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A partir de la crisis del año 2008 las economías centrales han entrado en una especie freezer con tasas de crecimiento bajas, caída en la tasa de ganancia de las actividades productivas y un fuerte endeudamiento público y privado. La política de “dinero fácil” (entre 2007 y 2012 la base monetaria de Estados Unidos aumentó el 159% y la del Reino Unido un 203%) no tuvo el resultado esperado, de reactivar la economía e incrementar la producción real, sino que el nuevo dinero se destinó a salvar los bancos, alimentar la especulación y aumentar la liquidez de los agentes económicos, cayendo en una especie de “trampa de la liquidez” descripta por Keynes.
Con ese panorama los países industrializados buscan abrir mercados exteriores para colocar su producción mientras ponen trabas a la importación de mercancías que puedan competir con su producción interna. Es una vuelta al proteccionismo económico, en general disfrazado de medidas sanitarias o de “anti-dumping”, aunque cada vez más abierto y explícito, especialmente a partir del último cambio de gobierno en Estados Unidos.
En ese escenario internacional, a la restauración conservadora instalada en la Argentina se le ocurrió practicar el libre comercio, abriendo al país a las mercaderías y a los capitales internacionales. Es una especie de suicidio económico.
Existen múltiples ejemplos de las consecuencias de esta política. Uno de ellos es lo ocurrido en Haití. Con su producción de arroz y hasta el año 1973 el país se autoabastecía; a partir de entonces, lentamente, como consecuencia del crecimiento y empobrecimiento de la población, el arroz reemplazó otros alimentos hasta convertirse en la dieta básica de los haitianos; frente a este aumento de la demanda, el gobierno abrió su importación con un arancel del 35%, lo que permitía a sus campesinos competir con el producto importado. A partir de los años ’80 y ’90 del siglo pasado, el FMI y el gobierno de Estados Unidos presionaron a Haití, como al resto de los países del continente, para incorporarse al libre cambio mundial; lograron que se bajara el arancel a sólo el 3% y el país fue inundado con arroz norteamericano, altamente subsidiado y producido en forma mecanizada y a grandes escalas. Para tener una idea, los productores de arroz norteamericanos, entre 1995 y 2012, recibieron como subsidio a su producción 13.000 millones de dólares, cuatro veces más que la ayuda recibida por Haití a raíz del terremoto del 2010.
La consecuencia de esta política fue que la producción local bajó de 130.000 toneladas anuales a 60.000 y que Haití importa el 75% del arroz que consume, cuyo precio es equivalente a la mitad del costo de producción interna. Los campesinos se han empobrecido aún más, Haití perdió la soberanía alimenticia, bajó el PBI del país y aumentó su endeudamiento externo.
También podemos hablar de la producción textil argentina. Su industria se debate entre la baja de la demanda interna, ocasionada por la caída del salario real, la suba de los costos (las tarifas energéticas aumentaron alrededor del 100%) y la avalancha de productos importados. La importación de indumentaria subió un 49% entre el primer trimestre de este año respecto a igual plazo del año 2015. Cierran las empresas textiles, particularmente las pymes, y algunos comercios y aumenta la desocupación.
O el caso de la carne de cerdo. El mercado argentino representa unos 550 millones de dólares anuales y está perfectamente abastecido por la producción interna. Ahora se anuncia la importación desde los Estados Unidos, donde la producción está altamente subsidiada, por lo que resulta más barata que la local. Los productores porcinos argentinos podían mirar el ejemplo de los arroceros haitianos.
Mientras tanto Estados Unidos cierra su mercado al biodiésel argentino, aplicando un arancel entre el 50,29% y 64,17%. Hay que tener en cuenta que la exportación argentina de biodiesel el año pasado fue de 1.240 millones de dólares, un 92% a Estados Unidos, por lo que esta medida significa que otra actividad productiva de nuestro país entra en crisis.
¿A alguien se le ocurre un nombre mejor que “suicidio económico” para la actual política neoliberal?
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