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Columnistas
25/05/2025

Tierra del Fuego, espejo del país

Tierra del Fuego, espejo del país | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

En octubre se juega si la Argentina seguirá siendo un Estado viable o uno fallido. Sepa el pueblo votar; y los dirigentes del peronismo, unirse.

Juan Chaneton *

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De un plumazo, han destruido la industria electrónica de Tierra del Fuego. Es peor que un crimen. Es peor que un error. Es una política de Estado. De un Estado conducido formalmente por un hombre del que puede esperarse cualquier cosa y con una oposición de la cual no cabe esperar sino exigir: que se una. El pueblo de Tierra del Fuego dice a gritos a estas horas, que el gobernador Melella es un tibio. Y agrava las cosas el hecho de que la tibieza es su negocio político.

La protección a la industria fueguina no era un privilegio que cualquier irresponsable, desde la confortable tibieza de la capital federal, pudiera venir a calificar de tal. Es la única opción que, en las periferias del mundo, tienen los gobiernos que quieran acumular divisas en su país produciendo y vendiendo valor agregado. No importa el “ensamblaje”. Este concepto, como argumento para destruir el tejido social de una provincia que reposa su existencia en la electrónica y en la metalurgia, es la chicana miserable de unos brutos enamorados de esa entelequia llamada “libre mercado”, que hoy no practican ni Alemania ni Estados Unidos. Tal ensamblaje es parte de una cadena de valor cuya existencia no es capricho de ningún aprovechado sino una exigencia de la producción y el comercio globalizados.

Y si la administración pública es el mayor dador de trabajo en ciertas provincias argentinas, ello no se debe a ninguna desidia ni pereza congénita de los empleados estatales. Esa es la imagen con que han bombardeado desde hace mucho tiempo, las volubles cabezas de los votantes. Pero la verdad pura y dura, es que el aumento del empleo estatal es la denuncia más contundente de que el empresariado que nos tocó en suerte carece de imaginación, de vocación social y, en última instancia, de interés en practicar la “ética protestante y el espíritu del capitalismo”, porque esto implica ascetismo y sacrificio y no todos están para tales excesos.

El secretario general del SUTEF, que nuclea los trabajadores y trabajadoras de la Educación fueguina, dijo, hace poco, en una manifestación que se realizó frente a la planta de la empresa Mirgor, que los educadores “no vamos a entregar nuestra historia ni la gesta de Malvinas a la OTAN ni al mundo financiero internacional. Por eso, la docencia para junto a todos los trabajadores y trabajadoras de la provincia”.

Y agregó: “Como contra Macri, esto empieza en Tierra del Fuego pero termina en la Plaza de Mayo”. Ojalá, por cierto. Sería la extensión de la protesta social autodefensiva a todo el orbe laboral malamente herido por la pandilla “libertaria” encaramada en el poder del Estado.

Teléfono para la CGT, acá. El paro nacional sería la consecuencia lógica del accionar de la UOM fueguina que, junto a Camioneros y en solidaridad con los trabajadores de la industria, mantienen paralizado todo Río Grande, en el norte de la provincia. En Tierra del Fuego, debería saber el compañero Daer, no hay clases, los supermercados están cerrados, no hay recolección de residuos y el Parque Industrial, cesó en su producción. Allí hay paro por tiempo indeterminado. Oscar Martínez, dirigente de la UOM local, afirmó “No volveremos a las fábricas hasta garantizar la continuidad laboral de todos los trabajadores”. Daer y conmilitones en la cúpula de la CGT deberían entender que con este gobierno no van a negociar nunca nada favorable porque gobiernos como éstos –que no sufre sólo la Argentina- tienen la cosas claras: su enemigo, es un enemigo de clase: los trabajadores.

