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Si como dice Peter Fritzche en su libro De Alemanes a Nazis, la sociedad alemana adhirió al nazismo no por odio ni por miedo, sino por esperanza y optimismo. Es posible vislumbrar, salvando las distancias que separan ambos procesos, que la sociedad argentina apoyó a Milei por esperanza de que sus frustraciones fueran abatidas finalmente por un desconocido outsider, renunciando en el acto a toda racionalidad, sólo guiado por el instinto.
En ese cambio de paradigma, la sociedad estaba confirmando una tesis del fascismo conocida por lo menos desde 1933: desechar la razón política, confiar en la intuición y en la verdad pregonada por el líder. Había elegido según su intuición, solo le faltaba no errarle cuando entroniza al líder que le hará “conocer la verdad”.
Acaba de salir un libro de Carlos Rozanski, ex juez, titulado de Hitler a Milei, en el que se señalan las semejanzas entre uno y otro y a tantos años de distancia, las piezas, con frecuencia, suelen encajar perfectamente.
No obstante, en toda la historia referida y detalladamente contada por los más diversos autores, se defiende la entidad de los hechos ocurridos en el pasado y se suele criticar la evidencia de los parecidos con nuestra realidad y con otras realidades políticas, influidas fuertemente por el fascismo, como si los procesos tuvieran características históricas irrepetibles. Habrá elementos mayores que los iguala, la violencia por ejemplo; y habrá elementos menores que los desasemejan, que Milei se hace aconsejar por su perro muerto llamado Conan, por ejemplo.
Pero aún en ese caso los modelos se aproximan, si pensamos que los fascistas no creen en la verdad dictada por la razón, sino en SU VERDAD, que cambia la evidencia por una post verdad y crean así, una nueva realidad más ajustada a sus intereses. Y se aproximan cuando sabemos que los fascistas abjuran de la democracia liberal y pregonan el gobierno de las corporaciones, sin parlamentarismo, supeditados todos a la palabra del líder
Si dijéramos que Argentina vive bajo un gobierno fascista pareciera que la comparación, oculta una gravedad no tan parecida porque el modelo original siempre será inalcanzable y mucho más grave.
Cualquiera sea la fidelidad de los parecidos al modelo resulta muy importante no dejar en el camino las semejanzas o las inspiraciones en el modelo original por el solo nombre, inherente a la cosa de la que hablamos, es ya singularmente descalificable, ser tildado de fascista.
No han alcanzado los 50 millones de muertos producidos por la segunda guerra mundial y sus secuelas, para oír palabras, gestos y violentas actitudes que compatibilizan las imágenes de los dos modelos en estudio.
Que Milei quiera que a su modelo se lo llame anarcocapitalista parece que es porque lo pone a resguardo de lo que queremos demostrar: que su régimen es fascista, con una connotación más deplorable que la de anarcocapitalista. Ésta, debido a la minoría que la adopta, pasa por ser demasiado insólita. Es una denominación que no muestra a primera vista su capacidad de daño social que es capaz de producir y que los argentinos empezamos a conocer.
Entonces llamemos a las cosas por su nombre y digamos sin exagerar que el gobierno de Milei es un gobierno fascista y que en todo caso las diferencias con el modelo original no le resta el repudio que merece y que de estar la justicia más atenta, sobre la base de esa denominación debería abortar con fundamentos jurídicos, gran parte del desmadre discrecional del que es capaz de emprender y ya concretó, el actual presidente.
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