El precio del barril de crudo está en el centro de la disputa por la rentabilidad del negocio petrolero en el mercado doméstico. El ministro de Energía de la Nación, Juan José Aranguren, salió a dar un fuerte mensaje al ratificar días atrás que a partir de 2017 su idea es ir camino hacia una liberalización total del mercado para confluir con la cotización internacional. Aún no definió si será de golpe o de forma gradual.

Ante semejante anuncio, luego salió el gobernador Omar Gutiérrez a pararse como un “férreo defensor” del barril criollo, que mantiene al Medanito neuquino con un precio diferencial. Y redobló la apuesta al pedir que se eliminen las retenciones a las exportaciones de petróleo y que se ponga un piso al precio interno para sostener las inversiones y el empleo, que se ubicaría en los 63 dólares el barril, valor sobre el cual se calculó el presupuesto provincial para 2017 enviado a la Legislatura. Eso sí, reclamó que no haya techo, por si acaso el valor internacional se dispara.

La liberalización que plantea el ex CEO de Shell encierra un gran peligro para la Cuenca Neuquina: en un mercado tan volátil como el petrolero, en el que las grandes potencias productoras del mundo aún no se ponen de acuerdo en el congelamiento de la oferta para que repunte el precio, las oscilaciones del crudo podría aniquilar la actividad. Así lo advirtió Gutiérrez el lunes, quien recordó los miles de puestos de trabajo que se perdieron en los últimos dos años en Estados Unidos por el derrumbe del barril.

Y, a nivel de política energética, significaría ceder el rol del estado como regulador del mercado interno para dejarlo atado a los vaivenes foráneos, lo que se traducirá en un menor margen de maniobra y una mayor dependencia externa y del poder de las petroleras.

En los hechos, el barril criollo ya tambalea. Si bien el Medanito debería cotizar 67 dólares, según el acuerdo sectorial que rige hasta diciembre, en los últimos meses las productoras y refinadoras han comenzado a negociarlo por varios dólares menos ante la mayor apertura de la importación de crudo que dispuso Nación.

“Los precios del petróleo de productores locales a refinadores están cayendo bruscamente, aunque los precios en pesos de los combustibles no se reducen. Existen tensiones crecientes entre empresas de upstream y downstream por esta situación, que llevaría a exportaciones de crudo Medanito de continuar la situación actual de ingreso de crudo liviano importado”, alertó en su último informe reservado un importante consultor energético.

En paralelo, el sector de los combustibles líquidos arroja cifras llamativas. Un informe de IES Consultores indica que la elaboración de gasoil disminuyó en los primeros ocho meses del año un 4%, y la de nafta súper se desplomó 27%, mientras que al mismo tiempo el consumo global creció 1.5 por ciento. Los estacioneros creen que la brecha entre producción local y consumo se está cubriendo con la importación. Aseguran que están perdiendo mercado en manos de distribuidores mayoristas que ofrecen abastecimiento a nombre de grandes marcas que operan en la plaza, a pesar de que traen mayores volúmenes del exterior que están atados a la cotización del WTI o Brent, es decir a precios más bajos.

Pese a la baja del barril interno, las refinadoras presionan para obtener una nueva suba de los combustibles, de entre el 5 y el 8%, que prometió Nación para compensar la brusca devaluación de diciembre. La decisión está en manos de Macri.

Otra cuestión que empieza a desdibujar la buena sintonía entre la Casa Rosada y la Gobernación neuquina es la caída del financiamiento ruso de la represa Chihuido I. La gran duda que sobrevuela es si el fracaso de las negociaciones obedece a una estrategia del gobierno nacional para entregar la obra a capitales chinos o si se trata de un nuevo capítulo de la errática política exterior de la alianza Cambiemos, que presionó por demás en su pedido de rebajar la tasa del crédito.