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A un gobierno de ocupación lo podríamos definir, a grandes rasgos, como la invasión militar que ejerce el control provisional efectivo sobre un territorio que no está bajo su soberanía formal, sin la voluntad del soberano real. Hay muchos ejemplos a través de la historia de gobiernos de ocupación. Todos ellos siempre fueron ayudados por la complicidad de sectores sociales locales.
“Viva el ejército alemán que nos ha liberado de la espantosa opresión judeo-comunista”, se leía en un cartel el 10 de julio de 1941, colgado en Jedwabne, ciudad a 177 km al noreste de Varsovia, donde católicos polacos masacraron a vecinos judío, sometiendo a sus víctimas a todo tipo de torturas y vejaciones públicas, después de haber convivido siglos. Los victimarios no eran nazis, pero el hecho explica hasta dónde puede calar la cultura fascista.
Podríamos afirmar que el gobierno argentino está yendo por un camino que ya han recorrido gobiernos de ocupación. Tenemos un Presidente, aunque surgido del voto popular, su desempeño es comparable a cualquier “Líder administrativo” de un gobierno de ocupación. En primer lugar, es un Presidente que no tiene ninguna relación con la historia de nuestro Pueblo. Sus características políticas, ideológicas, culturales y hasta religiosas nada tienen que ver con la idiosincrasia y con lo consuetudinario social de nuestro país. Se podría afirmar que es un Presidente ahistórico. El desprecio que siente por el Estado Argentino, organización político-administrativa, construido a través de más de 200 años de historia nacional, es propio del sentir de alguien ajeno, sino enemigo, del país. Su desconocimiento del funcionamiento de la economía real y cotidiana de la sociedad, el menosprecio con que trata a la educación y a la salud pública, el desdén discursivo a la cultura argentina, su desinterés por la ciencia, no hacen más que confirmar su falta de pertenencia a un colectivo, que sin embargo, paradójicamente lo tiene como representante. Milei es un oxímoron de nuestra sociedad.
Para completar las características de un gobierno de ocupación, necesita las fuerzas de choque, que mantengan controlada cualquier disidencia que se les escape a las fuerzas regulares. Para ello, como era predecible, “Las Fuerzas del Cielo” se convirtieron en poco tiempo en “Fuerzas de choque bien terrenales”. Hace pocos días atrás se anunció la creación del “Brazo Armado Libertario”, una suerte de “Guardia Pretoriana Presidencial” dispuesta a dar garrotazos libremente a todos aquellos que disientan con las políticas libertarias. El “brazo Armado” está financiado a través de la Fundación Faro, presidida por el neonazi-colonialista Agustín Laje, y cuyos aportantes son empresarios megamillonarios como Marcelo Mindlin (Pampa Energy), Martín Migoya (Globant), Claudio Belocopit (Swiss Medical), Sebastián Bago (Laboratorio Bagó), el opudeista Jorge O`Relly (Desarrolladora Eidico), los hermanos Germán y Patricio Neuss y el ex ministro de Menem José Luis Manzano. Es importante conocer los financistas para que no escapen a la responsabilidad de los hechos de violencias, luego perpetrados por pobres desclasados.
La actual situación económica no se diferencia mucho a la del 2001, cuando nuestro país estalló con una fenomenal crisis. La gran distinción quizás radique en las referencias políticas. Hace poco más de dos décadas no existía una experiencia política reciente que la sociedad pudiera comparar con la actualidad, y aún menos se contaba entonces con un liderazgo político como alternativa al gobierno desastroso de Fernando de la Rúa. El Gobierno de ocupación de Milei y sus arrastrados “opositores” dialoguistas han tomado nota de esta situación. En principio, la “mafia judicial”, como todas las otras mafias judiciales del cono sur, ya ha implementado el manual escrito en el país del norte: condenar a los líderes populares, en este caso a Cristina Fernández de Kirchner. La ex presidenta ha corrido la suerte de sus pares, Rafael Correa de Ecuador, Evo Morales de Bolivia, Pedro Castillo de Perú, Manuel Zelaya y Lula Da Silva de Honduras y Brasil respectivamente, en su momento. Pero como no alcanza la condena de la “mafia judicial”, es necesario que el Poder Legislativo sancione la Ley de “ficha limpia”, contradiciendo el principio elemental de “todos somos inocentes hasta que se compruebe lo contrario”. Y lo contrario es tener condena firme.
La herramienta electoral que los peronistas acostumbraban a usarla solamente en momentos de elecciones, hoy puede ser una organización política alternativa al gobierno de ocupación. Para ello, Cristina finalmente ha asumido su rol histórico, el que nunca debió haber dejado. Ser Presidenta del Partido Justicialista no sólo clarifica su liderazgo sino también, le impone como reto conducir desde una forma orgánica. El desafío es ampliar más allá de la frontera del peronismo, pero sin desdibujar las convicciones que la llevaron a ser quien es.
Claramente la alternativa al gobierno de ocupación de Milei surgirá nuevamente desde el fondo de la historia de nuestra Patria, con una mirada desafiante hacia el futuro, proponiendo cambios osados y profundos. De lo contrario nos convertiremos en una colonia, con desigualdades atroces e indignidades inherentes a “la servidumbre voluntaria”, tan bien descripta hace casi 500 años por el filósofo francés Étienne de La Boétie.
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