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Con todas las luces encendidas y la orquesta tocando, el programa económico que conducen el presidente Javier Milei y el ministro de Economía Luis “Toto” Caputo se encamina a toda marcha hacia las elecciones nacionales de octubre.
La pregunta entre los economistas, pero también en la calle, es si la nave se topará con el iceberg de la plata que no alcanza, el dólar planchado, el desfinanciamiento a las provincias y un ajuste que viene con nuevos recortes y privatizaciones, o si logrará sortearlo (y, en ese caso, por cuánto tiempo).
Mientras tanto, en cubierta, el gobierno libertario despliega todos los números de los que dispone: insultos y amenazas que se afanan por dar en el blanco; periodistas y medios oficiosos que hacen malabares (y juegan con fuego); y una cantidad cada vez más mayor de ciudadanos de a pie, pero también de gobernadores, legisladores y jueces, que comienzan a sentir el vértigo de tener la cabeza dentro de la boca del león.
El revés que sufrió el Poder Ejecutivo en el Senado el jueves último (10/07), cuando se aprobaron el aumento jubilatorio y una nueva moratoria, la emergencia por discapacidad y más fondos para las provincias, dejó expuesta la fragilidad de la situación; incluso los gobiernos provinciales que antes habían acompañado buena parte de la agenda legislativa del oficialismo, ahora le dieron la espalda.
“El programa económico comienza a dar signos de agotamiento. El esquema cambiario va a empezar a encontrar dificultades a medida que nos vayamos acercando a las elecciones”, advierte a
Guido Agostinelli, economista y docente de la Universidad de Buenos Aires.
Para el dirigente político y economista Claudio Lozano, a su vez, los signos de agotamiento se relacionan con “la falta de capacidad para generar un consenso social extendido o importante; a la larga, socialmente, este esquema pierde legitimidad”.
Además, “al mantener un tipo de cambio retrasado supone un proceso permanente de desarticulación del tejido productivo”, al tiempo que “no permite la recomposición del poder adquisitivo del salario”.
Y con el dólar qué pasa
Termómetro de la estabilidad económica y de la inflación, los movimientos del dólar (aún dentro de las bandas establecidas por el gobierno, pero cada vez más lejos del piso por el que apostaba) encienden las alarmas de buena parte de los analistas económicos.
Ya sea por la volatibilidad que la moneda extranjera adquiere en periodos preelectorales o porque no hay (y no habrá en el corto plazo) ingresos significativos de la divisa norteamericana que no sea vía endeudamiento.
“El dólar barato siempre ha funcionado como ancla para tener una inflación a la baja y, a su vez, para que cierto sector se vea beneficiado. No solamente consiguiendo bienes importados más económicos, como ha ocurrido varias veces en la Argentina, sino también por la posibilidad de hacer turismo en el exterior”, apunta Agostinelli.
Pero advierte sobre “algo en lo que venimos insistiendo desde hace tiempo, que es la falta de dólares. A medida que se va liberalizando la economía, Argentina demanda más dólares de los que genera. Esto se ve manifestado en la salida de dólares, que empieza a ser preocupante”.
“Empiezan a no alcanzar -agrega- los dólares que se generan genuinamente, y hay que recurrir al endeudamiento, a la intervención en los dólares futuros o en la no liberación del cepo en forma total, que se mantiene para las personas jurídicas”.
El autor del libro “Experimento libertario. De las ideas a la realidad”, considera que “después de las elecciones, seguramente, va a haber algún tipo de modificación del esquema cambiario. Esto podría llegar a traer todavía mayores dificultades de las que enfrenta actualmente el gobierno”.
Deuda y crisis cambiaria
Claudio Lozano asegura a
que en el actual contexto “de déficit en la cuenta corriente, erosión del saldo comercial, superávit financiero trucho y dibujado, y ausencia de reservas (negativas por más de 7.000 millones de dólares, y donde se han perdido, en apenas 40 días, un 80 % de las nuevas reservas que el gobierno tenía), lo que hay es una situación de inestabilidad cambiaria, que preanuncia problemas aún mayores”.

