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Si se hiciera una encuesta sobre cuál es la invención que produjo mayor cambio social en la historia de nuestra sociedad, es muy probable que la mayoría de las respuestas se inclinen por el desarrollo informático y por la popularización de Internet. Para el economista coreano Ha-Joon Chang, la respuesta estaría equivocada y se debe a que tendemos a aumentar la importancia de las últimas innovaciones frente a las antiguas.
Ambas, el desarrollo informático e Internet en particular, han producido un importante cambio en las costumbres y en el modo de vida contemporáneo, por ejemplo en la posibilidad y la velocidad de comunicación a distancia. Sin embargo, dice el autor, el impacto que produjo este cambio pierde importancia relativa si la comparamos con lo que significó el telégrafo, debido al cual, por ejemplo, el tendido de la línea trasatlántica en 1866 acortó el tiempo necesario para transmitir una información entre América y Europa de un mínimo de dos semanas a apenas unos minutos. En el mismo sentido, podemos pensar en el tiempo que requería una comunicación entre la Patagonia y Buenos Aires antes del tendido de la línea telegráfica realizada a principios del siglo XX. Esto nos da una idea del impactante efecto que produjo en nuestras sociedades esa innovación.
Para Ha-Joon Chang, la verdadera revolución tecnológica, por sus efectos sociales, fue la del “lavarropa”. En realidad, el economista coreano sintetiza en el “lavarropa” toda una serie de electrodomésticos que cambiaron el modo de vida especialmente para la mujer. Además de aquel, hay que incluir la plancha eléctrica, la heladera, la cocina a gas y, más cerca en el tiempo, al horno de microondas y al freezer. El autor cita un estudio de 1940 en Estados Unidos, según el cual para lavar 17 kg. de ropa antes se necesitaban 4 horas, mientras que ahora se precisan 41 minutos. Para planchar esa misma cantidad, el tiempo necesario bajó de 4 horas y media, a 1 hora y tres cuartos.
Esa revolución tecnológica permitió liberar trabajo femenino. Antes, la principal actividad de la mujer, y por mucho, eran las tareas domésticas. Entre los trabajos rentados femeninos, el primero, por su número, era el de empleada doméstica, un empleo no reglamentado y, por lo tanto, sin protección legal ni social. Con esa revolución tecnológica se liberó mucho tiempo de la mujer para esas tareas y le dejó tiempo libre, independientemente de su condición social, para estudiar y trabajar a la par del hombre. Hizo, por la igualdad de los sexos, más que cualquier legislación: fue una transformación mucho más importante que la realizada por Internet.
Según la OIT (Organización Internacional del Trabajo), todavía en los países pobres, como Egipto, el servicio doméstico significa un 9% de la mano de obra, y en Brasil (datos de la década del ’90) representa de un 7 a un 8%. En cambio, en los países centrales, ese tipo de prestación laboral prácticamente ha desaparecido: solo 7 de cada mil empleos en Alemania, 5 cada 10.000 en Noruega, y 5 cada 100.000 en Suecia.
Para Argentina no he encontrado datos, pero probablemente en los años ‘90 eran –aunque algo inferiores- similares a los de Brasil.
Es necesario tener presente que la tecnología, en este caso la “revolución del lavarropa”, en sí no produjo el cambio social, sino que creó las condiciones materiales para el mismo. La igualdad de derechos de género fue un largo proceso en el que la sociedad fue asimilando y haciendo suyos esos principios, y luego el Estado le fue dando carácter legal.
En este último aspecto, en Argentina, sobresalen el tema del voto femenino, logrado por la lucha de figuras históricas como Julieta Lanteri, Alicia Moreau de Justo y Eva Perón; el reconocimiento al trabajo de quehaceres domésticos no retribuidos, con la jubilación para las ama de casa, logrado mediante una amplia y generosa moratoria que no requería aportes previsionales, pero lamentablemente dejada de lado por la actual restauración conservadora; la jerarquización del trabajo en relación de dependencia en las casas particulares, con derechos a la obra social y acceso a la jubilación; y muchas otras.
De todas formas, por lo que significó para la emancipación femenina y la igualdad de los sexos, es probable que Ha-Joon Chang tenga razón: la del “lavarropas” (como síntesis de los electrodomésticos) fue la innovación tecnológica de mayor impacto social.
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