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Los amantes de las estadísticas (y del ábaco que cuenta “los paros nacionales”) contabilizarán que el jueves 10 de abril la CGT, junto a las dos CTA y a los movimientos sociales, realizará el tercer paro nacional contra la política económico-social que lleva adelante el gobierno de Javier Milei. Anotarán también que la protesta comenzará el día anterior, cuando trabajadores ocupados y desocupados participen de la marcha que todos los miércoles protagonizan los jubilados frente al Congreso de la Nación.
El registro contendrá dos antecedentes: los paros nacionales del 24 de enero de 2024, de 12 horas de duración y “a sólo 45 días de haber asumido el nuevo gobierno”; y del 9 de mayo del mismo año, esa vez sí, de 24 horas. Antes y después, numerosas movilizaciones, actos de protesta y cese de actividades totales o parciales que las centrales sindicales (algunas más que otras) convocaron y/o acompañaron, a veces en las calles, otras en fábricas y oficinas.
Lo que la planilla no dirá es que a poco más de 72 horas de una protesta que se extenderá por 36 horas, y que presumiblemente paralizará el país (y también, quizás, como cada miércoles, vuelva a cubrir el país con la niebla hiriente de los gases lacrimógenos), la agenda informativa (y el debate público) va por los carriles de los aranceles de Donald Trump o del histórico rechazo de los pliego de Ariel Lijo y Manuel García Mansilla, pero no por las medias de fuerza de la semana que se inicia. Acompañado, hay que decirlo, por el silencio de buena parte de sus protagonistas.
“No hay comunicación con el Ejecutivo. Con el jefe de Gabinete, la última reunión en la que crucé palabras fue en la Casa Rosada, y con la otra persona, que chateábamos y teníamos alguna relación, fue el saludo de fin de año para las Fiestas. Con Santiago Caputo”, dijo Héctor Daher, titular de la central obrera, al anunciar la medida de fuerza el 21 de marzo pasado. Es decir, hace 17 días.
Desde la CTA de los Trabajadores que conduce Hugo Yasky, el paro se enfrenta con otro énfasis, y un recorrido distinto en las calles. “Participamos de la convocatoria porque es un punto de continuidad, de confrontación con las brutales políticas de ajuste de Milei y con los métodos represivos que sufren los jubilados y que han sufrido otros manifestantes por parte de un gobierno autoritario, que atropella los derechos de los jubilados y que se lleva también por delante a los trabajadores”, asegura a
el también diputado nacional (Unión por la Patria).
Y agrega que la política oficial “tiene que tener como respuesta la unidad en la acción de las distintas centrales sindicales, de los movimientos sociales, y por eso, el 9 con la movilización al Congreso y el 10 con el paro general, vamos a encontrar un punto convergente para confrontar con esas políticas”.
Motivos sobran
El pulso de la calle, y el de una sociedad dividida ante un gobierno que aplacó el aumento de precios pero no logra que con su política económica “la plata alcance”, parece explicar el entusiasmo dispar que la medida de fuerza genera entre trabajadores, sindicatos y centrales obreras. Sin embargo, motivos para parar sobran.
Y Yasky los enumera: “Entre los principales reclamos, por supuesto, está el de la recomposición de emergencia para los jubilados, la devolución de los medicamentos que recibían gratuitamente y que es vital para quienes perciben una mínima que no llega ni a la mitad de la canasta de indigencia”.
“También reclamamos -destaca- por la continuidad de la moratoria, que al ser clausurada por el gobierno va a significar que todos los años volvamos a acumular esa enorme cantidad de gente que al llegar a la edad de jubilarse no va a poder acceder a ese derecho”.
En cuanto a las demanda de los trabajadores activos, el histórico dirigente subraya que “también forma parte de los reclamos la exigencia de paritarias libres. Ha habido numerosos casos en los que el gobierno ha intervenido, intentando imponer un techo por debajo de los de inflación; reclamamos además el cese de los despidos en el sector público y la devolución del incentivo docente, que significa para los docentes de todo el país la pérdida de un salario anual”.
El reclamo excede además lo meramente reivindicativo. “Estamos pidiendo la restitución de los fondos presupuestarios que le fueron quitados a las universidades”, dice Yasky a
para quien “el panorama social es desolador; la cantidad de suspensiones y despidos en los distintos sectores de la industria crecen de manera alarmante”.
