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30/03/2025

Jugada a la desesperada

Jugada a la desesperada | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

El papelón del gobierno de esta semana fue el intento de frenar la crisis cambiaria anunciando un crédito cuyo monto y plazos no están confirmados. La devaluación acecha y con ella la posibilidad de una derrota electoral.

Héctor Mauriño

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El gobierno ya no logra convencer a nadie, ni al Fondo Monetario, que lo desmiente, ni a “los mercados” que trabajan para una devaluación que a esta altura parece inevitable, ni a la opinión pública que cada vez le cree menos.

El papelón de esta semana fue el intento de frenar la crisis cambiaria con el anunció por parte de Caputo de que el préstamo del Fondo será por 20 mil millones de dólares y de libre disponibilidad. Nada de eso, el mismo día una funcionaria del organismo de crédito salió a aclarar que el monto aún no se fijó, y que el desembolso será, como es habitual en cuotas.

Para darle más énfasis a la jugada desesperada, salió el propio Milei a decir estadísticas erráticas y otras falsedades, de paso intentó echarle la culpa de todo a Cristina Kirchner, lo de siempre. La respuesta del “mercado” fue como si le hubieran hablado a una pared, siguió con la presión sobre el dólar. La explicación es sencilla: no le creen al gobierno, porque los argumentos son falsos o endebles y el valor actual del dólar recontrabajo es insostenible.

El daño que Milei, Caputo y el resto de la banda gobernante le está haciendo al país con la complicidad del poder económico es incalculable: el consumo sigue parado, la industria trabaja a un 50 por ciento de su capacidad y la pérdida de empleos es cada vez mayor.

La apuesta del gobierno a no devaluar hasta después de las elecciones se hace cada día más difícil y la realidad con la que los libertarios se empiezan a confrontar es la de una probable derrota electoral. No por nada se adelantaron a tratar de frenar la corrida, pero hasta el viernes fue en vano y todo hace pensar que las reservas se seguirán esfumando rápidamente cuando vuelva a abrirse mañana el mercado cambiario.

Mientras tanto la economía sigue frenada, la Argentina se ha convertido en uno de los países más caros del mundo en dólares y los salarios en pesos alcanzan cada vez menos para que las familias satisfagan sus necesidades elementales.

El grupo de vándalos encaramado en la Rosada y sus cómplices del poder económico, la superestructura política y la justicia vendida, están llevando a la economía y las instituciones de la República a un grado de destrucción inédito.

El golpe asestado a la democracia duramente reconquistada en 1983, es brutal. El avance del Ejecutivo sobre el Legislativo no registra antecedentes por su magnitud, el presidente es un autócrata que gobierna por decreto y a su antojo.

Semejante grado de descomposición lleva a pensar en el día después. Más tarde o más temprano habrá después y los argentinos tendrán que hacerse cargo de la reconstrucción de la economía y las instituciones, muchas de las cuales se han convertido en papel mojado o formalismos huecos, un macaneo que ya no se ajusta a la realidad ni a las necesidades del país.

El presidencialismo se ha desbocado, los diputados no representan al pueblo de la Nación sino que proceden a su arbitrio y sus voluntades son fácilmente doblegables; los senadores no son representantes leales de las provincias sino que obedecen a las necesidades políticas de los gobernadores de turno; los jueces y la Corte Suprema no imparten justicia sino que trabajan sin rubor para los poderosos.

El federalismo tan declamado no se verifica en la práctica en ningún lado. Las provincias están siendo desvalijadas por el Ejecutivo nacional y en buena parte de los casos los gobernadores sólo atinan a ponerse del lado que calienta el sol.

Esto que vive el país se parece a un final a toda orquesta donde el sistema se diluye. Hay que decirlo, en este cuadro de descomposición la reforma constitucional de 1994 lejos de mejorar el esquema institucional del país lo empeoró.

El presidencialismo se agravó con más y mayores facultades para el Ejecutivo, entre otras la reelección; la autonomía para la ciudad de Buenos Aires acentuó la macrocefalia y le escamoteó al país su capital federal; el traspaso de los hidrocarburos a las provincias puso la defensa de la riqueza nacional en su eslabón más débil; la eliminación del colegio electoral acentuó el centralismo; los nuevos derechos, en fin, están muy bien pero no se cumplen. Tenía razón el obispo De Nevares al renunciar a una Convención que no era soberana.

Los males de la Argentina no nacieron en 1994, claro que no, vienen de larga data, pero aquella reforma los acentuó y este gobierno desquiciado al servicio del poder económico y Estados Unidos los terminó de profundizar.


 

29/07/2016

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