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Las reflexiones que siguen, comenzadas el domingo 20, fueron interrumpidas por la irrupción de lo intempestivo demencial al día siguiente. La evaluación de esta causal de juicio político perpetrada por el señor Javier Milei discurre en los párrafos finales de esta nota. Mientras tanto ...
(20/10/2024) lo cierto parecería ser que no hay que sacralizar las internas. Mucho más cuando éstas exhiben antecedentes de verdad obstinada: cada vez que la oferta electoral se dividió, se perdió, por izquierda o por derecha, en particular, en la provincia de Buenos Aires.
Y cuando hay que recurrir a las internas porque el consenso entre "compañeros" fracasó, sospechar que la división puede estar acechando más allá no es descabellado.
Es cierto, también, que lo que ocurra en noviembre de 2025 tendrá carácter estratégico, sea derrota o victoria electoral. Estará en juego la continuidad de la Argentina como Estado soberano y la existencia del peronismo como fuerza política que, hasta hoy, ha servido sólo -pero no es poco- para impedir que la derecha, hoy global, pueda concretar en el Cono Sur su programa de máxima: someter a América Latina al estatus que ostenta la franja de Gaza hoy en día. La importancia de 2025 es 2027. El que pierde mañana, pierde pasado mañana. Ídem, el que gana.
En este contexto, sólo la estupidez puede motorizar una interna en el peronismo a tal punto que las heridas residuales que deje este combate irresponsable puedan, por fin, entregarle a los enemigos del pueblo el trofeo de una victoria en la provincia de Buenos Aires. Si eso ocurre, será el principio del fin, aunque más de un corto de miras, hoy, no la vea ni cuadrada.
Es muy sano y habla de una gran autoestima la locución de Kicillof: "Yo no voy a ser un Alberto Fernández". Muy bien. Pues, ¿quien va a querer para sí un futuro de desoído mendicante de piedad a Héctor Magnetto? Nadie. Tampoco Axel.
Pero... ¡mi viejo...! , podría decírsele, cuando entraste a la buena política deberías haber sabido que ésta es, ante todo, servicio, vocación de servicio. Y esto significa disposición permanente a tragar sapos y aun a perder la honra con una tenue sonrisa dibujada entre los labios. De modo que si hoy la vida enfrenta al hombre a una disyuntiva impensada y fuerte: subordinarse a su rival interno o mandar tragado a un pueblo entero, pues ahí no debería haber dudas. Lo hubiera pensado antes. Lo que corresponde es deponer orgullos porque lo que está en juego se perfila en el horizonte como catástrofe y viene, por eso, envuelto en los atavíos de lo existencial.
Tal vez sea cierto -como ha protestado Kicillof- que en determinados momentos, se dispara el "disciplinamiento". Pero esto funcionó siempre así, y nadie decía nada. Hacerlo ahora está fuera de oportunidad y conveniencia. Es el momento menos indicado. También en política las posiciones deben absolverse en la etapa procesal correspondiente.
La hora de emanciparse no ha llegado todavía y si eso duele... lo hubiera pensado antes. Porque intentar la independencia ahora es un crimen contra el pueblo y un favor servido en bandeja a sus enemigos.
Es casi frívolo decir una cosa y al día siguiente hacer otra. El discurso de Berisso fue, en tanto discurso, bueno. Pero si "mi enemigo no es Cristina sino Milei", luego tengo la obligación de honrar en los hechos esa afirmación, y no es el caso cuando al día siguiente se contrae enlace con Quintela para disputarle poder (¡hoy...!!!) a Cristina. Extemporáneo, por lo menos. No es el momento y tal vez nunca lo sea. Pero hay menesteres más gratos que la política, en todo caso.
