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El vértigo con que Milei deroga derechos, niega y reniega de necesidades sociales resulta poco menos que imparable.
Nos preguntamos cómo hacemos para parar a este fanático poseído, que paradójicamente tiene la virtud de la obsecuencia hacia sus patrones que lo sostienen e instigan a que no se detenga. ¿No nos lleva acaso a una guerra civil que pareciera estar más de acuerdo con sus promesas las que como un topo está dispuesto a destruir lo que se presente?
En todas las cuestiones surge claramente que la correlación de fuerzas juega en contra de la voluntad popular.
Aguantar entonces parece lo menos dañino pero a su vez lo menos satisfactorio. Esperar que lo resuelva la democracia es apostar el resto a un resultado incierto que de ser adverso dará nuevos bríos a este destructor serial. Resulta como correr las responsabilidades de un mal gobierno a que la oposición componga la situación planteada. Cuando esa oposición no está preparada y el acto electoral le es adverso, el oficialismo se hace de una fuerza adicional y reafirma su política.
Estamos en suma encerrados en nuestra propia torpeza, haber votado a un gobierno antipopular y anti derechos, hace poco más de un año y podemos advertir que puede ser votado nuevamente en las elecciones de medio término.
Si recibimos la potestad de elegir y si existiera una próxima vez, después de Milei, hagámoslo bien, por lo menos hagámoslo por una idea que no nos sacrifique en un matadero de DNU y motosierra.
Se aproxima no obstante la oportunidad de las elecciones de medio término. Dejarlas pasar, pese a sus riesgos, sería un error fatal.
Encararlas es la actitud obligada y si no se puede formular un paro general por tiempo indeterminado con movilización gigantesca, tratemos de integrar un Frente Popular que sea un reflejo de una medida de protesta de alto impacto con saldo democrático favorable.
Es difícil pero después de lo que hagan con Cristina puede ser mucho más difícil. Me imagino una condena o una impugnación que la inhabilite. Ya vivió la sociedad argentina una proscripción por 18 años, hecho que nos hace inferir el irrenunciable antiperonismo de las fuerzas de la reacción.
¿Este será como ellos quieren, un país para pocos o podremos volver, fieles a la tradición, y refrescarnos los pies en la fuente de la Plaza de Mayo, mientras vivamos un nuevo retorno de las mayorías populares al poder?
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