-?
Voy a escribir la columna de esta semana en primera persona. A los periodistas que nos toca trabajar resúmenes críticos sobre producciones artísticas o del entretenimiento -estos a quienes nos conocen con el vulgar nombre de “críticos”- nos gusta camuflarnos en una supuesta neutralidad en tercera persona, como para que no se note demasiado que los que opinamos sobre las obras, somos en verdad... ¡nosotros!. Hoy probemos de otra manera.
“¿Y por qué hay que escribir esta columna en primera persona?” dirán quienes leen. Porque sí, porque el tiempo que vivimos pide énfasis para ciertas enunciaciones, y aquí, hoy intentaremos ponerle esa remarcación. Pero, a todo esto, que quede claro lo siguiente: en la primera persona de esta crítica no habrá veleidades de por medio, ni ínfulas de sabelotodo, ni necesidades básicas de hacer el amor con mi propio ego. Nada de eso, lo prometo. Si habrá una tensión, algo que puede gustar o no, que es precisamente el asunto que no me gustaría saltear ni atravesarlo haciéndome el oso o disfrazándome de “comunicador objetivo”. Bueno, vamos cortando con el preámbulo.
En horas en las que Johnatan Viale usa la primera persona para declarar culpable a una niña a la que las fuerzas federales le vacían un tubo de gas mostaza en la cara, o que Alfredo Casero llega hasta el Congreso de la Nación a hablar estupideces a los gritos acusándonos a las y los periodistas de ser unos ineptos y corruptos, como no utilizar la primera persona -ese revolver humeante que ellos tanto usan- para dar un punto de vista concreto y conciso sobre la serie que ha dejado hablando a media Argentina sobre si es o no es una ficción pro pensamiento libertario.
Lo primero que hay que decir en torno a esta ficción es que no hay que vivir en las furias o las loas sobre el final de la última temporada, que es donde toooodo el mundo está poniendo la atención hoy por hoy y es donde se está presuponiendo de manera un poco infantil -a favor y en contra- que existe una afinidad mileísta en el mensaje de la serie. Eso es una estupidez, propiamente. No lo digo de lleno y superado eh, lo digo porque casi entro en el juego, pero después lo pensé detenidamente y concluí: entrar en esta dinámica maniquea es ni más ni menos que entrar en el juego de la reacción frente al recorte, esa arma política que las corporaciones del planeta han venido usando de manera tan efectiva. No es paranoia, es dato. Sobre todo porque esto del recorte con reacciones emocionales d ellas personas en redes siempre les da buenos resultados, así que -por favor- aprendamos un poco a no caer en esa tentación, que para ellos resulta tan pero tan conveniente. No seamos pavos.
Lo segundo que hay que hacer -precisamente para no tropezar de cara al barro con lo primero- es analizar la serie como lo que en verdad es: un estupendo crescendo.
No es ninguna novedad que el dúo creador, Cohn/Duprat, es experto en desarrollo de personajes. Films anteriores del dúo, como “El Artista” y sobre todo “El hombre de al lado” son solo dos pruebas contundentes de que -en la tradición almodovariana, cassavetiana o bergmaniana- a estos dos les encanta que un personaje, aunque desde un principio muestre de que madera está hecho, crezca minuto a minuto o, en el caso de una serie, capítulo a capítulo, temporada por temporada. En este sentido, hay que entender que el personaje de Eliseo Basurto (un Francella en total estado de gracia) se nos presenta dese el minuto cero de la primera temporada usurpando de manera ramplona y cínicamente adolescente el departamento de uno de los propietarios para prepararse una pasta gourmet en ausencia de los dueños y termina -tras un arco argumental de tres temporadas completas- haciendo enojar a más de la mitad de la Argentina que lo mira y aprieta los dientes con ese final, el que lleva a un travieso squatter ocasional a convertirse en el tipo cargado de poder que está a punto de quedar cara a cara con el presidente de la Nación, quien -todo demuestra que así será en la cuarta temporada- va a celebrar su despiadado modo de ser y quizás llegue a pedirle que integre su gabinete porque admira ese ímpetu que el encargado tiene para trepar por sobre el resto de las personas y que una parte de la sociedad lo celebre.
