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En octubre se cumplen 50 años de la muerte de Ernesto “Che” Guevara, uno de los argentinos más conocidos a nivel mundial. Todos saben que fue un revolucionario que acompañó a Fidel Castro en Cuba, que luego luchó en Angola y finalmente en Bolivia, donde fue tomado prisionero y asesinado poco después. También muchos conocen que su profesión fue la de médico, que para conocer América Latina recorrió gran parte del continente y que en 1955 conoció a Fidel Castro y que lo acompañó como médico voluntario en su viaje a Cuba, que culminó con la revolución triunfante el 1 de enero de 1959; en esos años se convirtió en uno de los comandantes principales de la revolución.
Lo que muy pocos saben es de su versación en economía política. Es que estaba dotado de una curiosidad intelectual inagotable y una enorme capacidad de lectura, por lo que, ante el panorama de miseria en los pueblos latinoamericanos que veía en su viaje, buscó comprender los mecanismos que explican el funcionamiento de las sociedades. Leyó y estudió mucho de economía, simultáneamente a otras lecturas, desde historia a las poesías de Neruda, que era uno de los autores predilectos.
Por sus conocimientos, cuando triunfó la revolución, lo designaron ministro de Industrias de Cuba.
La escasa industria cubana era dependiente de la norteamericana. Con el bloqueo quedó sin repuestos ni insumos y, para completar el panorama, hubo una fuerte emigración del personal directivo y técnico superior, difícil de reemplazar en el corto plazo, lo que generó un sinnúmero de problemas. En estas condiciones, la industria fue organizada por Guevara como un trust por rama productiva, con financiamiento por medio del presupuesto controlado directamente por el ministerio de Industria.
En la agricultura, por el contrario, Cuba optó por el la descentralización y el cálculo económico.
El gran debate del momento (tanto en la URSS como en las llamadas “democracias populares” del este europeo y en Cuba) fue el grado de descentralización de la economía y los incentivos materiales para mejorar la producción. En Cuba, en ese momento, la polémica era teórica y práctica y de la misma participaron importantes economistas a nivel mundial como Charles Bettelheim y Ernest Mandel, que actuaban como asesores del nuevo gobierno, y también Guevara, que mostró la profundidad de sus conocimientos en economía así como su capacidad para adaptarse pragmáticamente a la situación, lo que desmiente el estereotipo de “idealista utópico alejado de la realidad” que generalmente se le asigna. Gran parte del debate fue recogido en la colección de Cuadernos de Pasado y Presente[1]. Debido a la falta de personal directivo y técnico capaz y por el número reducido de empresas industriales, la centralización era, según su criterio, el sistema que mejor se adaptaba a esa realidad. Inclusive por esa misma razón, por la ausencia de dirigentes capacitados, el riesgo de ineficiencia y burocratización era mayor con la descentralización que con el sistema aplicado.
Escribió que “Al dogmatismo intransigente de la época de Stalin ha sucedido un pragmatismo inconsistente”. Creía en el poder de la enseñanza teórico-práctica de la solidaridad y en los estímulos morales e intelectuales, oponiéndose a los económicos, que llevaban consigo el peligro de un retorno capitalista. Inclusive anticipó que con las nuevas políticas, la URSS iniciaba el camino del retorno capitalista.
Como economista representó a Cuba en la reunión de la OEA que se realizó en Punta del Este en agosto de 1961, oportunidad en que Estados Unidos presentó su programa denominado Alianza para el Progreso. Guevara hizo un análisis muy crítico del plan, que se basaba en préstamos del BID por un total de 120 millones de dólares, un tercio de los cuales era destinado a la provisión de agua y de cloacas y que no preveía la creación de industrias ni un desarrollo económico genuino. Por ese criterio, por el escaso monto de dinero previsto y por los requisitos para acceder a los préstamos, auguró el rápido fracaso del plan, tal como ocurrió en los hechos.
Otra participación memorable fue en la Conferencia de países Afro-asiáticos celebrada en Argelia. Allí, en su famoso discurso del 27 de febrero de 1965, expuso la tesis del intercambio desigual entre los países y como el comercio internacional en esas condiciones genera la dependencia y el subdesarrollo, tesis que posteriormente desarrolló el economista francés Emmanuel en el libro “El intercambio desigual”, publicado en francés en 1969 y traducido al castellano en 1972, y que fuera un texto de referencia en el enfrentamiento norte-sur que tuvo su apogeo en esa época.
El “Che” Guevara no quería al hombre al servicio de la economía sino a la economía al servicio del hombre. Por eso escribió que “el socialismo…no se ha hecho simplemente para tener hermosas fábricas, sino se ha hecho para el hombre integral", y también que “si usted es capaz de temblar de indignación cada vez que se comete una injusticia en el mundo, somos compañeros, que es (lo) más importante.".
Ernesto “Che” Guevara fue asesinado el 9 de octubre de 1667, cuando tenía 39 años. Como había escrito años antes, “podrán cortar todas las flores, pero nunca terminarán con la primavera”.
[1] Ernesto Che Guevara: Escritos económicos, Cuaderno de Pasado y Presente Nº 5 (Córdoba, 1969)
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