Columnistas
21/06/2016

Brasil

La Dilma del pueblo

La Dilma del pueblo | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

“Ahora, Dilma no tiene apenas la admiración de sus electores: ella conquistó un sentimiento de ternura en el pueblo que pocas veces antes se vio en una figura política”, nos cuenta la autora de esta columna, presente en la Asamblea Legislativa de Bahía, donde rindieron homenaje a la presidenta electa.

Nathali Macedo *

La presidenta electa Dilma Rousseff estuvo en Salvador el viernes último para recibir el justo homenaje que le brindaron los diputados estaduales de Bahía. Le entregaron el título de ciudadana bahiana.

Cuando llegué a la Asamblea Legislativa, donde ella hablaría para el pueblo que la aguardaba, fui recibida por asesores que me encaminaron a un ala reservada para las mujeres del Frente de Izquierda, en frente a un pequeño palco.

Me indagué en silencio: ¿Habrá habido en algún otro gobierno un espacio reservado para las mujeres? Me temo que no y eso es realmente simbólico en sí mismo.

El discurso de la presidenta –continúo llamándola presidenta porque ella fue electa democráticamente y por lo tanto es digna de ese título- fue por primera vez verdaderamente feminista.

Ella comenzó planteando las diferencias entre el golpe de 1964 y el golpe de 2016.

Haciendo uso de una metáfora providencial, ella comparó la democracia con un árbol: los golpistas de 1964 eran el hacha que golpeaba impiadosamente, mientras estos nuevos golpistas de 2016, tal vez mucho más astutos ya que no ensucian sus manos con sangre, son plagas que procuran tirar, poco a poco, la vida de ese árbol.

No vivimos ahora un golpe militar. Vivimos un golpe cínico, envuelto por la mala fe de intentar travestirlo de legitimidad, pero tan nocivo como aquel de 1964, porque objetiva, como entonces, la victoria de la plutocracia sobre la democracia.

Ella habló, todavía, sobre el machismo incorporado en el golpe: “Para ellos, la mujer es siempre loca o tiene problemas. Sin embargo, se equivocan, no somos un objeto solamente. Somos diversas, podemos ser lo que queramos ser”.

Esa frase, entre tantas otras, me llenaron el corazón de esperanza, me hizo pensar en la imagen endurecida que Dilma siempre transmitió. La imagen de quien no tiene tiempo para ser carismática porque está demasiado ocupada en hacer lo que tiene que ser hecho. Recordé, las tantas mujeres que hacen lo que tiene que ser hecho, muchas veces, dispensando la dulzura y la simpatía. ¿Y qué tiene de malo eso? Nosotras no precisamos ser dulces. Esa no es nuestra función.

Entonces, ¿qué esperaban de una presidenta al final? Lo que siempre esperaron de todas nostras: sonrisas, recato, dulzura y belleza. Dilma nos dio mucho más que eso, nos dio lo que realmente importa, representó y representa a la mujer de la nueva generación, que no precisa ni quiere ser apena una figura amable.

Lo cierto es que la derecha –para su propio disgusto, supongo- dio a la presidenta electa algo que ella jamás tuvo, al menos para quien considera a las figuras políticas de una manera superficial: carisma.

Ahora, Dilma no tiene apenas la admiración de sus electores: ella conquistó un sentimiento de ternura en el pueblo que pocas veces antes se vio en una figura política. Ahora, ella es llamada de Dilmaé y en Bahía, especialmente, Dilmainha, la guerrera de la patria brasileña.

El pueblo gritaba en coro, casi sin delicadeza, palabras de satisfacción y apoyo a cada frase que Dilma pronunciaba. Centenares de carteles con los dichos: “Volvé Dilma querida”, cánticos compuestos en su homenaje eran interpretados por una banda, numerosos niños se amontonaban en los hombros de sus padres para verla.

En otros tiempos, tamaña adoración me preocuparía –demasiada adoración a una figura  política es casi peligrosa- pero hoy, cada palabra de apoyo que mencionamos junto con cientos de personas en la Asamblea Legislativa bahiana solo lograron ponerme feliz.

El sentimiento no es de un apoyo ignorante e incondicional. Apyando a Dilma, sabemos, estamos apoyando a la democracia, los derechos sociales y en un último análisis, estamos apoyando nuestros propios intereses como pueblo brasileño.

La injusticia despierta en los malos satisfacción y en los justos una necesidad incontrolable de proteger lo que ha sufrido la injusticia. En este caso, un país entero, especialmente las mujeres, representadas por la figura imbatible de Dilma Rousseff.

Tuve este viernes último en Bahía, una convicción reconfortante: el legado del golpe, más allá del esquivo deseo de los conspiradores, es el amor del pueblo brasileño por la presidenta electa. Es como flores que nacen en las rocas, y eso ningún golpista lo podrá cambiar.



(*) Escritora, poeta, feminista, editora y cantante de blues.
29/07/2016

Sitios Sugeridos


Va con firma
| 2016 | Todos los derechos reservados

Director: Héctor Mauriño  |  

Neuquén, Argentina |Propiedad Intelectual: En trámite

[email protected]