka-Paka es la cristalización perfecta de la frase de Neruda que todos conocemos:

“Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera”

Decime si miento, decime si exagero…

29/07/2016

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