Para el presidente del partido Unidad Popular, ex diputado nacional y ex director del Banco Nación, el actual esquema económico hubiese ido al default en mayo de este año, si no fuera por la intervención del FMI, el Banco Mundial y el BID. “A las órdenes de Trump pusieron sobre la Argentina 42.000 millones de dólares de nueva deuda pública, cosa que en todo caso le puso un respirador artificial a un modelo que estaba absolutamente agotado”.
“Este esquema -asegura el economista y militante político-, que sigue funcionando sobre esos respaldos, volverá a agotarse en los próximos meses”. Lo que está por verse, estima, es si tendrá la capacidad de llegar, como pretende el gobierno, a las elecciones de octubre.
“No hay duda de que se avecinan modificaciones importantes en el proceso económico, porque así como están planteadas las cosas es imposible sostener un esquema de esta naturaleza. Una vez más, vamos camino a una nueva crisis cambiaria y a un nuevo default en materia de deuda”, advierte el dirigente y además especialista en estudios económicos.
Según Lozano “el déficit en divisas impacta en términos negativos sobre la producción, destruyendo el tejido productivo y desplazando producción local por producción importada, ya que los productores locales ven incrementarse sus costos en dólares. En este contexto de destrucción productiva hay destrucción de empleo”.
Y agrega: “Es la experiencia de la Argentina, cuenta corriente negativa en los últimos doce meses, erosión del saldo comercial y, además, un superávit financiero mentiroso porque oculta las deudas que no se están pagando”.
Un nuevo industricidio
La rebelión de los gobernadores, que tuvo un primer capítulo de alto voltaje institucional en la votación del jueves en el Senado, advierte sobre la cota que alcanzó el desfinanciamiento de las provincias, como así también el impacto que el actual esquema económico tiene sobre las finanzas y la infraestructura locales.
Algunos mandatarios provinciales evalúan, incluso, recurrir a la Corte Suprema para reclamar por el abandono del mantenimiento de las rutas nacionales. Su estado calamitoso no pasa inadvertido y es un síntoma del actual estado de cosas, con impacto tanto en la vida cotidiana como en el funcionamiento económico.
“La situación para las economías regionales en general es muy mala, y lo es en un mundo que cada vez se vuelve más proteccionista. Vamos a contramarcha de eso. Lo que hacemos es liberarnos completamente, lo cual, llevado al extremo, conduce a que tengamos una invasión de productos chinos y brasileros”, explica Agostinelli.
“Ya están ingresando, por ejemplo, productos del sector alimenticio desde Brasil. Y de China, bienes que necesitan un mayor desarrollo, como por ejemplo los autos eléctricos. La situación para la economía, en general, y para las economías regionales, en particular, es bastante mala”, resume el especialista, que disecciona el mundo anarcocapitalista a través de la cuenta Economía sin Falacias (@economiasinfalacias) en la red social Instagram.

La reciente decisión de Donald Trump de imponer a Brasil aranceles del 50 % encendió las alarmas entre los industriales locales, que esperan una invasión de productos brasileños que antes iban a los Estados Unidos, con el impacto que esto puede tener sobre la producción y el empleo en la Argentina.
Esto ocurre en el marco de lo que Lozano denomina “el cuarto industricidio”. A su criterio, “el dólar barato y las importaciones indiscriminadas” tienen que ver con que “la Argentina está sufriendo el cuarto industricidio en los últimos 50 años”.
“El primero fue el de Martínez de Hoz, el segundo fue el de la convertibilidad, el tercero durante la etapa de Macri y el cuarto ahora, donde se vuelve a provocar una depresión en el mercado interno, con un consumo que no termina de recomponerse y el ingreso de producción importada desplazando la local. Una suerte de tormenta perfecta en contra de la producción argentina”, detalla.