El enemigo blande la cimitarra sobre la cuna de nuestros hijos y no se les ocurre nada mejor que embretarse en "internas", cuando lo que corresponde es tomar nota de que la política es la continuación de la guerra por otros medios y, por ende, hay que postergar formalismos en aras de evitar la muerte que, cuando ocurre, no tiene remedio y el tan denostado "liberalismo", al fin, le habrá ganado la batalla final al peronismo, y no una batalla "cultural" sino peor: la batalla política final. CFK diputada o senadora en 2025 es la última barrera para impedirlo porque sería un hecho con proyección política para el 2027. No es tan difícil darse cuenta. Por eso resulta un poco extraño lo que está actuando Kicillof en la coyuntura. De todos modos, por lo menos hagamos el esfuerzo de no perder un intelectual de su espesor y conservémoslo como activo propio. Esas "Siete Lecciones de Historia del Pensamiento Económico" hablan por él y lo elevan a un podio intelectual raro, por escaso, hoy en la Argentina. Es un activo cuando éstos no abundan.
Sólo una suerte de macartismo residual que todavía vive en ese estado en el seno del peronismo puede haber difundido la especie de que el gobernador es un proto bolchevique o un "soviético" disfrazado. Axel K. nunca dejó de ser lo que dijo Sebastián Lacunza que era en sus comienzos en la política: "un liberal de centroizquieda de porteñidad innegable" (www.eldiario.com/opinion).
La burocracia pejotista ve a Cristina como un "topo" que viene a destruirla desde adentro, ya que estamos. En esa insustancialidad se anotan varios cuya mirada política y cultural no va más allá de la vereda de enfrente. Siempre detestaron a Cristina porque no era suficientemente "peronista". Y hoy, ante el peligro inminennte que ni siquiera intuyen, siguen repitiendo las mismas sandeces.
En línea con semejante ofuscación del juicio, quieren traer de vuelta al ruedo peronista a Pichetto, Schiaretti y similares. Con esos "peronistas" el pueblo estará de parabienes, se supone. Pero para lograr tan encomiable acción redentora, hay que neutralizar a CFK. Si no, Schiaretti no viene.
El punto es la política y las ideas, y éstas, hoy, en la cúpula de la nave del Estado, son no sólo horribles e injustas porque causan dolor innecesario. Son además, erróneas, porque consideran que el problema económico argentino es el déficit fiscal y no su estructura macro agropastoril. De modo que se miente con la cantinela del déficit fiscal, pero se encubre que el equilibrio de las cuentas lo quieren, en primer lugar, para que ciertos sujetos imponibles (empresas concentradas, bancos, agromonopolios, laboratorios, etc.) no tengan que hacerse cargo, por nunca jamás, de lo que les falta a los que no son miembros de ningún conglomerado empresarial. Que no paguemos más impuestos porque con esos impuestos yo le estoy financiando el hospital, la comida, la ropa, y el estudio a millones de individuos que, si no pudieron hacer lo que yo hice, lo lamento, problema de ellos. La justicia social "es un robo", salvo que vivimos en sociedad y para que ésta sea viable no queda otra que resignar una ínfima porción de libertad personal en aras de la existencia posible del gregarismo humano. Con ese egoísmo, bien podría decírsele a los "austríacos" que su obligación de tributar nace del hecho de que ellos no viven en una isla sino en una sociedad construida por todos y, por ende, se desplazan en aeronaves que no construyeron, ruedan por autopistas que tampoco son obra suya, navegan en barcos ajenos y usan de servicios bancarios gracias a que otros los han provisto. Y eso ocurre porque vivimos en sociedad, no en la isla Juan Fernández.
Para aniquilar la solidaridad y garantizarse su "libertad" empujaron a un lumpen perdido por perdido, que no tenía nada que perder, al primer sillón de la gestión. Hará el trabajo mugriento hasta que pueda y después volará por los aires cuando el pueblo sienta que ya fue bastante.
Tengo la cabeza en modo funcionamiento vértigo o desordenado, eso no lo podría precisar, pero en este instante me acuerdo de William Blake, que dice: “Como el aire para el pájaro o el mar para el pez, así el desprecio para el despreciable (Marriage of Heaven and Hell, 1793; en OC, JLB, Bs. As., 2011, p 19.
Tiempos del desprecio, cumbres borrascosas o desentendimiento de la vida, algo de esto habita, soterrado, como clima de época en la Argentina.
