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Columnistas
07/10/2017

Evita, los dioses muertos y los búfalos de Schargrodsky

Evita, los dioses muertos y los búfalos de Schargrodsky | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Dos periodistas discutieron sobre si los argentinos cuestionan la agenda que imponen los medios. Mientras tanto, un filósofo y un historiador llenan teatros e invitan a pensar desde el lugar del “derrotado”. Hay espacios más allá de videos virales, noticias de pos-verdad e insultos en las redes sociales.

Fernando Barraza

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 “Busco apoyar las palabras en la idea

y no necesitar un corredor

desde el pensamiento a las palabras”

Fernando Pessoa

                                                                                                                                                            

Cabezazos y búfalos

Por estos días anda dando vueltas un video de un minuto y medio de duración, filmado por un pasajero ocasional de transporte público, que muestra a un adolescente brasileño semiperdido en medio de la noche, completamente ebrio, dándole cabezazos al parabrisas delantero de un colectivo mientras el chofer y todo el pasaje miran atónitos. Pues bien, ese video tiene 19 millones y medio de vistas en Facebook y más de 30 millones en YouTube.

Ahora encolumnemos esta pequeña película viral ocasional a las miles similares que vinieron antes y que vendrán mañana, pasado, el año que viene. Cuando terminemos de sumar la friolera de videos parecidos, podremos concluir rápidamente en muchas cosas, pero quizás la más inmediata conclusión será que como sociedad estamos más cerca del intelecto medio colectivo imaginado en la mordaz comedia “Idiocracia”, o en la media representada en “La bola en la Ingle” de Los Simpson, que de una raza que -en un abrir y cerrar de ojos de la historia- habrá atravesado 300 años de existencia desde el comienzo del iluminismo y el apogeo del “Siglo de la Razón”.

¿Hemos embrutecido tanto?

Y si no se entiende del todo por dónde venimos con este análisis, valgámonos por favor queridxs lectorxs, del ejemplo de “Los Búfalos de Schargrodsky” que, a los efectos de ilustrar la idea tesis de este artículo, es bastante claro y potente.

Esto es así:

Días pasados Iván Schargrodsky, periodista joven y cada día mejor posicionado profesionalmente, tuvo un cordial pero intenso intercambio de ideas con Gustavo “Gato” Sylvestre, los dos charlando al aire en Radio 10, durante el transcurso de una media mañana de día de semana, es decir: el horario de mayor encendido. La discusión giraba en torno a si el grueso de los habitantes de este país está dispuesto a tan siquiera cuestionar un poco lo que desde los medios masivos de comunicación se intenta imponer como agenda.

Sylvestre proponía una postura que invita a pensar que la tensión y la adormidera están llegando a su límite, y que el cansancio final, el que supuestamente hará abrir los ojos a la población hoy alienada, es inminente. Schargrodsky, en cambio, estaba en las antípodas.

El “Gato”, un poco molesto con la desazón de Iván, y haciendo uso de su habitual tono bonachón, invitaba al joven a reflexionar sobre su descreimiento. En todo, caso la arenga de Sylvestre no fue del todo fructífera, siempre que su interlocutor continuaba negándose a atender las razones optimistas de su compañero con argumentos cada vez más negativos.

Pasado un tiempo de discusión al aire e intentando zanjar definitivamente la discusión, Schargrodsky decidió –palabras más, palabras menos- terminar con todo aquello dando el siguiente y peculiar ejemplo parabólico:

El trabajo de alienación hecho por los medios hegemónicos y el gobierno nacional es tan efectivo que el grueso de la sociedad argentina –sostenía Iván- está en un punto por el cual si mañana ve que las calles del país se llenan de búfalos caminando libremente, comenzarán a exigir a los gritos vallados y seguridad para sus casas, en vez de ponerse a pensar cómo y por qué miles de búfalos están sueltos en calle.

