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El debate del martes fue, en su mayor parte, la manifestación de vaguedades y acusaciones hacia el oponente o la oponente cuando era el caso y que, desde luego, fueron sistemáticamente descalificadas como mentiras en las sucesivas respuestas. Donald Trump se plantó allí directo, tal como es, rústico en comparación a Kamala, quien más bien se adecuó a un guion cuidadosamente preparado, con mucha sonrisa puesta, de falsa condescendencia cada vez que hablaba el expresidente. La sonrisa de Kamala fue completamente genuina, no obstante, cuando Trump afirmó que los inmigrantes ilegales se comían las mascotas de tranquilas familias de la costa este. Hacia el final del debate la vicepresidente vertió algunos conceptos de otra película, y alguien que haya habitado en un frasco de mayonesa en las últimas tres décadas podría bien creer que estábamos en presencia de una estadista en ciernes, alguien que haría “un mundo mejor” y no sólo para “América”, hasta para “o resto do mundo”. La belleza del relato era compatible con ése guion central, pero estaba tan aceitado que, acaso, podría volver plausible la aviesa suposición de que, según la voz corrida, “la” Harris tenía colocado un audífono de marca Nova en la oreja izquierda, disimulado en una perla de la casa Tiffany, y por el cual se le soplaban las respuestas que operadores de IA debían replicar a los cuasi balbuceos de Trump. La versión fue cuidadosamente desmentida, sin argumentos demasiado fuertes, como por ejemplo mostrando que la joya auricular era un modelo identificable del conocido establecimiento joyero de Nueva York y que ya había sido usado por la Vice, meses antes de que se lanzara su candidatura. Además, está fuera de lugar sospechar que en la esfera anglosajona se hacen trampas: eso sólo ocurre en los traspatios de siempre. Pero, apuntadores para actores de teatro o no, llamó la atención que Kamala no dijo una sola palabra sobre la única verdad dicha en el debate, la que dijo Donald Trump, recordando que “Rusia tiene armas termonucleares”. Kamala se limitó a seguir sonriendo, como si el que hablaba, fuera era el portador de más delirios como el de aquella centroamericana degustación de perros y gatos en Virginia. La que calla otorga, diríamos, y esas “omisiones” enfocadas muestran claramente cual podría ser del derrotero del planeta en caso de que gane la vice en noviembre, sin que tampoco existan mayores certezas en el caso que sea el expresidente el que lo haga.
Por mecanismos que vale analizar -en algún momento- puede constatarse que, en el Occidente Colectivo, la amenaza guerra mundial termonuclear -“el calentamiento nuclear por sobre el calentamiento global” (como, de nuevo de forma atinada, señaló Donald Trump)- no existe como tema de consumo mediático, como si se supusiera a los rusos incapaces de responder con todas las de la ley ante las provocaciones crecientes de la coproalianza atlantista. Con la escalada de estos días, no parece muy razonable suponer que la paciencia de Rusia no se agote muy pronto aunque, es evidente que eso es lo que busca el OC. El ataque con un dron a un edificio en las afuera de Moscú ha traspuesto otra línea roja. ¿Qué supone/espera la OTAN que hará Rusia en represalia? ¿no pasará nada con la sospechada implementación de campos de concentración por los ucronazis para desplazar a residentes del invadido oblast de Kursk? ¿Es Washington tan indiferente al incendio de Kiev primero, al de Liov después y, si seguimos escalando, al de Varsovia? Daría la impresión que a esta ciudad en el Potomac no le preocupa demasiado el destino de estos neonazis que, por ahora, son solamente funcionales a Lockheed-Martin. Más de diez mil bajas ucranianas en un par de semanas es lo de menos, mientras la OTAN logre matar a civiles rusos. De esto no se habla en el seno de la ONU, por supuesto. Como me dijo el otro día un inocente: “eso les pasa a los rusos por invadir Ucrania”.
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