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Basta con recorrer las distintas cadenas televisivas para comprobar que existen diversos programas cuyos protagonistas actúan sin ningún tapujo como perversos y psicópatas que," in extremis", adquieren la forma y la enunciación del torturador. De ese modo, estos locutores actúan realizando "interrogatorios”, imputaciones, sospechas sobre los entrevistados que suelen tener como matriz discursiva la parte oscura de la lógica de los servicios de inteligencia. En mi vida en España suelo ver distintas cadenas corporativas mundiales, en todas ellas existen representantes de la derecha más beligerante. Por supuesto, siempre autodefiniéndose como "demócratas", ya que ese límite es actualmente irrevisable. Son los tiempos en que vivimos, donde el mismísimo Hitler se presentaría a sí mismo como “demócrata”.
Pero el rasgo distintivo de la tevé argentina es la presencia bien definida de la figura del perverso. Esto excede con un "plus" el contenido ideológico de la derecha y se aproxima tendencialmente a la posición del torturador, obviamente en un sentido ficcional, pero muy eficaz. Lo que define al "perverso" en el sentido lacaniano del término, es la de encarnar una posición donde de un modo absoluto él se identifica a la Ley, y como instrumento de la misma fractura y divide a su víctima. Este es el motivo fundamental por el cual el perverso nunca se siente culpable y la víctima, incluso cuando fue atacada con total impunidad, puede sentir sobre sí la presencia sombría de la culpa. La perversión es una instrumentación de la ley donde el verdugo se libra a sí mismo de toda responsabilidad y ejecuta su cometido obedeciendo a un "bien superior”.
Eso es lo que siempre percibimos como su impunidad ilimitada. Pero la pregunta clave en este aspecto es si la televisión argentina ha logrado, como es evidente, reunir a tantos monstruos, mercenarios, interrogadores que se manejan a sus anchas con la degradación de todo lo humano, ¿en qué mundo cultural argentino ha sido posible producir semejantes subjetividades perversas que mantienen intacta su identificación al victimario y que cumplen con todos los rasgos de lo que Adorno llamaba "personalidad fascista"?
Esta pregunta remite de nuevo a una cuestión crucial: ¿en qué trama simbólica se constituyeron los actores y represores, y los protagonistas culturales que no sólo legitimaron sino que fundamentaron "racionalmente" el genocidio del ‘76?
Estos perversos que circulan en la tevé argentina exigen un tiempo histórico-cultural para su cocción y circulación. Y no vienen de cualquier lado.
Lo que permite pensar que la dictadura genocida ha funcionado como una "escena primaria " de la Nación, y donde algunos de sus dispositivos de producción de subjetividad, prosiguen de un modo bastante eficaz su tarea. En cierta forma, se podría decir que asistimos a una reactivación de esos dispositivos que permanecían sedimentados en el orden socio-simbólico argentino.
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