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El 13 de marzo de 2013, tras un cónclave de dos días y cinco votaciones, asomó la "fumata blanca" esperada. Un cardenal, anunciaba al mundo la frase esperada por católicos, cristianos y curiosos en general. De su voz temblorosa de más de nueve décadas, se escuchó: “Bergoglio”. La noticia no cayó bien en una buena parte de la sociedad argentina, a pesar de anunciarse que un compatriota ocuparía un lugar destacado, quizás el cargo más importante que un argentino ocuparía en la historia de nuestro país. El arzobispo de Buenos Aires, aquel que se enfrentaba a Néstor Kirchner y a Cristina Fernández, ahora era papa. Los más de 100 cardenales, después de dos días de rosca, alejados de Dios y cerca del César, se especulaba que habían definido seguir con la política conservadora y reaccionaria, obedeciendo al establishment económico del mundo.
No sólo Jorge Bergoglio había sido opositor al kirchnerismo, también lo era al rezago de la Teología de la Liberación dentro y fuera de la iglesia. En la década del 70, había estado cerca de la agrupación derechista Guardia de Hierro, que tenía contactos con la peor versión del gobierno peronista y después con el masserismo, durante el principio de la dictadura. A la vuelta de la democracia, hasta lo habían acusado de haber desprotegido, cuando no “botoneado”, a dos misioneros jesuitas, que fueron secuestrados y torturados por el régimen, según lo publicado por Horacio Verbitsky en su libro “El Silencio”.
Juan Pablo II (Karol Jozef Wojtyla), que de joven había sido parte de las filas hitlerianas, fue el factor preponderante en hacer caer el comunismo en Europa del este, especialmente Polonia, su país. Quedaba más que claro, que el primer papa latinoamericano tenía la función de combatir todos los gobiernos populares de su región. El renunciante, con rostro diabólico, Benedicto XVI (Joseph Aloisius Ratzinger) era demasiado reaccionario y elitista para poder llevar esa tarea adelante.
De este lado del charco estaba Cristina Fernández de Kirchner, Michelle Bachele (Chile), Dilma Rousseff (Brasil), malos ejemplos para las mujeres. José “Pepe”Mujica, un exguerrillero Tupamaro, gobernando Uruguay; Rafael Correa en Ecuador; Nicolás Maduro, continuador del Chavismo en Venezuela; y como broche de oro, un Indio que además gobernaba y administraba bien Bolivia, Evo Morales. El año anterior a la asunción de Francisco I, ya lo habían hecho caer al presidente paraguayo, el Obispo Fernando Lugo. Todos eran pésimos ejemplos para el catolicismo bañado en “Opus Dei”. Los gobiernos populares en América Latina eran la alternativa al neoliberalismo que ya mostraba las consecuencias nefastas de sus políticas en todo el mundo. Todo estaba más que claro. Primero irían por Cristina, y después por el resto.
A los pocos años de haber asumido el papado, la realidad dejaba un saldo de gobiernos conservadores neofascistas en los países que habían tenido gobiernos populares. Estarían los resultados a la vista. Pero el tiempo había demostrado también, que los Bolsonaro, los Macri, las Boluarte, los Lacalle Pou, los Piñera, habían sido sembrados mucho antes por aquél poder real, al cual incomodó el papado de Francisco. Para sorpresa de propios y extraños, Bergoglio se convirtió en una referencia para quienes anhelan un mundo más justo y más libre, más allá del catolicismo vernáculo, vallado de rituales y preceptos conservadores lejanos a los pueblos.
¿Era la misma persona aquel Jorge Bergoglio y el papa Francisco?
"El hombre es su yo y sus circunstancias" decía José Ortega y Gasset. Cada persona no es independiente de su entorno y del momento histórico en el que vive. Está inmersa en un contexto que la define y la condiciona, pero también la invita a actuar, a desear y soñar, a absorber la historia, y también a trascenderla. Todo es fluir y cambiar. Y Bergoglio no escapó de ese principio. Buenos Aires no es igual al Vaticano, ni Argentina al mundo.
Llevó al mundo la Teología del Pueblo. El aporte que hicieron a la Iglesia los curas, teólogos, filósofos e historiadores argentinos Rafael Tello, Lucio Gera, Alberto Methol Ferré, Justino O'Farrel, Gerardo Farrell, Juan Luis Segundo y Juan Carlos Scannone. A diferencia de la Teología de la liberación, ubican a la sabiduría del pueblo en el centro de la escena y al camino hacia la liberación, en la cultura popular, en lugar de la lucha de clase. Las antinomias es pueblo y anti-pueblo, Bien común y oligarquía. A partir de la globalización y la profundización de los procesos de exclusión, plantearon la “opción preferencial por los excluidos”. Esa fue la base del Papa Francisco para oponerse taxativamente al sistema capitalista, como pocos líderes políticos en el mundo lo hicieron. Sus encíclicas Lumen Fidei (2013), Laudato si' (2025), Fratelli tutti (2020) y Dilexit nos (2024), dan luz a temas como la migración, el racismo, la desigualdad económica y la violencia, y defiende una “política mejor” que esté al servicio del bien común. Ponen sobre la mesa la crisis ecológica y el cambio climático, denuncian un modelo de desarrollo que prioriza el beneficio económico sobre la dignidad de las personas y el equilibrio de los ecosistemas. Pero Francisco no se quedó en la teoría. Dio testimonio por cada opinión expresada. Trabajó incansablemente a favor de la inclusión y de la justicia social. Dentro de la estructura de la Iglesia, tuvo la valentía de combatir la corrupción, y bajó de jerarquía a la poderosa y conservadora organización “Opus Dei” (protegida por Juan Pablo II), llevándola al mismo nivel que a las demás organizaciones e instándola a cambiar sus estatutos. Las acciones de Francisco desafiaron permanentemente al poder, invitando a “hacer lío” en forma organizada para no permanecer inerme ante las injusticias de los poderosos.
Seguramente, el alejarse de su patria cambió su perspectiva hacia ésta y sus actores. Es por eso, el cariño a Hebe de Bonafini, llamándola periódicamente por teléfono como dos viejos amigos; o el regalo del rosario a Milagro Sala, en el peor momento de la embestida oligárquica; o las fotos con diferentes gestualidades, de acuerdo con quien posara. Todo dejaba bien en claro de qué lado estaba. Quizás su posicionamiento impidió volver a su país para evitar hechos violentos de parte de sectores conservadores y reaccionarios.
Su vida ha dejado una siembra, que después de su muerte los pueblos comenzarán a cosechar.
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