Respetando -más bien podríamos decir admirando- este arco que tan bien han construido Cohn y Duprat es como podríamos empezar a salir de la grieta que ha quedado propuesta por esta compulsiva estructura de pensamiento tan de moda en twitter, en tik tok, en instagram y en facebook. Si bien algunos capítulos en la marea de tres temporadas son un poco vagos y no aportan demasiado a la trama general, NADA de lo que pasa hasta en estos capítulos con algunas cosas “de relleno” nos dejan afuera de la construcción minuciosa del personaje de Basurto. Todo lo que sucede nos acerca de manera sólida al entendimiento pleno de Eliseo como carácter ficticio. Así como “Hamlet” comienza y vemos claramente que el príncipe Hamlet sufre el duelo de la muerte de su padre, pero nos falta determinar si tendrá templanza, valentía y carácter para superarlo y -de paso- traer balance y justicia a su familia y a su pueblo todo, algo que Shakespeare se encargará de tejer a lo largo de los actos de la obra; en “El Encargado” acompañamos en cada movimiento de personajes protagónicos y secundarios el camino que nos permite decodificar con una intimidad notable la cada vez más sombría sociópata de Eliseo. Aquí es donde hay que volverse a sacar el sombrero frente a la actuación de Francella, que es la masilla perfecta para que, como público, nos metamos de lleno y confiados -incluso a veces con una sonrisa cómplice- en la mente y el espíritu de un padeciente mental con poderes psicopateadores que llega a alcanzar niveles totalmente patológicos. La pericia en la construcción de este clima que llegan a tener Francella y Cohn/Duprat no solo ha hecho de la serie un éxito internacional, sino que -al igual que producciones masivas como “The Sopranos” o “River”, por mencionar dos bien picantes- nos dejará pensando durante muchos años sobre la madera en la que estamos hechas las personas que nos creemos “normales”, “normalmente correctas” y “mentalmente sanas”.
Por eso no hay que temerle, ni demonizar o apologizar el contenido ideológico de esta serie. Dependiendo de qué lado de la comprensión socio política del mundo actual estemos (que esos polos existen, no seamos necios negándolos) y sumerjámonos en la complejidad de la obra, que la tiene. Si nos quedamos en el detalle de que los puntos de análisis genéricos sobre el mundo de la política o el sindicalismo que siempre imprimen Cohn y Duprat en sus ficciones son bastante burgueses y por momentos moralistas desde lo conservador/clasista (chocolate por la noticia en dos hijos de la clase media acomodada de Bahía Blanca y Villa Ballester) nos terminamos perdiendo hacia donde realmente están intentando ir ambos con lo que te están contando. El árbol que tapa al bosque, ni más ni menos.
Decir que Cohn/Duprat se mofan con gorilismo del progresismo, del sindicalismo y de la clase política en general es tomar solo un recorte de la propuesta, es algo insuficiente. También se mofan del biempensatismo híper moralista de la clase media derechosa. Y también se mofan de la iglesia (los cinco segundos de Eliseo en Brasil devolviendo una biblia en el hotel son magistrales en este sentido). Y de la hipocresía humana. Y critican la falta de solidaridad entre personas que se aíslan en la soledad de vivir apiñados en la ciudad. Ojo: te están proponiendo un montón de abordajes, no te quedes en la superficie. Algunos de todos esos abordajes son cínicos (en el buen sentido -el filosófico- del término), otros son inquietantes, casi de terror psicológico, otros son reflexivos, otros son cómicos, otros patéticos. Punto para dos cineastas que saben utilizar cada uno de esos lenguajes.
Por eso analizar “El Encargado” en el contexto de la realidad socio política que estamos viviendo como argentinos y como sociedad global en general exige mucho más que el principio de reacción brutal de “jeiteo” en redes o likes desaforados por cuan libertaria puede ser la trama en el final de esta tercera temporada, porque eso es una mentira sesgada. La trama es mucho más que eso. Hay sindicalistas en la tira que son una bosta, una maqueta bufonesca cargada de lugares comunes y especulaciones sobre corrupción y violencia mafiosa, sí, pero también están Gómez y Ravarotto. Hay individualismo y frivolidad de la clase media acomodada, a rolete, pero también está el personaje de Beba. Hay que mirar con atención, porque es -no me cansaré de repetirlo- una estupidez entrar en el juego de la grietita y, si nos corremos de esa tentación, lo que queda para ver es una ficción interesante sobre la acción compulsiva de humanidad individualista que nos acecha, los caminos de padecimientos mentales y alienaciones en las que caemos sin reflexionar curas a semejantes males y -de paso- un poco de pensamiento en función a las tensiones políticas que estamos transitando, no solo en la Argentina, sino en todo el planeta.
Si sos de los que no vio “El Encargado” porque te dijeron que era re libertaria, andá a verla. Quizás te embolen un poquito estos rellenos típicos de serie de streaming de plataforma global que te mencioné más arriba, pero vos seguila, porque te encontrarás con un buen planteo, profundo a pesar de su disparatada premisa. Si sos de los que la vio y -lejos de analizar la sociopatía del protagonista- andás diciendo por todos lados que Eliseo es lo más y que este es un buen ejemplo ficcional de que este cambio en las formas de vivir la vida en sociedad tenía que suceder y que teníamos que abandonar “la vieja manera” de vivir porque blablabla... bueno... no dejes de consultar a un buen profesional de la salud mental, porque te estaría faltando cierta capacidad para razonar una ficción y eso... y eso deriva en padecimientos mentales. Cuidado, eh. Bueno. La vamos cortando para no ponernos moralistas y pesados ¿dale?
Saludos a Johny Viale. Y nada más por el momento. Vos, que no la viste, termino con la recomendación explícita: andá y vela, y después... ¡decime si exagero!
Va con firma | 2016 | Todos los derechos reservados
Director: Héctor Mauriño |
Neuquén, Argentina |Propiedad Intelectual: En trámite