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Crece en la mayoría de los sectores sociales la indignación por medidas del gobierno, que arrecian contra la sociedad en general y que bastaría una breve e incompleta enumeración para ponderar la magnitud de su poder destructivo.
Nombremos al menos los bajos salarios y el eventual cierre del hospital pediátrico Juan P. Garrahan, la represión cada miércoles de la protesta de los jubilados, el vaciamiento del Conicet. La atención médica en el sector público, los haberes de hambre que se les paga a los jubilados y el vaciamiento del desarrollo científico y tecnológico de nuestro país, y para cerrar los días de ira del poder político, la derogación del derecho de huelga sancionado por nuestra Constitución y que se pretende derogar por medio de un decreto.
Porque el gobierno busca cómo cobrarle a la sociedad su propio fracaso y proyecta hacia ella una responsabilidad que la misma no tiene. Por el contrario toda la responsabilidad del fracaso es de Milei y su incompetente equipo.
La situación es intolerable y la sociedad se pregunta por la pasividad con que se responde a semejantes provocaciones políticas.
Las medidas que toma el presidente no conducen a nada sano, cada una apunta y consolida un nuevo deterioro, una nueva caída por la pendiente del error por aquello que está ya históricamente consagrado, mientras empleen las mismas herramientas que produjeron el error, insistir con ellas no conducirá sino nuevamente al mismo fracaso. Ocurrió con Martínez de Hoz, con Menem, Cavallo y De la Rúa y con Macri.
Pero hay que destacar que la conciencia del gobierno anarquista, cree que el derrumbe es necesario para que al final y sobre las ruinas se construya una nueva realidad. Está invadido por el pensamiento ideologizado de una derecha caótica y tendenciosa.
Es de presumir que después que el actual presidente deje su puesto por el medio más idóneo que se acuerde, todo lo mencionado y destruido será repuesto o reconstruido. Seguramente se verá que será repuesto todo aquello que la crueldad de este gobierno ha conculcado en tan breve tiempo
porque sin duda los valores morales, la sociedad argentina que es parte de la Humanidad, no los olvidará y la propia inercia del progreso los traerá nuevamente al colectivo social.
Recordemos que el estado de bienestar se instala en Occidente después de dos guerras mundiales con millones de muertos.
Esta realidad que hoy lamentamos vivir es solo un intento de una reacción destructiva que ha fracasado.
El tiempo dirá si podrán las nuevas generaciones hacer prevalecer los valores humanos de las buenas personas y los empeñosos gestos que permitirán una nueva reconstrucción de la Nación.
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