El especialista establece que esto se expresa “en las 13.000 empresas que han cerrado desde que asumió Milei y en los cerca de 200.000 puestos de trabajo formales que se han destruido desde entonces”.
Provincias en llamas
En este contexto el precio del dólar da de lleno en las economías regionales. Agostinelli asegura que “los bienes que exportamos pierden competitividad. Los costos internos que tenemos para elaborar un determinado bien son caros en dólares. Entonces, el gobierno aprovecha para decir que el PBI per cápita en dólares es de los más altos de los últimos años, o que los salarios en dólares están volando”.
“Lo que en principio se presenta como una buena noticia, en realidad lo que está provocando es un aumento de los costos de los bienes que exportamos. Y, por ende, termina siendo poco competitivo en el mundo”. Y advierte: “Esta política, en definitiva, va a traer a una caída de las exportaciones”.
Por su parte, Lozano alerta sobre una asfixia financiera a los recursos que manejan las provincias, que “se ubican aproximadamente un 13% por debajo de lo que estaban a finales del año 2023”.
Para el experto, “la desregulación, con su impacto en términos de concentración de la producción, la caída de la recaudación y de capacidad de asistencia, y el descenso del consumo, hace que las economías regionales atraviesen un momento de suma dificultad, morigerado en aquellas provincias que tienen un fuerte vínculo con la actividad minera e hidrocarburífera, que por otro lado actúa como enclave, sin generar un impacto generalizado”.
El ex legislador cita como ejemplo a Neuquén, “vinculada al crecimiento descomunal de la experiencia energética de Vaca Muerta, y donde en simultaneo lo que se observa es el crecimiento de la pobreza”. “La riqueza no derrama si no hay políticas que intervengan para poder garantizar que sea usufructuada por el conjunto de la sociedad”.
El peso de la canasta
La estabilización de algunos precios parece garantizarle al gobierno el control de la inflación, cuyo índice desde que Javier Milei llegó a la presidencia, y aunque al comienzo de su gestión tuvo dos meses de aumentos abruptos, después empezó a registrar una tendencia a la baja. Sin embargo, la economía diaria (y el bolsillo de los trabajadores) exige de matices y lecturas no lineales.
Para Agostinelli, “la inflación tiene una dinámica mucho menor a la que tenía cuando asumió Milei, eso es claramente así. Lo que algunos discutimos, sobre todo respecto al año pasado, es que no se vio reflejado el aumento de los precios internos”.
“Hay que entender -aclara- que la inflación en sí es imposible de medir. Para hacerlo habría que relevar todos los bienes de la economía. Como eso no se puede hacer, lo que se hace es construir canastas que tratan de representar la inflación”.
El especialista subraya que “la canasta actual está hecha en 2004, con lo cual quedó bastante vieja. Se podría decir que ya estaba envejecida en 2023. La diferencia es que los servicios no aumentaban tanto como para decir que había dejado de ser representativa”.
Y ejemplifica lo ocurrido durante el actual gobierno: “Los servicios aumentaron en promedio un 400 % y, sin embargo, en la canasta inciden menos del 10 %. Los alquileres pesan 3,43 % del total de la canasta. Con lo cual la inflación que se percibe es muy distinta a la que se mide”.
En tanto, para Lozano “la estrategia antiinflacionaria del gobierno, la desinflación en pesos, se da sobre la base de una estrategia de política económica que en la práctica lo que hace es generar una permanente inflación en dólares. Es decir, en la Argentina no es que no tengamos inflación. Más allá de que todavía, en términos comparativos y a nivel internacional, la inflación que tenemos sigue siendo alta, la desinflación en pesos oculta un proceso de aumento de la inflación en dólares”.
Y explica que esta provoca una desarticulación general del funcionamiento de la economía. “Con inflación en dólares lo que termina pasando es que se produce un creciente saldo negativo, por ejemplo en la cuenta turística. Crece el turismo en el exterior, decrece el turismo al interior del país. Consecuentemente, más de 10.000 millones de dólares por año terminan saliendo por la cuenta negativa de turismo”.
