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Entre muchos de los logros de la Operación Especial se destaca haber puesto nuevamente de relieve que la fuente de todos los conflictos mundiales es prácticamente la misma: el combo imperialismo anglosajón + sionismo. Es decir, los EE.UU., ahora en modo MAGA. Su colectivo vasallo más vicario es la UE, cuyos burócratas vocingleros, aunque desairados por Trump, repiten consignas vacías sobre libertad y democracia pero que han, de seguro, protorazonar que las guerras se producen por la única razón de que hay naciones inconscientes y belicosas que no entienden que el liberalismo occidental es una panacea, que generan riqueza y bienestar (se entiende que para sus cúpulas) y que es natural y correcto congelarle los fondos a Rusia, aunque teóricamente puedan inteligir que esto los llevará a algunos problemas a corto plazo con esta nación. Lo que tiene en mente esta insólita runfla, cruza de corsario con kamikaze de 1945, sigue siendo un misterio, salvo el acuerdo general sobre lo peligroso que son.
A veces sueltan la lengua y dan alguna pista sobre la fenomenología conductual del eurotontismo. Un amigo mío que vivió en Europa le compartió a un amigo suyo, ex funcionario de la UE, suizo de origen, pero consolidado en Bruselas, uno de los tantas como lúcidas participaciones de Jeffrey Sachs sobre el conflicto. Sachs es una pieza muy importante en la lucha de los escasos preclaros abocados a dar lugar a la verdad por sobre la postverdad: es académico, gringo, blanco, y venerado en Columbia. No puede ser acusado de ser “pro Putin” o “pro Jamenei”. Aunque, en cierta forma, se convierte justo en eso, a ojos del público lobotomizado en Occidente, sólo porque denuncia las mentiras otanistas. Pues esta fue precisamente la respuesta del suizo en cuestión, para “disentir” con Sachs: para él está muy mal que Sachs en su participación califique de “ilegítima” la apropiación o congelamiento de activos rusos porque “es una medida necesaria contra un país que invadió Ucrania”. Y, para terminar de “desacreditar” totalmente a Sachs, acusa “Además, es sabido que el interlocutor de Sachs en el video trabajó años en RT”, otro de los brillantes argumentos que revelan las intenciones de Europa de que se prolongue la guerra en Ucrania lo más que se pueda.
Pero se acerca el Día de la Victoria, como el iceberg A23A hacia las islas Georgias del Sur. Los europeos no saben qué hacer, entre el caos arancelario, la actitud ambigua de Washington y que Zelenski no da una en Ucrania: su intento de propagandear una nueva “masacre de Bucha” en Sumy fracasó. Sus voceros más purulentos, los regímenes bálticos, son los encargados de amenazar a Serbia y a Eslovaquia con la no entrada a la UE (sic) en el primer caso y graves sanciones en el segundo, si sus dirigentes asisten a la Plaza Roja el 9 de mayo. Al corillo se suman, como de costumbre, el ala femenina de las SS actualizada, el SS-Gfolge de la década de 1940: Kallas, Frau Baerbock y (UE) Von del Leyen. Nuevamente, al “boicotear” el desfile en Moscú, le hacen nuevamente un favor a Rusia, pues sería muy arriesgado exponer a cualquier representante de los otanistas a un ataque de falsa bandera en Moscú para luego acusar a Rusia. Mejor todos en paz, con la sola presencia de los representantes de naciones soberanas que, quiéranlo o no, están del lado correcto de la Historia.
Pero no todos piensan así. ¿Deben ser respetados? Seguro, pero hasta cierto punto. El genocidio en Gaza, al igual que la OE en Ucrania, eliminó todas las máscaras y ahora podemos conocer quiénes son en realidad muchos de los que nos hemos rodeado en las últimas décadas. Son curiosas las correlaciones contemporáneas: la mayor parte de los que publicaron en las redes banderitas ucranianas hace tres años, son quienes hoy apoyan a Israel en esta carnicería.
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