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Argentina es un territorio en disputa, como todo Latinoamérica. Pero en nuestro país, por las características de su gobierno, esta disputa se profundiza. Por un lado, EE.UU. lo mantiene bajo su dominio como a ningún otro del continente. Por el otro, la posibilidad de ser un país soberano, relacionándose con el mundo en lo político y también en lo comercial.
La soberanía secuestrada
Esta semana visitó al presidente Milei el almirante Alvin Holsey, nuevo jefe del Comando Sur de EE.UU. Representa a uno de los diez comandos de combate unificado pertenecientes al Departamento de Defensa de Estados Unidos. Su jurisdicción comprende los países de América Latina, con excepción de México. El almirante estuvo acompañado por la omnipresente Encargada de Negocios de la Embajada, Abigail Dressel, quien escoltó en su reciente visita al Secretario del Tesoro de EE.UU., Scott Bessent, y quien también hace pocos días, mantuvo reuniones en nuestra región con Rolando Figueroa, Alberto Weretilneck y el gobernador fueguino, Gustavo Melella (inf. Cuenta Oficial de la Encargada de Negocios de la Embajada de los EE.UU.). Estas visitas, tan seguidas de funcionarios importantes de la Casa Blanca, vinieron a poner en claro que nuestro país, no sólo debe 20 mil millones de dólares más, sino también que siempre seremos su patio trasero, y que nuestros recursos naturales son suyos, como lo confirmó sin ruborizarse el pasado año la ex Comandante Laura Richardson. Pero esto no es todo, también vinieron a advertir que se lleve a la mínima expresión las relaciones con China, explicitando que se cancele el Swap (acuerdo financiero) con el país asiático. Ante ésta intromisión ignominiosa, no reaccionó el Gobierno Libertario de nuestro país sino el chino, con un duro comunicado infrecuente en el mundo diplomático, advirtiéndole al país del norte que se “abstenga de obstruir o sabotear la colaboración y la relación comercial entre Argentina y China”; …y que “China acompaña a los países en desarrollo sin imponer ningún condicionamiento político” (Inf. Portal Embajada China en la R. Argentina).
Libertad condicional
Querer imponer obstáculos entre nuestro país y el país de Mao se traduciría inmediatamente en la vida cotidiana, por la sencilla razón que Argentina se ubica en cuarto lugar como principal destino de inversiones chinas en América del Sur, siendo China el segundo socio comercial de nuestro país. Argentina le compra múltiples productos, mayoritariamente productos terminados e insumos industriales. Maquinarias eléctricas y mecánicas explican la mitad de las importaciones con origen en el país de oriente. El 22% de las importaciones provienen de allí. En febrero de este año importó por 775 millones de dólares y exportó por 370 millones. El balance comercial es negativo para Argentina por US$406 millones. Entre febrero del 2024 y febrero de este año, las importaciones provenientes de China se incrementaron en un 65% (de 479 a 775 millones de dólares), mientras las exportaciones sólo crecieron un 7,12 % (de US$ 355 a 370 M). (Inf. - Bolsa de Comercio de Rosario)
Los principales productos fueron motocicletas (US$32,4M). Aquí vale aclarar, que durante el gobierno de Macri la fábrica Zanella cerró y dejo en la calle más de 200 trabajadores. Otro producto importado es el teléfono por US$32 M. En este rubro nuestro país todavía conserva unas 7 fábricas de las 10 que existían una década atrás, situadas todas en Tierra del Fuego. Una de las fábricas, que levantó su planta por condicionamientos de EE.UU., fue la famosa marca china Huawei. El tercer producto en importancia es el aire acondicionado, importado por la suma de US$31 M. Las fábricas que se dedican a producir este producto no sólo se encuentran en la provincia del fin del mundo, sino también en el Gran Buenos Aires. Este incremento de importaciones las hace temblar, pero no de frío. “Es muy difícil competir por los costos, pero principalmente por la escasez de dólares y la sobrevaloración del peso” dicen los fabricantes.
China es el mayor comprador de soja (más del 90% de total exportado), cebada (60%TE) y carne argentina (casi el 60%TE). La agroindustria tiene un rol preponderante en la canasta exportadora hacia el país oriental.
Además, China ha realizado inversiones en la minería argentina, en las provincias de Jujuy, Salta, Catamarca, San Juan, Río Negro y Chubut. Es el principal socio comercial de Chaco, Santiago del Estero, Entre Ríos, San Luis, La Pampa y Catamarca. Más aún, China es el segundo socio comercial de las tres provincias más exportadoras de la Argentina: Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba.
