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Va pasando el tiempo en que las críticas al gobierno de Milei se enfocan en su insólito estilo político. Vociferante, violento, de comunicación confusa. Ahora se va corriendo la máscara que ocultaba la verdadera estirpe de lo que eran sus objetivos de gobierno, a los que podríamos calificar de francamente de antipopulares.
INTA, AFIP, Incaa, Inadi, INVAP, Anses, Coticen, feminismo, universidades públicas y otros organismos del estado y derechos de minorías, son pasados a degüello con el único fundamento de realizar un ajuste, superior en monto a lo que demanda el FMI. Un estado desarticulado, vaciado, humillado en las personas de sus servidores públicos, es hoy un remedo en cuya impotencia encuentra Milei, excusa del accionar de su destructora motosierra, con coro de aprobación de cientos de conspiradores y cómplices expeditivos.
El Topo, destructor serial, cree que cuanto más destruya más cerca estará de conseguir la adhesión popular. Pero no estamos en la Europa de comienzo del siglo XX que enardecida y nacionalista, se movilizaba victoriando por la guerra y treinta años después de 1918 parió a la bestia del nazismo. No, acá la repercusión de la destrucción no alienta a una guerra sino a una contracultura que más temprano que tarde se verá obligada a reponer los valores arrasados, para volver a considerarse una Nación Humanista
Hoy el estilo ridículo y extravertido de Milei, ya no tiene la sorpresa descalificadora del principio y se atenúa ante la destrucción del estado que es su vocación.
Visto desde la oposición y dejando a un lado criterios ideológicos, alcanzaría con puntualizar los aspectos restrictivos de la canasta de alimentos en la población, para suponer una oposición férrea contra las medidas del gobierno de Milei, que deberían reflejarse en las encuestas como una presunta derrota, por la opción a elegir a partir del día en que un dirigente popular se postule.
Las encuestas han mostrado hasta ahora que el rechazo a Milei no es absoluto y en muchos distritos seguramente presentará lucha, lo que torna dudosa la impresión que tenemos ahora de que el gobierno es muy malo y que es inevitable la traducción electoral de su fracaso, hablando de la elección del 2027.
Al respecto, pienso que parecería que la sociedad tolerará el mandato de Milei y evaluará cuánto le costó sobrevivir al mismo, por aquello de que la esperanza es lo último que se pierde. Por lo tanto, parece no haber medida más dura, socialmente hablando, que las que ya se han tomado, el pueblo aparece por ahora como que hará el aguante a este gobierno hasta el final. Y ahí sí, terminada la experiencia Milei, la noción de búsqueda y cambio puede tener un consenso que induzca a su desplazamiento por vías democráticas.
No nos preguntemos qué quedará en pie, por entonces, de nuestra Patria.
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