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El gobierno ha celebrado como un enorme logro el que la inflación mensual de octubre perforó, por primera vez en el año, el 3% (según el dato oficial fue del 2,7%). Es cierto que el índice ha tenido un comportamiento decreciente a partir del salto que sufrió en diciembre pasado por la devaluación del peso decretada por este gobierno. Pero, analizada la cifra en su contexto, no hay tanto para festejar.
En primer lugar, hay que recordar que en el gobierno de Cristina de Kirchner, la inflación era del 1,7% en octubre del 2015 y 1,95 en el último mes completo de gobierno (noviembre) mientras que en noviembre de 2023 (último mes del gobierno de Alberto Fernández) la inflación alcanzó el 2,3%, y en ambos casos (con índice inferior al que tanto festeja el gobierno), la oposición los acusaba por la alta inflación que se sufría. En segundo lugar, la inflación argentina de este mes y de este año es una de las mayores de la región y del mundo:
Por otro lado, en el bolsillo la gente percibe que, a pesar de la disminución del índice inflacionario, la plata cada vez alcanza menos. Esto se debe, por un lado, a la pérdida del valor adquisitivo del salario, que, en promedio, algunos estiman en el 20%; por otro lado, a que el índice es el resultado de comparar precios de una canasta de bienes y servicios de consumo determinada y fija y que la canasta en uso quedó totalmente desactualizada (como lo reconoció la autoridad del INDEC y prometió reformarla) y que subestima al índice de inflación. Por ejemplo, la incidencia de los servicios regulados (tomando exclusivamente luz y gas) era en el 2023 (tomando el promedio simple de las distintas incidencias) del 2,13% en el presupuesto hogareño, y pasó a ser el 6,73% (incide 3 veces más), reduciendo el consumo de los demás bienes y servicios; sin embargo, se mantuvo el mismo peso de esos servicios en la canasta de bienes considerado por el INDEC. Esto significa que un aumento del 20% en estas tarifas (producto de la desaparición de los subsidios) implica un aumento del índice de inflación determinado de casi un punto porcentual (0,92 puntos) que no está tenido en cuenta.
Hay que recordar que en junio la luz aumentó entre 20% y 189% mientras que el gas lo hacía entre 6% y 14%. En octubre el aumento fue (precios mayoristas) fueron del 2,7% en la luz, 3,6% en el gas y 4,91% en el agua.
Además, Milei dijo que “teóricamente estamos cerca de lo que sería inflación monetaria cero”. ¿Es cierto? Y si lo fuera ¿Puede durar? La baja de la inflación se consiguió fundamentalmente en base a un dólar “planchado” (con una actualización del 2% mensual, muy por debajo de la inflación, y en una especie de reedición de la “tablita” de Martínez de Hoz de los años ’70, que genera atraso cambiario y, también, a la profunda recesión económica producida por un ajuste salvaje del gasto (suspensión de la obra pública, desfinanciación tanto de las provincias como de la educación, la salud y la política social). Las consecuencias han sido, por un lado, el cierre y quiebra de empresas, especialmente PYMES, el aumento de la desocupación y de la pobreza y, por el otro, la reaparición de la “bicicleta financiera” (que los financistas llaman “carry trade”). Todas las experiencias con esas políticas realizadas hasta hoy terminaron igual: en profunda crisis y, por lo general, aumentando la deuda externa que debemos pagar entre todos. No parecen haber razones para que en esta oportunidad termine distinto. Por último, el presidente Milei abusa de los ejemplos contrafácticos (imaginar cómo habría cambiado el presente si no se hubieran tomado determinadas decisiones), liberados a la imaginación y que es imposible probar. Pero estos ejemplos tienen un límite lógico para ser creíbles. Uno de los preferidos por Milei, repetido múltiples veces, es “Bajamos la inflación del 17.000% al 35%”, que es más un disparate que una falsedad.
Si la inflación de noviembre del 2023, último mes de gobierno de Alberto Fernández fue del 2,3% ¿En que fundamenta Milei ese dato? Resulta que en diciembre del 2023 Milei resolvió una devaluación del 118,5% (mayor que la que todavía se recuerda como el “Rodrigazo” del 4-6-75, del 100%, considerado como uno de los mayores disparates de la historia económica argentina), que repercutió en los precios mayoristas que, por ser un mercado más concentrado, reaccionan mucho más rápido que los de consumo. La inflación mayorista de diciembre del 2023 fue del 54% que, en los meses siguientes, se fue trasladando al costo de vida. El 54% mensual, anualizado, da el 17.000% (en realidad 17.793%).
En primer lugar, semejante suba de precios fue consecuencia directa del error en política económica de Milei, con semejante devaluación del peso, ya que la inflación que dejó Alberto Fernández, repito, rondaba el 2,5% mensual. En segundo lugar, no se puede pensar que esa inflación anual sea un dato posible: requeriría que todos los meses existiera una devaluación similar que alimentara la hiperinflación, y que la misma fuera soportada por la población, dos condiciones fuera de toda lógica.
En resumen, la alta inflación de este año (la mayor del mundo) es el resultado de la política económica de “La Igualdad Avanza” y la actual y evidente reducción del índice inflacionario “está atado con alambre”: está basado en el atraso cambiario, tal como muestra el diferencial de precios con Chile y con Brasil, o la cantidad de turistas que salen respecto a los que ingresan al país, cifra que es muy sensible a las variaciones de la relación cambiaria. El atraso cambiario requiere la inyección permanente de dólares que el país no tiene, razón por la cual no puede durar mucho tiempo. Termina con una fuerte devaluación y, como consecuencia, un nuevo salto inflacionario que, en las actuales circunstancias, resulta inevitable.
¿Cuándo? El plazo depende del ingreso o no de dólares, es decir, de los precios de exportación, del nivel de una recuperación económica (que requiere aumentar las importaciones), de eventuales inversiones externas productivas o, que esperamos para bien del país no ocurran, la entrada de capitales especulativos o de un nuevo préstamo del FMI, como el que dio a Macri por decisión de Trump y que tanto esperan Milei y Caputo. Pero que no cambian el final anunciado.
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