Columnistas
21/06/2016

Argentina

El Lecho de Procusto

El Lecho de Procusto | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

El gobierno de Cambiemos trata de justificar los tarifazos con el argumento de la pesada herencia. Pero lo cierto es que las tarifas eran más baratas porque el contexto era diferente. Apuntaba al crecimiento de las Pymes y de todo el aparato productivo. También, a la generación de empleo genuino .

La llamada pesada herencia por la truculencia macrista, no es más que la interrupción abrupta y sin razón de un proceso político que estaba en vías de dar equidad a las desigualdades crónicas de nuestro país. Tratan de justificar los tarifazos por lo poco onerosos que fueron los servicios durante el periodo K. Y dicen que, “con ese atraso tarifario cómo no quieren que haya un sinceramiento”. La respuesta aparece como compleja para tan epigramática justificación. Las tarifas eran más baratas porque el contexto fue distinto y si no se entiende eso se habla con medias verdades y si se habla con medias verdades entonces se miente. El contexto apuntaba al crecimiento de las Pymes y de todo el aparato productivo; apuntaba también a la generación de empleo genuino (aún estamos esperando que Macri cree un solo empleo de calidad tal como lo prometió) y apuntaba a que la recaudación impositiva, incrementada por la producción en ascenso, cubriera los costos de los subsidios a las empresas, que dicho sea de paso nunca ganaron más plata que en ese período. 

Pero digámoslo para que se sepa y se incorpore de una vez a la razón de todos los argentinos: se invirtió por parte del Estado en la generación de energía nuclear terminando Atucha II, que era un galimatías tipo chatarra a punto de ser abandonado. Se deshizo la madeja por técnicos argentinos y se terminó. Se terminó con recursos propios Yaciretá, lo que Menem había llamado el monumento a la corrupción  y que había intentado privatizar (o más bien regalar a los brasileños); se habilitaron decenas de generadoras a gas en todo el país insertando la energía en el sistema interconectado, respondiendo de ese modo al desarrollo industrial del país que era en ese momento el principal demandante de energía y el mayor creador de empleo.  

Ahora bien, Macri ¿para qué quiere más energía?, pronto le va a sobrar porque cae el consumo por un descenso dramático, que ya se palpa, de la producción nacional. Ni un peso se va invertir en fuentes nuevas de energía salvo las que están financiadas con recursos chinos como las represas hidroeléctricas de Santa Cruz, que fueron iniciadas y gestionadas en su financiación por la presidenta Cristina Kirchner y ahora están en riesgo de ser paradas en su construcción porque al señor Macri no le gustan los chinos sino los amigos de Donald Trump, el energúmeno republicano a quien ya se lo ve como una amenaza para el mundo civilizado, si llegase a tener la fortuna de ganar las próximas elecciones en los EEUU.  

El problema lo tienen las distribuidoras que se durmieron en los laureles y nunca invirtieron lo que debían en función de la demanda que se observaba. ¿Dónde está la pesada herencia?  

Qué se hagan cargo de gobernar y no intenten resolver el problema metiéndole impunemente la mano en el bolsillo a la gente. También le admitimos que traigan los dólares que iban a llover para obras de infraestructura, si es que quieren invertir en el sistema eléctrico. Pero dudo que lo hagan porque en su programa de gobierno apuntan como parece y con mayor convicción, a la desindustrialización.  

Todas son excusas de un gobierno al que se le han quemado los papeles de una originalidad que nunca tuvo (el país ya pasó por etapas de ajuste salvajes de este tipo de derecha). Han querido meter la realidad en el Lecho de Procusto y para caber en él le han cortado los pies y las piernas al pueblo argentino, salvo aquellos que siendo socios de esta confiscación hecha por algo que, más que una gestión, se parece a una asociación ilícita, están al lado de quien decide y se benefician con los despojos del resto de los ciudadanos.  

(*)Procusto: significa "el estirador", por su peculiar sistema de hacer amable la estancia a los huéspedes de su posada. Los obligaba a acostarse en una cama de hierro, y a quien no se ajustaba a ella, porque su estatura era mayor que el lecho, le serraba los pies que sobresalían de la cama; y si el desdichado era de estatura más corta, entonces le estiraba las piernas hasta que se ajustaran exactamente al fatídico catre.

Osvaldo Pellin

29/07/2016

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