A esta situación el economista agrega la aceleración en el proceso de ingreso de importaciones, que va erosionando el saldo comercial. “En ese contexto -sugiere-, donde hay un flujo negativo en materia de divisas, la única manera de resolver ese problema es con mayor endeudamiento”.
“En el marco de una Argentina que se desinfla en términos de inflación en pesos, pero que tiene un aumento de la inflación en dólares, lo que se genera es un proceso de déficit en materia de divisas, aumento del endeudamiento, y destrucción productiva y del empleo”.
Otra vez las joyas de la abuela
Un informe publicado durante la semana reciente por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), que reúne a algunos de los estados más poderosos del mundo, advierte que si el gobierno libertario sostiene algunos recortes de capital podría generar “efectos perjudiciales en la calidad de la infraestructura y en la productividad de largo plazo”. Además, destaca la importancia de impulsar la “integridad del sector público” para mejorar la productividad.
A pesar de estas consideraciones realizadas por un organismo que es afín a la perspectiva político-económica del gobierno argentino, este anunció una nueva andanada de recortes, eliminación de organismos y privatizaciones, con la Comisión Nacional del Tránsito y la Seguridad Vial, la Agencia Nacional de Seguridad Vial y la Dirección Nacional de Vialidad, como punta de lanza.
“El gobierno necesita un ajuste mayor para seguir teniendo superávit fiscal y, eventualmente, cumplir con la promesa de bajar impuestos. La recaudación de impuestos a nivel nacional aumentó en 2024 con respecto al año anterior, lo que es una clara contradicción para un gobierno libertario. En 2025, según las estimaciones de IARAF, estaría en la misma línea; es decir, seguirían aumentando”, insiste Agostinelli.
Sin embargo, para el economista “el ajuste es necesario para blindar el superávit fiscal, si es que realmente lo hay, cosa que yo creo que no”.
En cuanto a una nueva ola de privatizaciones, considera que responde a “algo más ideológico que los dólares que van a generar”. “Cuando tenemos desfasajes cambiarios estos son muy grandes, estamos hablando de 10.000 o 20.000 millones de dólares, y las privatizaciones no llegan a esos valores”, estima.
Lozano se interroga por qué la Casa Rosada necesita dar estas señales, anunciando más ajuste y privatizaciones. “Los acreedores -subraya- perciben que el gobierno no puede, en el marco de esta política, acumular reservas, y que no está cumpliendo con las metas que pautó con el FMI; la desconfianza de que pueda pagar sigue creciendo”.
Para el economista y titular de Unidad Popular, la nueva ola privatista tiene al Banco Nación y a YPF como objetivos principales. “Los anuncios tienen por objeto seguir abriendo la puerta a la idea de que la Argentina puede cosechar un ingreso importante de divisas, habida cuenta de que si hay alguna preocupación en el gobierno es como hacerse de los dólares que le permitan mostrar solidez a una política que no la tiene”.
Apuesta a octubre
A los desafíos que le impone la coyuntura económica pero también la política e institucional, el gobierno de Javier Milei apuesta a hacerle frente con el resultado de las elecciones nacionales de octubre próximo, en las que se presiente ganador.
Cree que el respaldo de las urnas lo blindará frente a los vaivenes del dólar, del aumento del costo de vida y de las dudas “del mercado”, que hasta el momento aplaude mucho más de lo que invierte.
También cree que se fortalecerá en el Congreso, donde sufre de debilidad legislativa de origen, y que disciplinará detrás de su programa a los gobernadores que comienzan a rebelarse. Otorgándole, además, un impulso quizás definitivo a la deriva autoritaria con la que pretende regular el conflicto social y convivir con la diferencia.
Mientras espera revalidar “el apoyo popular” que lo llevó a la presidencia, y así tomar un nuevo impulso, la administración libertaria mantiene la mano firme sobre el timón y apura la marcha. En tanto, en cubierta, la banda sigue tocando.
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