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Columnistas
14/09/2025

11 de septiembre de 1973 en Temuco

11 de septiembre de 1973 en Temuco | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

El autor cuenta su experiencia personal durante el día del golpe militar que derrocó al gobierno democrático del presidente Salvador Allende, al cumplirse 52 años de aquella fecha.

Bernardo Guerra

Fue un clásico día del sur de Chile: gris, nublado y lluvioso.

Pasado medio siglo, aún logro verme parado frente al ingreso al Liceo de Hombres N°1.

Serian las ocho de la mañana.

Estoy con el Gordo, el Loco y el Flaco. Sus apellidos prefiero no revelarlos.
Era feriado. No había clases.
¿Por qué estábamos allí? Cómo nos juntamos y dónde, no lo recuerdo.
No existían los celulares. Los teléfonos fijos eran escasos.
Así y todo, nos juntamos y allí estábamos frente a un colegio silencioso.
Sin vida.
Faltaban los gritos, las risas y las corridas de los estudiantes.

También faltaba en el aire el humo del pucho fumado antes de entrar a clases.

No había nadie. estábamos solos.
Estuvimos largo rato mirando la puerta de entrada de nuestro Liceo.
A eso de las nueve de la mañana decidimos ir al "local".
El "local" era la sede del partido comunista.
Allí sí había "vida".
Mucho movimiento.
Se mezclaban y chocaban los soldados con los civiles. Vehículos. Corridas. Órdenes. Gritos.
Parados en la vereda de la calle Miraflores, frente a la puerta de ingreso a la sede del "pecé", vimos tirar a la calle, "de todo". Sillas, mesas, papeles, carpetas, ficheros. Vimos cargar cajas y cajas en los camiones militares. Vimos romper vidrios, puertas...
Luego de un largo rato decidimos ir a la casa del "Flaco".
Vivía cerca.
El trayecto lo hicimos en silencio.
Sin hablar.

En Temuco seguía lloviendo. Ninguna novedad, llueve siempre.
Cuando llegamos a la casa del "flaco", nos desparramamos en sillones y sillas.
Ni sus padres ni sus hermanas estaban.
El "loco" pregunto: ¿hay huevos? Cómo había preparó una gigantesca paila de huevos revueltos en mantequilla.
Creo que tomábamos un té cuando la casa se llenó de soldados.
Nos tiraron al piso. Nos hicieron poner las manos en la nuca.
Todo el que pasaba nos pisaba y nos pateaba.
¿Cuánto tiempo estuvimos tirados en el piso?
No lo recuerdo.
Sólo recuerdo que cuando a las patadas y a los golpes nos ordenaron pararnos, me costó. Tenía los brazos "acalambrados, dormidos".
Una vez de pie, nos pusieron en fila y nos hicieron caminar, a los culatazos, a la salida de la casa, a la calle.
Allí y medio de reojo pude ver qué en la ventana de algún edificio habían colgado la bandera.
El ruido de la lluvia y los gritos de los soldados se fundía con el aplauso de la gente que miraba desde alguna puerta o una ventana.
Seguía lloviendo.
Nosotros seguíamos apoyados contra una pared, levemente inclinados, por lo que el agua que bajaba del techo, entraba a nuestras espaldas.
Se filtraba por el cuello.

Antes de que empezará el toque queda, nos largaron.

Eran las tres de la tarde. Por las calles de la ciudad solo se veían vehículos militares.
Era un 11 de septiembre de 1973 en Temuco.
Había comenzado la larga noche de terror en el país.

29/07/2016

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