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Columnistas
10/09/2017

Hija del viento

Hija del viento | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

La certeza que nos queda es que Ivana Rosales dedicó su vida para que el viento del abandono judicial y de la violencia patriarcal deje de soplar definitivamente.

María Beatriz Gentile *

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Ivana partió definitivamente el miércoles pasado. La última vez que la vi fue en la marcha de repudio al fallo de la Corte Suprema del 2x1. Me acerqué a saludarla y le pregunté cómo andaba “acá me ves, como siempre” respondió, señalando con la mirada la bandera del #NIUNAMENOS. Alguien a mi lado preguntó quién era. Es Ivana Rosales le dije y pensé, otra hija del viento.

Hace tiempo en la Universidad Nacional del Comahue, un grupo de historiadoras e historiadores nos entusiasmamos con investigar el mundo del delito en Neuquén a través del contenido del Archivo de la Justicia Letrada. De esa empresa colectiva resultó la publicación de dos libros donde se daba cuenta del accionar de la justicia y de los actores involucrados.  Mi interés estuvo en el análisis de las causas que comprendían a menores de edad. ¿Qué delito podría cometer un niño o niña en un espacio despoblado y rural como era esta aldea a comienzos del siglo XX?

La primera sorpresa fue observar que en los expedientes referidos a “delitos contra las personas” una parte sustancial tenía a menores como víctimas y no como victimarios.  Infanticidio, estupro, violación, rapto, fuga  y abandono del hogareran sus carátulas.

La segunda mostraba que entre 1900 y 1929 la tasa de infanticidios denunciados se había duplicado, el estupro y las violaciones crecían entre ocho y seis veces respectivamente, se quintuplicaban los raptos y las fugas del hogar eran cuatro veces más a las declaradas en el inicio de la serie.

Lo tercero fue encontrar que las protagonistas de estas causas eran mayoritariamente mujeres menores de 16 años. Algo no tan extraño si se tiene en cuenta que en esos años la población masculina triplicaba a la femenina y más del 50% de esta última lo constituían niñas de hasta 14 años.

Consideradas una mercancía o moneda de cambio por la sociedad y por el Estado, la violencia ejercida contra estas niñas-mujeres traía consecuencias. Para la justicia afectaba la moralidad pública. Para sus padres o tutores frustraba las expectativas de matrimonio, ya que nadie aceptaría a una “manchada” por haber sido violada y menos a una tan lastimada por los golpes que ni tareas domésticas podría realizar.

Cuando los casos llegaban a la Justicia se procedía siempre de la misma forma: el examen forense de la víctima, al peritaje psiquiátrico del victimario y una ronda de averiguaciones para determinar la “conducta pública” de la involucrada. Esto último era determinante. Algunas veces los padres aceptaban una compensación económica como reparación. Otras el culpable era condenado con una pena menor que no siempre se cumplía.

En el Neuquén de esos años la violencia contra las mujeres fue considerada un delito “contra la moral”. Construir un orden social donde no lo había, era el horizonte y si ello no lo justifica al menos lo explica. Lo inexplicable es que pasado casi un siglo análogos argumentos y manifiesta desidia para investigar la violencia actual retornen de la mano de funcionarios judiciales.

La historia de Ivana Rosales lo demuestra. El fiscal sólo pidió 5 años de prisión para quien intentó asesinarla, utilizando como atenuante la presunta infidelidad de la víctima. La defensora del criminal, le dijo a los jueces al terminar su alegato: “juzguen como hombres”. Y los tres jueces les hicieron caso y condenaron con una pena menor dando lugar al atenuante propuesto por el fiscal. La sentencia no se cumplió. El depredador fue liberado y volvió a atacar.  Y  la tragedia de Ivana, entonces fue mayor.

Hija del vientofue la forma con que un poblador de aquella época intentó justificar, ante la instrucción judicial, los abusos y golpizas propinados a una niña de 13 años a quien él encontró abandonada.

Hijas del viento sonlas 39 mujeres asesinadas en Neuquén durante los últimos 9 años. Hijos del viento son también los 61 niños y niñas que quedaron huérfanos por esos femicidios.

 La certeza que nos queda es que Ivana Rosales dedicó su vida para que el viento del abandono judicial y de la violencia patriarcal deje de soplar definitivamente.



(*) Historiadora, decana de la facultad de Humanidades de la Universidad Nacional del Comahue.
29/07/2016

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