“Reagrupar al movimiento sindical”
Lo que suceda la semana próxima también puede marcar una nueva etapa en el movimiento obrero y en la tensión entre sus distintas expresiones, como así también en la relación con el conjunto del movimiento social que enfrenta las políticas libertarias. Habrá que ver si lo que ocurre en la calle impulsa una mayor cohesión, o por lo menos la hace más consistente y duradera.
“El paro y la movilización marcan el intento de reagrupar al movimiento sindical en torno a una medida de acción nacional. Sabemos que esta acción tiene una importancia trascendental para no soltarle la mano a los distintos sectores que, en soledad, están tratando de revertir este plano inclinado en el que están, en términos de pérdida de trabajo y de salario”, apunta Yasky.
El desafío, para quienes pretenden enfrentar el nuevo orden social que busca imponer el gobierno de Javier Milei, parece ser generar las condiciones que permitan superar el reclamo sectorial y encontrar un eje articulador que sea convocante para una mayoría social aturdida por una política que “le da” (estabilidad) y le quita (derechos y calidad de vida), en un mundo opaco y que también se está reconfigurando.
Así, lo que ocurra la semana que se inicia es, para Yasky, “un punto importante de una estrategia de reunificación del movimiento sindical con los movimientos sociales y también con otras expresiones del campo popular dispuestas a confrontar contra la política de ajuste que destruye el tejido social en la Argentina”.
Para el dirigente, los sectores a articular desde la clase trabajadora son “el estudiantado, el empresariado pyme, el cooperativismo, los pequeños productores agrarios y los diferentes actores sociales que van a confluir el miércoles y jueves próximos”.
Cómo seguir
La disputa de la agenda (y del sentido) del día después del paro nacional irá más allá de lo que digan o callen comunicadores oficiales u oficiosos. También del simple voluntarismo, del deseo de que la realidad se configura de tal o cual modo. La posibilidad de comenzar a encarnar un nuevo horizonte requerirá navegar en aguas tan turbulentas como imprevisibles.
“La idea que intenta instalar el gobierno -explica Yasky- de un país donde la pobreza decrece y la conflictividad social está reducida a pequeñas expresiones, contrasta con la verdadera realidad, que es la de un país que está sufriendo cada vez más las consecuencias de no poder llegar a cubrir las necesidades mínimas de los hogares de trabajadores y jubilados”.
Y agrega: “Lo ideal sería que el día después del paro el gobierno asumiera que debe modificar sus políticas, pero sabemos que no lo va a hacer, por lo que el día después nos encontrará otra vez trabajando para recuperar la iniciativa. Seguramente, la masividad del paro nos va a fortalecer”.
Para el dirigente lo que sucederá el 9 y 10 de abril “va a ser una bocanada de oxígeno para todas las organizaciones que están luchando, y un llamado de atención para los que en el Congreso de la Nación quieren seguir impulsando reformas de las leyes sindicales claramente dirigidas a debilitar a las organizaciones gremiales; y a construir una especie de consenso en torno a la idea de que los sindicatos, lejos de defender intereses primordiales, defienden privilegios”.
La protesta y lo que suceda en las calles puede abrir una nueva etapa para el movimiento obrero. También para su aspiración de convertirse en el gran articulador de un frente social más amplio, que haga posible construir una alternativa que transcienda lo sectorial y se proyecte hacia el conjunto de las demandas de un país que sufre un experimento político inédito. Y despiadado.
“El paro va a marcar un escenario en el que un gobierno cada vez menos dueño del control de la situación, con una economía cada vez más dependiente de la ayuda que eventualmente pueda llegar del FMI. Lo de la ayuda es entre comillas, porque en realidad va a ser una nueva hipoteca para nuestro país y para nuestro pueblo, por parte de un gobierno asediado por sus propios errores y que, claramente, está empezando a dar muestras de que se aleja de la luna de miel que durante meses le permitió mostrarse sólido, impasible ante las demandas de los que caían bajo la motosierra”.
La novedad entonces, tal vez sea, que el silencio se pueble de voces. Y estas de cantos. De una que sepamos todos.
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