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Columnistas
27/04/2025

El ungido por el rostro de los pobres

El ungido por el rostro de los pobres | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

El autor de esta nota, sacerdote católico, reflexiona sobre la trascendencia de Francisco. Destaca su obra basada en una “teología del pueblo”, su “opción de amor y de alianza con los pobres”, y su llamado “a una fraternidad universal, cuidando de la ‘casa común’ y sin dejarnos atrapar por el ‘capitalismo salvaje’”.

Néstor Vicente *

Si bien veíamos los achaques de Francisco, y sus 88 años, la partida nos dejó a algunos shockeados, ya que humanamente nos cuestan los desapegos. Escribir algo de su figura presupone en estos momentos respirar hondo en medio del océano.

Quizás en estos días, muchos escritos han salido acerca de Francisco, y al hacer una hermenéutica -es decir una interpretación- de una persona, advertimos la convergencia de muchas subjetividades. Por lo tanto, quiero poder expresar unas ideas de una figura trascendental en nuestra historia tanto como argentinos y a nivel mundial, como ha sido el caso de Jorge Bergoglio.

Tiempo atrás una periodista le pregunto a Francisco cómo quería que lo recordaran, y él respondió: “Como a un hombre al que Dios le tuvo mucha misericordia”. Quizá esta sea una hermenéutica con la cual Bergoglio se vio mirado por Jesús, el enviado del Dios de la Vida, para llevar la Buena Noticia a los pobres. Y junto a los pobres y descartados, fue descubriendo la ternura de un Dios cercano al sufrimiento en las “periferias existenciales”, como las personas trans y toda la comunidad LGBT, en otros rostros que él se cruzó callejeando la vida.

Bergoglio humanamente comprendió como creyente, en su interior, aquello que repetimos los católicos cada Sábado Santo cuando renovamos las promesas bautismales: “Creernos que ya estamos convertidos del todo”. Esto lo hizo un hombre abierto al Espíritu Santo, que le ayudó a contemplar los dolores de la humanidad que muchos y muchas se niegan a ver.

Intuyo que, tal vez, el jesuita y teólogo Juan Carlos Scannone influyó en la mirada que Francisco desplegó como obispo de Roma en la concepción de la “teología del pueblo”, donde él fue dando pasos en ese camino de fe y le gustaba decirlo: “el santo pueblo de Dios”. Este pueblo pobre en el cual Jorge ve la presencia de Dios y lo ayuda a convertirse constantemente dando desde un perfil bajo una opción preferencial por los pobres, expresado en los cartoneros, en la villas de Buenos Aires, en los barrios porteños de Once, Constitución y tantos otros…

Hasta que en el cónclave del año 2013, como le pasó a Jesús en Nazaret (Cf. Lucas 4,16-22), fue ungido para llevar la buena noticia a los pobres. El cardenal Claudio Hummes, de Brasil -su amigo, como él mismo lo definió- le susurró al oído “no te olvides de los pobres”. Esas palabras ungieron a Bergoglio con el óleo de la alegría y marcaron una opción de amor y una alianza con los pobres, manifestando “quiero una Iglesia pobre para los pobres”. Un programa de vida cargado de gestos de amabilidad y ternura, como antes lo hacía en Buenos Aires pero con un amor globalizado, ninguna persona puede quedar fuera de la iglesia porque ella es una “casa de puertas abiertas donde cada uno puede entrar con su vida a cuestas”.

A este ungido por los pobres lo fueron a buscar sus hermanos cardenales “al fin del mundo”, como dijera al hablar minutos después de ser elegido Papa, ante el pueblo congregado en la Plaza San Pedro. Y allí mismo, antes que nada, le pidió a ese pueblo que lo bendijera… Ciertamente, en esa bendición entró en su corazón la figura del buen Pastor herido que se acerca a las ovejas heridas y al mismo tiempo a las que no son de su redil, como en cada lavatorio de los pies visitando las cárceles, y besando los pies a mujeres, extranjeros, creyentes o no… Desde su primer viaje fuera del Vaticano, a la isla de Lampedusa (en el sur de Italia), por donde multitudes de migrantes empobrecidos intentaban e intentan llegar a Europa en búsqueda de un futuro mejor. Allí denunció el horror de los que mueren devorados por las aguas.

En el proceso del cónclave donde resultaría elegido, Bergoglio abogaba por una “Iglesia menos autorreferencial” y más una “Iglesia en salida”… Luego lo demostraría infinitas veces. Como durante su viaje en 2023 a Sudán del Sur, país africano asolado por las guerras civiles, a cuyos dirigentes le besó los pies suplicándoles que trabajen por la paz y el diálogo. Su voz en defensa de los palestinos y de tantos masacrados, fueron una constante en su ministerio para clamar que la salida es una fraternidad universal, cuidando esta “casa común”, sin dejarnos atrapar por el “capitalismo salvaje”. Su corazón configurado con el de Jesús –el Dios cercano a los olvidados y excluidos– lo llevó a abrir la iglesia para que fuera de verdad esa “casa de puertas abiertas” que él predicaba, dialogando con los movimientos populares para que su voz resuene en todo el mundo soñando por “tierra, techo, trabajo” para cada ser humano... Alzando su voz para que se “derriben los muros” y no se deporten inmigrantes, cuestionando las estructuras económicas salvajes y afirmando son “una verdadera picadora de carne humana”.

Después de esta lectura, tendríamos que interpelarnos al mismo tiempo acerca de una hermenéutica de sus gestos. Porque Francisco “hablaba con gestos”. Como cuando decía que los “pastores olieran a ovejas”, y él lo vivía de esa manera. Se ocupó de que las diócesis pudieran tener referentes cercanos al dolor y que caminen las calles del sufrimiento. Ahí Francisco perfilaba una iglesia abierta, cordial, cercana, defensora de los últimos y olvidados, como lo decía en varias oportunidades: “Una iglesia como hospital de campaña”. Además, otro don grande de su persona ha sido la capacidad de escucha sin temor a la pluralidad, nos enseñó a no ser rígidos y a no tener miedo de ser una “iglesia accidentada y herida por salir” y “abrazando la vida como viene”.

Hoy damos gracias por sus tantos llamados, cartas que ha tenido para con tantos… se hacía el tiempo para muchos sin olvidarse de nadie. Todos para él tenían un significado de amor, especialmente los pobres, en esta lamentable “cultura del descarte”.



(*) Presbítero Néstor Vicente - Parroquia Santa María Goretti - General Fernández Oro (Río Negro).
29/07/2016

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