Luego de la aguda y hasta un poco filosófica reflexión hubo un silencio, y tras el silencio un pase a tanda comercial. El bloque se había terminado. Si lo medimos todo en términos “deportivos”, podría considerarse que aquella pulseada retórica fue ganada por el joven con un buen empujón sobre el final de la contienda…

El valor de la palabra

Hace exactamente 14 días en Neuquén, 1.500 personas se dieron cita -en dos funciones completamente agotadas- para ver en escena a dos de los intelectuales más populares de la Argentina, juntos, ambos en un mismo escenario, con el solo y austero ingrediente de una mesa, cuatro botellitas de agua y dos micrófonos para amplificar sus voces.

Y la propuesta no o fue una jornada ad hoc organizada para estudiantes y posgradistas, ni siquiera una clase abierta o conferencia pensada desde la academia para que solo participen personas vinculadas al interés universitario y educativo. Fue un espectáculo planteado y promocionado de manera similar a un concierto de Chayanne, a una obra de teatro con Listorti o a un show de magia internacional con dos ilusionistas que prometen hacer desaparecer a miembros del público en vivo y en directo. Es más: las entradas fueron puestas en venta por los sistemas habituales de comercialización de tickets para espectáculos, por los que uno puede sacar una entrada para ver a Arjona o a Moria Casán y –como si todo esto fuera poco- la cita fue en el mismo salón de un conocido casino donde, horas después, actuó el humorista Cacho Garay y se realizó un concierto de homenaje con covers de Sergio Denis.

En ese salón y a esa mesa se sentaron ni más ni menos que los licenciados y ensayistas Darío Sztajnszrajber (de aquí en más “Z”) y Felipe Pigna (de aquí en más “P”, para ser justos). Uno en “representación” de la filosofía y otro de la historia, las dos áreas de la ciencia que ambos vienen divulgando socialmente desde hace bastantes años.

Si hubiera que resumir la naturaleza de este “espectáculo” (del latín spectaculum, "medio para ver o presenciar", spectare –ver- y culum -medio o instrumento-) podría decirse de manera simple esto:

Dos hombres, un escenario de fondo negro iluminado por una luz cenital blanca. Una mesa. Sus palabras tejiendo ideas. Y mil quinientas personas (en dos turnos de 750) escuchando con atención casi sacra. En definitiva: pensando.

Z y P están de gira por diferentes ciudades de la Argentina con esta conversación abierta al público, este culum para spectare al que han llamado con el efectivo nombre de “Preguntas de la Historia y la Filosofía: amor, muerte, religión y poder”. Y la verdad –sea esta idea de ellos o de algún atento y atrevido productor de espectáculos- su encuentro en público está dejando una huella importante en un país que está atravesado por una bisagra socio-política innegable (el lugar) en años donde el poder nos propone nuestro propia distracción del material casero de estúpidos y deshumanizados videos virales (la era).

¿Era Hemingway el que decía que los temas importantes que tiene el humano para compartir son relativamente pocos: el sexo, el comer, la muerte y muy poca cosa más? No lo sé. Gugleen. Lo cierto es que Z y P, de manera muy atinada, han decidido tomar cuatro temas que, de por sí, construyen lo esencial de todos nosotros como especie: amor, muerte, credos y poder.

La batuta de la charla, en vivo, la lleva Z, porque -cumpliendo con el cliché del filósofo urticante que se pueda tener a través de las eras- es el más verborrágico de ambos.

P pone la sorpresa. Su sentido del humor es fabuloso, oportuno, cómico a más no poder, liberador y fundamentalmente desconocido por el gran público que lo ha visto en TV o lo ha ido a ver a sus infinitas presentaciones de libros y –hablando de clichés- lo ata a la idea del historiador seriote.

Si Z pone el “piripipí”, la “música” que toda conversación profunda, orada en un ágora, debe llevar para no decaer, y P le pone la intervención adecuada para que la gente se ría o reflexione, ambos –sin que la multitud lo note demasiado- le ponen la piel ideológica a lo que están contando. Sus exposiciones no son un simple saber, sus exposiciones buscan –como dice Pessoa- apoyar la palabra en la idea.

Y esto es lo más importante de este “espectáculo”.

No estamos exagerando. Ambos declararon hace dos semanas para un diario de tirada nacional que esta propuesta busca contar “la historia de los derrotados”, sin ningún eufemismo admiten que “siempre buscamos la perspectiva del que queda afuera, del derrotado”. Es decir que no estamos siendo rebuscados e intentamos encontrarle una épica que no tiene a este encuentro. Sus propias definiciones sobre la característica de lo que están haciendo en público por todo el país, hablan por sí mismas.

