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Sin pretender ser exhaustivo en el sustento con datos históricos que avalan la tesis del título de este artículo, como ciudadano por la paz entre los pueblos, me permito fundamentar los acontecimientos en que la derecha ha estado al acecho y ha sido protagonista de la violencia en el mundo.
Desde que la derecha política ha primado en varios países de Occidente, se precipitaron por el territorio que ocupan esas naciones, hechos violentos y guerras que no terminan de ocurrir.
Bastaría con enumerar esos sucesos para advertir que la tendencia de esa orientación ideológica cubre regiones enteras con su intervención generadora de letal violencia.
Gaza, a la cabeza de esa política donde el primer ministro israelí y el presidente de EE.UU. han generado un genocidio que merece el repudio de la Humanidad. Necesitan para eso borrar del mapa a la población palestina musulmana, y de ese modo extender sus dominios y asegurarse por poca moneda los recursos naturales. Lo curioso que ninguno de los dos representantes del pueblo norteamericano e israelí, escuchan el clamor de las organizaciones de paz multilaterales y de muchos de sus propios ciudadanos, que insisten en que el genocidio termine. Además, los delirios expansionistas de Israel en Medio Oriente ya no sorprenden y nos hablan cada vez más claramente que la paz en esos territorios pertenecen ya al lugar de la utopía.
Ucrania-Rusia, se inició una guerra con Rusia a sabiendas que Ucrania nunca podría prevalecer a través de ese medio en la porfía, pero que estaría sostenida en la misma por los EE.UU. y otras potencias europeas. Al día de hoy se observa la destrucción de múltiples focos urbanos de la capital ucraniana, en Kiev, y otros puntos geográficos como Crimea y el este de Ucrania. Las intenciones de EE.UU. de deteriorar el poderío bélico de Rusia y la popularidad de Putin, su líder político, permite suponer que esa guerra se extenderá hasta que el apoyo exterior que recibe Ucrania de ese país no se detenga.
Y dejando de lado las participaciones bélicas alentadas por la industria militar norteamericana y sobrepasadas las esperanzas de paz en los diversos territorios hacia donde lleva su violenta vocación guerrera, está la influencia política que directamente a través de la diplomacia o en participaciones indirectas mediante presiones y amenazas de sanciones, la derecha, en esta ocasión de Trump, ya anticipa que avanzará en su expansión hacia Canadá, Groenlandia y Medio Oriente.
Nuestro país, colonizado por las políticas de Milei, que se ofrece en cuanta ocasión lo propicia, como un aliado incondicional de los EE.UU. de Trump, gestando de ese modo el aislamiento político de las naciones hermanas de Latinoamérica y de otras naciones democráticas, desviando de ese modo el carácter autonómico y de autodeterminación de la Argentina expuesto en cuanto foro internacional la historia pueda recordar, partiendo de nuestras gestas emancipatorias en el siglo XIX, pasando por su posición permanente de evitar la hegemonía norteamericana en América del Sur. Desde el apoyo a las naciones ocupadas ilegalmente por EE.UU., en América Latina.
Para ejemplo demostrativo cabe recordar el encuentro de Mar del Plata donde se rechazó el ALCA con la adhesión de casi la totalidad de los pueblos Latino americanos.
La historia argentina no comienza con este gobierno anarcocapitalista, porque desde mayo de 1810 nuestro pueblo luchó por su emancipación y las veces en que no lo hizo, fueron por causa de la intervención del Departamento de Estado, demandando adhesiones a determinadas políticas hegemónicas, lideradas por el mismo, que sirvieron para el derrocamiento de gobiernos populares acá y en muchos países de la Región, durante el siglo XX y el actual.
EE.UU. se defiende de las críticas que le formulan, atacando. Sus gestos desde la caída de las torres gemelas hasta hoy han recrudecido acentuando sus intervenciones ilegales en el mundo y su influencia en la intervención desestabilizadora de los países con gobierno populares. Es por eso que es altamente repudiable la política exterior argentina, que ha degradado su sentido soberano y de hermandad con los países del mundo que adhieren al diálogo político para resolver sus diferencias y los esfuerzos por consolidar la paz entre las naciones.
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