Hay gentes, en el gobierno nacional que, fracasadas en toda actividad que emprendieron, encontraron en la política una salida laboral. Sin principio ni ética alguna, se subieron al primer carro que les pareció que calzaba con sus prejuicios y allí están ahora, exhibiendo su ignorancia en contra de los trabajadores. Federico Sturzenegger dijo que no le importaba lo que ocurría en Tierra del Fuego porque “¿qué son 2.000 empleos en un total de seis millones y medio’?”. Le respondió el intendente de Río Grande, Martín Pérez, quien además de refrescarle al estólido cerebro opinante que “los intereses de la provincia están por encima de cualquier otro”, les recordó a todos los argentinos que “lo peor para Tierra del Fuego, el gobierno se lo está guardando para después de las elecciones de octubre”. Y eso peor, que está en línea con la “concepción” económico-social del actual gobierno, es la eliminación total de los aranceles que protegen a la industria provincial.

Y esto parece ser una exigencia interior al propio “modelo” de gestión gubernamental. Pero eliminar protecciones a destajo sólo puede ser una medida basada en el prejuicio de los analfabetos: esto no es Holanda o Bélgica, es Argentina, y las tales protecciones no son un “curro”; en realidad, se trata del modo de funcionamiento desigual de una economía global cuya tendencia es consolidar a los actores más fuertes en el centro del sistema económico al tiempo que empuja a los de menos envergadura hacia la periferia, y el caso es que éstos no tienen ya, como salida, “competir o morir” sino protegerse o morir.

Todo esto, sin sospechar más allá de lo prudente que detrás de lo que parece economía podría haber, sin embargo, una resultante (no querida, suponemos) más de fondo y de naturaleza política. En el futuro de Tierra del Fuego se hallaría agazapada la catástrofe del despoblamiento, pues nadie podrá vivir allí sin una economía regional fuerte que sustente a las poblaciones. Amputar ese territorio del sur global, ríspido y frío no deja de ser una opción “práctica” para un sujeto que desprecia Malvinas, vendiéndoselo a EE.UU. -que lo necesita- como tierra yerma. Es el propio presidente de un país con reputación de serio quien ha hecho oír su anhelo: comprarle a Dinamarca ese territorio secularmente danés llamado Groenlandia, en el norte del mundo. Controlar el Atlántico Norte, de eso se trata. El comando sur vino por una base militar, pero si se pueden llevar todo, mejor. Inglaterra y Estados Unidos dueños del Atlántico Sur es un escenario geoestratégico ansiado por los anglosajones, que alucinan que China se avecina.

En la Argentina “central”, en tanto, el gobierno viene enhebrando triunfos electorales como el del domingo 18 de mayo en la Capital Federal, junto a mediciones de opinión interesadas que lo muestran en forma de cara a octubre, y que tendrían el deletéreo efecto de legitimar sus políticas de entrega y sometimiento al desamparo a los trabajadores y las clases medias. Ni hablar –porque ya no queda margen para el asombro- de la desunión del peronismo en la provincia de Buenos Aires. En cuanto al Pro macrista, todo allí es confusión. Ritondo luce muy resuelto, pero no sabe muy bien a qué.

Hay formaciones ideológicas que vegetan en las cabezas vírgenes de cuantos sufren hoy en la Argentina. Entre ellas, el “darle tiempo a Milei” es una, tal vez la más dañina. La otra es la necesidad de “la eliminación de las trabas” para hacer con el dinero propio lo que a cada quién le plazca. Ahí se acaba de enancar el financista Luis Caputo para decir que todos los que tengan 200 o 300 mil dólares en su casa (¡!) pueden ir a comprar con ese dinero una casa, un auto, o lo que quieran, que nadie les va a preguntar nada sobre el origen del dinero. Y a eso lo presentan como una medida “para la gente”, no para los narcos o los evasores de fina estampa y larga experiencia en la materia. El disparate denota que el gobierno sigue sediento de unas divisas que ningún “régimen de incentivo” ha logrado acercar. Tal vez debería, el presidente, preguntarse por qué los “inversores” no le creen ni un poquito.

En todo caso, en octubre se juega si la Argentina seguirá siendo un Estado viable o uno fallido. Sepa el pueblo votar; y los dirigentes del peronismo, unirse.



(*) Abogado, periodista, escritor.
29/07/2016

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