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08/12/2024

Pasos para adelante y para atrás

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Cada gobierno popular, comenzó dos o tres pasos atrás del anterior gobierno de similares características, y sumó uno o dos pasos, pero quedó detrás de cómo había comenzado el gobierno popular anterior.

Rodolfo Canini

Si el cumplimiento de la Constitución Nacional se pudiera medir por pasos hacia adelante y hacia atrás, por los gobiernos de los últimos 50 años, lo calculado se acercaría a los siguientes resultados:

Con la vuelta de Perón se lograron dos pasos al frente; con la dictadura, cuatro pasos para atrás. Con Alfonsín y la vuelta de la democracia, un paso para adelante. Con Menem, dos pasos para atrás. Con De la Rúa, un paso más para atrás. Con Duhalde nos quedamos quietos, en el mismo lugar. Con Néstor y Cristina, logramos dar dos pasos adelante. Con Macri, uno para atrás. Con Alberto nos quedamos quietos (sin contar la decepción popular) y con Milei, llevamos dos pasos para atrás en menos de un año.

Los logros antipopulares han sido superiores a los antagónicos en el término de diez lustros. Desde el primer gobierno de Juan Perón hasta su regreso, el retroceso en términos económico-sociales no fue tan notorio y destructivo, a pesar de las sucesivas dictaduras, con interregnos pseudo-democráticos por la proscripción del Peronismo. El uso de las armas de los autopercibidos liberales durante los 18 años de exilio de Perón, acciones violentas como bombardeos masivos, fusilamientos, encarcelamientos a dirigentes políticos y gremiales opositores, no alcanzó para doblegar a un Pueblo que se encontraba organizado y con la voluntad política de hacer respetar sus derechos.

Es importante ver el proceso histórico: cada gobierno popular, comenzó dos o tres pasos atrás de lo que había dejado el anterior gobierno de similares características, y al terminar su mandato sumó uno, o dos pasos, pero quedando por detrás de lo que había empezado el gobierno popular anterior. De ésta manera fuimos perdiendo derechos adquiridos e institucionalidad democrática. Sólo con observar el incumplimiento de la manda constitucional nacional del artículo 14 bis se puede verificar la conculcación de derechos y la degradación institucional que se ha dado en nuestro país, acelerado intensamente éste proceso en el último año. Siguiendo la metáfora matemática: hacia adelante la progresión en derechos representa pasos que se suman, y hacia atrás, son pasos que se multiplican.

Existe un planeta en crisis con una guerra mundial solapada, producto de la tambaleante hegemonización de EE.UU. No obstante la mutación del poder internacional, en estos lares la crisis se ha multiplicado exponencialmente. No se escucha a ningún primer mandatario en el mundo querer destruir al Estado, por el cual tienen que bregar y al cual tiene que administrar en la forma más eficiente y eficaz posible por el bien de su gobierno, pero principalmente por el bien común. Aquí, en nuestro país, el brutal y payasesco presidente manifiesta a viva voz su intención destructiva ante una sociedad impávida, indiferente y con bastante morbo e idiotez.

Que haya más pasos para atrás que hacia adelante en lo que se refiere a derechos y bienestar del Pueblo en la Argentina, tiene que ver con una puja de intereses que se remonta a la misma emancipación de la Corona Española, que no es lo mismo a emancipación del concepto de ser colonia.

Lejos de la corona más no de la colonia

Los americanos no se sentían parte de un sistema colonial, sino de un reino. No eran principios democráticos los que se debatían, sino la libertad de comercio. “La libertad de América es parte de la revolución burguesa europea”, -analizaba el intelectual peronista Juan José Hernández Arregui-. “Estas regiones pasaron a ser las áreas marginales del capitalismo mundial. Los derechos de aduana fueron más importantes que los Derechos del Hombre” – afirmaba allá por los 60 el escritor, periodista y militante político.

La emancipación de la corona sólo le interesaba a la clase alta, y particularmente a la afincada en el Puerto de Buenos Aires. Fue, en principio, un hecho económico y no una lucha por la libertad. Esa realidad no descalifica en absoluto la acción de nuestros próceres latinoamericanos. Los emancipadores se formaron en España donde la ideología liberal había cundido con fuerza. Demuestra ello la Constitución Política de la Monarquía Española (año 1812), más conocida como la Constitución de Cádiz o “La Pepa”(de allí viene la expresión de “¡Víva La Pepa!”). Además de ser la primer Carta Magna española, fue la más liberal de su tiempo. Nuestros próceres latinoamericanos se embebieron de esa ideología y por eso dieron su vida por la libertad de los Pueblos. Tenían en claro que debía darse una continuidad organizativa política-administrativa con la de los virreinatos, emulando a la de la corona española. Sólo de esa manera, manteniendo la unidad y constituyendo una Patria Grande, podrían sostener la emancipación no tan solo de España, sino también de Inglaterra y de su reciente Nación aliada de América del Norte. Pero esa libertad fue utilizada por las clases altas para beneficio propio. Las oligarquías locales en América del Sur, estimuladas por el imperio británico y EE.UU., se encargaron de dividir para que la lucha armada contra la Corona Española deviniera en luchas fratricidas. Sesenta años años de guerra civil durante el siglo XIX, no alcanzó para apagar del todo la rebelión popular en nuestro país. Siempre quedan llamitas en la historia que, con un poco de viento revolucionario, toman potencia para fundir las cadenas de la opresión. Son los pasos adelante que esperanzan la vida.

La libertad para los ricos

En el comienzo del siglo XX, se plasmó el triunfo contundente de la “clase alta” en el poder de la Nación, que se valió de las luchas emancipatorias de los patriotas -San Martín, Belgrano, Juana Azurduy, Güemes, Remedios del Valle, por hacer referencia a algunas figuras destacadas en la lucha emancipadora-. Utilizó vilmente “la libertad” para acrecentar sus riquezas a costa del sacrificio del Pueblo. Esa clase alta, a la cual Perón identificó como “la Oligarquía”, es la que reivindica Javier Milei cada vez que cita a “lo mejor de nuestra historia”.

Para despejar miradas subjetivas, cito a Sir David Kelly, ex embajador inglés en la Argentina, quien relata en sus memorias la impresión que en las primeras décadas del siglo XX le causó la oligarquía argentina: “Al encontrarme de pronto en esta rica sociedad que prácticamente no poseía interés por el arte y la literatura, y que se inspiraba, en parte, en la tradición española, y en parte, en la plutocrática sociedad del barrio Etoile de París, fue una experiencia que me dejó perplejo. Nunca pude acostumbrarme a su brillo artificial y a su falta de realidad”. Ese brillo artificial de la oligarquía y su falta de realidad, nos siguen haciendo dar pasos para atrás en el presente.

29/07/2016

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