La economía entre las cuerdas
El país, las provincias, pero también gran parte del empresariado argentino tiene intereses entrelazados con “los zurdos asiáticos”, como los llama Milei. Argentina tiene una economía que compite, en parte, con EE.UU. La soja es quizás el producto más visible. No sucede lo mismo con la economía china, que sería más complementaria que competitiva. Esta situación de interdependencia (más nuestra que de ellos), haría imposible que el gobierno libertario acate las advertencias del decadente imperio yanqui, pero la administración colonial libertaria ya ha demostrado que no tiene límites. No es difícil imaginar que el gobierno de Milei apunte a la baja de la exportación de soja, para que EE.UU. no tenga competencia a la hora de venderle el producto más comercializado por el país del norte al casi enemigo asiático. No es impensable que haya una política para depreciar el valor de la pampa húmeda y llevar a cabo una segunda etapa de concentración de tierras (la primera fue en la década de los 90 por el menemismo), para que quedase en manos de grandes capitales del norte del mundo.
De rubio a amarillo
Donald Trump desearía tener las manos menos atadas por el “libre mercado” y ser medio chino al momento de poder planificar más la economía de EE.UU., contando con un mercado interno fortalecido cuantitativamente en lo económico y en lo poblacional. Su jugada agresiva de política arancelaria no le estaría dando buenos resultados. China tiene espalda para aguantar el embate rubio, ampliando mercados a sus vecinos asiáticos y a la vieja y decadente Europa. Es sabido que la balanza comercial con China es totalmente deficitaria para EEUU. Éste importó del gigante asiático por US$525 mil millones en el 2024, mientras que exportó por 143 MM (US$164, según la Oficina de Estadística del gobierno Chino). Cabe destacar que exportó 3% menos que el año anterior. (inf. Dialogue Earth/Negocios)
De la globalización capitalista al mercado planificado
En 1985 la balanza comercial entre ambos países mantenía un equilibro (EE.UU. exportaba a China por US$3855 MM e importaba por US$3861). Al correr del tiempo se fue inclinando a favor de China. (Inf Observatorio de Complejidad económica). Mientras que Ronald Reagan, Presidente de EEUU (1981-1989), junto a Margaret Thatcher, primera Ministra del Reino Unido (1979-1990) planificaban la globalización neoliberal y empujaban la caída del muro comunista, para ejercer la hegemonía en el planeta, Deng Xiaoping, el Líder Supremo de la República Popular China, promovía la "Reforma y Apertura" económica en su país, que marcó un giro para jugar en la misma cancha capitalista con quienes eran por entonces los dueños del mundo. Decía a su Pueblo: “no importa si el gato es blanco o es negro. Lo que importa es que cace ratones”. “Buscar la verdad a partir de los hechos” fue el lema oficial. Para la política del país comunista era esencial sacar a 800 millones de personas de la pobreza en menos de 40 años. Se propusieron las "Cuatro Modernizaciones" (agricultura, industria, ciencia y tecnología, y defensa nacional) para impulsar el desarrollo económico. En el XII Congreso Nacional del Partido Comunista (1982), se presentó la tesis científica de "Construir un socialismo con características chinas".
En una primera etapa invitaron a las grandes empresas del mundo, principalmente las norteamericanas, a establecerse en su territorio y garantizarle mano de obra barata, pero con la obligación de impartir capacitación a las y los trabajadores chinos, transferir tecnología y asociándose a empresas estatales. Se implementó la descolectivización de la agricultura, permitiendo que los campesinos trabajaran y se beneficiaran de sus propios cultivos. En una segunda etapa, ya con las y los trabajadores capacitados y con tecnología transferida, se fomentó la creación de empresas privadas. En la tercera etapa, China se unió a la Organización Mundial del Comercio (OMC) en 2001, lo que impulsó su integración en la economía mundial. Comenzó a inundar los mercados del mundo con sus productos. Por último, en una cuarta etapa, estableció la apertura del sector financiero y promovió la innovación tecnológica, fomentando la formación científico-tecnológica, que la llevó a ser vanguardia en inteligencia artificial en la actualidad.
Infinidades de discusiones y tiempo llevó a los 90 millones de afiliados al Partido Comunista, a los casi 3000 diputados que conforman el Congreso Nacional del Pueblo planificar, ejecutar la planificación y evaluar periódicamente para llevar a China donde hoy está. Un país industrializado, respetando el medioambiente, con tecnología de punta y sin pobreza en sus 1.411 millones de habitantes.
De Perón a Xi Jinping
Cuando nuestro país fabricaba aviones, locomotoras, barcos, autos y desarrollaba energía nuclear, el pueblo chino peleaba por su supervivencia con una revolución socialista reciente. Corrían los primeros años de la década del 50 del siglo pasado. En Argentina había un gobierno que planificaba y en China, un gobierno que combatía el hambre como podía. Mao Zedong, el líder revolucionario, tenía como objetivo pasar de una economía feudal y agraria a una sociedad socialista industrializada. Perón en casi una década había logrado en estas tierras, lo que soñaba Mao para la suya. El tiempo cambió los roles. Aquí no se planificó más. La mal llamada Revolución Libertadora, la dictadura que derrocó al gobierno democrático peronista, sometió a la sociedad, hasta nuestros días, a la lógica del libre mercado, con excepción del gobierno kirchnerista. En China se planificó a largo plazo con una democracia socialista. Los resultados están a la vista.
Allí se hizo una Revolución, y aquí quedamos con una revolución inconclusa. Quizás ahí radique la diferencia.
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