21/10/2024
Lo ha venido a confirmar La Locura Avanza (LLA), esos "pilgrims" de cabotaje que tienen por jefe a un desequilibrado que ya es pasible de juicio político aunque la "oposición" no quiera ir más allá de "repudiar sus dichos". Pero esos dichos son una amenaza de muerte proferida por un sujeto que, institucionalmente, es el presidente de la Nación, y está dirigida a la jefa de la oposición. En un país serio ni la oposición ni el Presidente harían nada de lo que por aquí ocurre. A un país como el de Milei, por otra parte, nunca vendrán "inversiones" pues éstas quedarían allí como tiradas al voleo de la incertidumbre en un no lugar gobernado por un demente que hace mucho viene repitiendo exabruptos de igual o parecido calado. Milei no es confiable para nadie, además de que, en este momento global, la tasa de inversión cae o se halla estancada según informes del Banco Mundial y de organismos especializados.
El actual, en la Argentina, es un modelo económico con rumbo de colisión y tendencia al fracaso, razón por la cual el orate elegido por el pueblo para representarlo ante el mundo, bien podría estar albergando en su cerebro enfermo la opción de cambiar el eje de la discusión porque esta discusión ya desborda y se viene sola y sin que la llamen. Ve que Cristina, increíblemente, se repone y crece, y eso suscita su morbo tanático: la quiere suprimir físicamente, la quiere matar. Pero una cosa es que eso lo diga un imbécil suyo en las redes; otra, distinta, que lo diga él mismo.
El dolor cotidiano que está sufriendo el pueblo llano es demasiado intenso como para congelar la dinámica social en sus actuales términos de expectativa defraudada. Se ven venir el fracaso y les aflora el odio contenido y mal disimulado. Los jefes empresariales del desmadrado monigote prefieren, igual que buena parte del "pueblo" al que le hicieron la cabeza en modo perverso y cruel, la guerra civil antes que un "regreso del kirchnerismo", que es lo que alucinan rítmicamente y todos los días. Conjuran la amenaza invocándola: "no hay ninguna posibilidad de que esta gente vuelva", dijo hace poco el ministro Caputo sin mucha convicción. Pero el fantasma está ahí, recorre el módico mundo de la Casa Rosada y a sus moradores los asusta la paulatina configuración de un horizonte de derrota con ignominia. El desbocado personaje apela, como complemento, a reforzar su “vínculo con las bases” amenazando de muerte a la ex Presidenta, pues supone que es esto lo que quieren esas bases.
El caso es que, si éstos siguen, no hay ninguna posibilidad de que todo no termine sino en la guerra civil. Ese es el crimen de Milei, no su vida privada.
El art. 53 de la CN consagra el derecho de los Diputados a acusar ante el Senado al Presidente si éste ha incurrido en:
mal desempeño
delito en el ejercicio de sus funciones
crímenes comunes.
El sujeto que encabeza institucionalmente el sistema político argentino debería ser imputado del delito de amenazas, previa declaración por la Cámara de haber lugar a la formación de causa, para lo cual se requieren los dos tercios de los legisladores presentes. Si es inimputable deberá ir a un hospicio, pero en ningún caso puede seguir a cargo de la presidencia de la Nación. Lo dicen las leyes; las leyes de nuestra Nación.
Nada de esto sucederá porque el señor Macri apuesta a la frivolidad: minimiza el delito de Milei y calcula que el PRO será el beneficiario de las falencias éticas de aquél y que electoralmente su partido amarillo llegará, en noviembre '25, en mejores condiciones que LLA. Y es probable que sea así. Antes que "el kirchnerismo" cualquier cosa es mejor, incluso la guerra y la muerte. Esta ofuscación, hoy, garpa.
Por eso decíamos ayer que ponerse a dirimir hoy si Quintela es el hombre llamado a adquirir para la Argentina un futuro venturoso es una error propio de gentes a la que el propio liberalismo les comió la cabeza y las empuja, ahora a fetichizar elecciones en vez de blindarse políticamente para enfrentar el duro futuro que ya está llegando.
¿No ve Axel que cuando Quintela pierda por goleada esa derrota no será de Quintela sino, en primer lugar, suya? Pretender la independencia para empezar a correr libre pero rengo, no es comprensible.
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