¿Y qué sujeto es “el derrotado”? ¿Es el derrotado a través de la historia más antigua y más reciente? se preguntará usted, que no fue a verlos. Sí, le contaremos nosotros, que allí estuvimos.

Y agréguele al sujeto de “el derrotado” un sujeto actual, que es el que día a día intentan derrotar, es decir: usted, yo. De esos –de nosotros, bah- también están hablando cuando Z y P “extemporizan” con su charla al sujeto que es atravesado por los cuatro temas que escogieron de manera tan adrede: el amor, la muerte, el credo y el poder.

La clave para “pasear” al espectador a través de dos horas de planteos profundos sin atosigarlo, es (lo imaginarán) que tanto Z como P intercalan sus reflexiones científicas –las de sus filosofías e historias respectivas- con breves intervenciones más cercanas al palique, al comentario tipo bolazo o a la “gastada” o al charloteo. Con una fórmula tan sana y sencilla como esa, Z y P consiguen hacerte pensar sobre lo que significa amar a alguien, encontrar en el otro una proyección de vos que te haga feliz y –de paso cañazo- revisar ese sentimiento primigenio a través de la historia argentina. O pensar qué significa para vos mismo que mueras (no el otro: vos muerto, ¡VOS!), cotejando esa idea de finitud inevitable con el caso histórico más vejatorio sobre la muerte/final de alguien, que fue el derrotero del cadáver de Evita (cuando P lo narra, se produce el momento de mayor silencio de ambas funciones y quizás uno de los momentos de mayor silencio masivo a los que este cronista haya asistido en su vida). O también te ponen a pensar cómo y por qué vivimos la fe, adoramos a un dios o vivimos nuestra espiritualidad apegados a la creencia de un ser superior siendo que –a lo largo de la historia- hemos asistido a la muerte de tantos dioses.

Y todo termina con la invitación a pensar sobre esa “entidad” tan concreta y a la vez inasible que es el Poder, entidad que no es que nos subyuga “desde la nada”, sino que nos atraviesa, porque nosotros mismos la construimos y la constituimos, por cada día, por cada persona, en un tejido social inmenso (país) o en uno íntimo (célula familiar), en las casas, en las aulas, en nuestros trabajos y en las urnas. A cada rato y a cada instante, ¡caramba!

La tarea militante de Z y P es clara, jamás la ocultaron. No en vano juntos pergeñaron hace un tiempo la conversación pública “Pensar el Bicentenario”, por ejemplo. El público que de manera masiva los va siguiendo a través de la república lo sabe, por eso se sientan allí, dos horas, en un silencio a veces interrumpido por divertidas propuestas esporádicas de ambos. Las ideas de Z y P son claras, nadie se puede sentir defraudado por estar escuchándolas con atención. Y por eso es que –a lo sumo, en ambas funciones- solo un puñado ínfimo de personas se levantó y se fueron indignadas, como sujetos que a los gritos piden cercas para que los búfalos no entren a sus casas.

El resto no, la gran mayoría no. El resto se pregunta qué hacen esos búfalos allí, todos sueltos y dando vueltas.

Así el círculo se cierra (o mejor sería decir SE ABRE) y solo resta dar las gracias por el espacio que Z y P entregan en cada conversación. Gracias por todo, pero por sobre todo por devolver ese espacio que creemos completamente tapado y perdido entre estúpidos videos virales, noticias de pos-verdad e inflamados cacareos insultantes en las redes sociales. Porque cuando Z y P reflexionan y hacen foco “en los que pierden”, están demostrando que no todo está perdido.

Nada es fácil, no todo tiene respuesta (eso es algo que ellos mismos repiten durante toda la charla), pero del lado de los “perdedores” hay –inevitablemente- una serie de verdades (caminos posibles) que ninguno de nosotros está dispuesto a entregar, por más distracciones absurdas que el poder (ese que también construimos nosotros mismos) nos pongan en el camino.  

29/07/2016

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