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La sociedad sabe que hay facciones y vacila al tener que embanderarse con solo una de ellas. Las opciones exponen al que opta y lo hacen vulnerable. Eso atemoriza.
Una de las facciones que lucha por el poder propone el progreso material y la inserción social. La otra el retroceso material y la lucha de clases abierta.
Unos son buenos y otros malos. Sin embargo, los buenos no hallan aún los gestos y el fundamento con los cuales disminuir el riesgo que significa optar por ellos. De los malos, se sabe que son malos pero se supone que tendrán un límite para sus maldades. En cambio, a los buenos les cabe la duda del desencanto o el engaño.
Antiguamente la confianza era un sentimiento que guiaba la voluntad de la masa. Hoy, si bien aquella no ha desaparecido, esa voluntad está más vinculada con el espanto que con la confianza. Aquella confianza derrotaba por sí sola todo intento de retroceso social, motivaba el activismo y la movilización, así como la preferencia convencida del voto.
Los malos, por su parte, debían superarse en el terreno de las conquistas sociales que los buenos pregonaban y generaban concretamente. Pero no eran creíbles. Los condenaba la historia.
Así, la política ha quedado reducida a presunciones, a dudas conciliadas a veces mediante prebendas, y se viene desarraigando de la historia. En realidad, algunos peronistas en este último tiempo se han vuelto tan poco confiables como los malos. Al desarraigarse ellos mismos de su propia tradición, han perdido anclaje. Les queda solo uno y significativo que es Cristina, aunque con la vulnerabilidad humana conocida sobre todo biológicamente.
Ese anclaje les queda a los buenos. A los malos, las expectativas de que se suelte y desaparezca. Están esperando que desaparezca e intentan que si ese proceso no se da naturalmente, serán ellos mismos, que conocen de desapariciones, los que hagan la tarea. Hablamos en términos menos traumáticos que los que conocimos en los años ‘70 pero igualmente efectivos. Para eso está el Poder Judicial y el blindaje mediático.
La sociedad aún se rebela y patalea en el suelo. Si esta oportunidad se pierde y ganan los malos, el paso siguiente para la gente será el estaqueo y la aniquilación social.
Quizás este peligro le permita ganar coraje y apoyar a quienes no serán sus verdugos sino sus esforzados salvadores.
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