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El 29 de julio de 2024, decenas de manifestantes armados, entre ellos varios parlamentarios de la extrema derecha, chocaron con la policía militar en el centro de detención de Sde Teiman, en el sur de Israel, tratando de rescatar a nueve soldados detenidos y acusados de torturar y violar a un prisionero palestino.
Horas después repitieron el intento de asalto en la base militar de Beit Lid, en la Cisjordania ocupada.
Son parte de la llamada “Juventud de las colinas”, provenientes de los asentamientos ilegales (incluso para el propio Estado de Israel) en la ribera occidental del Jordán, que desde hace años atacan a la población palestina, quemando casas y aldeas, destruyendo cultivos y asesinando personas.
El poder de estos grupos creció exponencialmente desde la inclusión de los partidos de la extrema derecha religiosa en el gobierno de Benjamín Netanyahu. Sus líderes partidarios ocupan hoy posiciones claves en el gabinete.
Itamar Ben-Gvir, hijo de inmigrantes judíos del Kurdistán iraquí, es la cabeza del partido Poder Judío, heredero del movimiento Kach, prohibido por terrorismo en 1994.
Con una extensa carrera de agitador político y abogado de los colonos, es desde 2022 el ministro de Seguridad Nacional, responsable de la Policía en todo el país y de la seguridad en los Territorios Ocupados.
Bezalel Smotrich, descendiente de una familia de pioneros proveniente de Rusia, es el jefe de Partido Nacional Religioso, una fusión de pequeñas agrupaciones de extrema derecha sionista.
Hijo de un rabino ortodoxo, nació en un asentamiento en las alturas del Golán y en 2005 fue detenido en un intento de volar el nudo de una autopista en las afueras de Tel Aviv.
Parlamentario desde 2015, es un férreo promotor de imponer la Torá en el sistema judicial y de la anexión de los Territorios Ocupados. Designado ministro de Finanzas en noviembre de 2022, se le otorgaron amplias facultades para la administración de Cisjordania y la expansión de los asentamientos.
Puestos los lobos a cuidar al rebaño, Jerusalén Oriental y la Ribera Occidental estallaron ya antes del ataque de Hamas del 7 de octubre de 2023.
La ofensiva gazatí fue la oportunidad para la extrema derecha religiosa de avanzar con la limpieza étnica y la agenda teocrática, llevando el proyecto sionista a su máxima tensión desde 1948.
El 13 de agosto pasado, durante una festividad judía, una multitud incitada por Ben-Gvir ingresó violentamente en la mezquita de Al-Aksa, en Jerusalén Oriental (la sexta vez en los últimos tres años) y en varias aldeas en Cisjordania.
El complejo de Al-Aksa es el tercer lugar sagrado del Islam, pegado al “Muro de los Lamentos” lugar sagrado del judaísmo. Ocupado por Israel en 1967, su custodia está legalmente en manos de Jordania y las personas no musulmanas sólo pueden ingresar con autorización en casos muy especiales, aunque la seguridad está bajo control de la policía israelí.
Poco después, Ben-Gvir anunció su intención futura de instalar allí una sinagoga y las bases del “Tercer Templo” una mitológica aspiración del sionismo religioso.
Difícilmente se pueda hacer otra cosa para atizar aún más la indignación en el mundo islámico y la resistencia palestina.
El sector no confesional del gobierno reaccionó con encono, exponiendo una fractura que se veía venir desde el nacimiento mismo de la coalición.
El ministro de Defensa, Yoav Gallant pidió por nota investigar a Ben-Gvir por no ordenar la intervención de la policía en el asalto a las bases militares y al complejo de Al-Aksa.
El 22 de agosto el canal de noticias israelí Channel 12publicó una carta que el Jefe del Shin Bet, el organismo de inteligencia y seguridad interior, envió días antes a Netanyahu, al Procurador General y a miembros del Gabinete, advirtiendo que “el terrorismo judío” está fuera de control en la Ribera Occidental.
Ronan Bar señaló que “estamos ante un significativo umbral de cambio; la juventud de las colinas ha pasado de evadir las fuerzas de seguridad a atacarlas, con armas y legitimidad brindadas por ciertos funcionarios del Estado”.
Estas acciones, escribió, “pueden llevar a un profuso baño de sangre y cambiar la apariencia del Estado más allá de todo lo conocido”.
Y concluyó su carta advirtiendo que “el liderazgo nacionalista quiere poner en peligro la seguridad y la propia existencia del estado” en nombre de su ideología.
El genocidio en Gaza sacó a la luz y a la vez, en su infinita barbarie tapó, lo que venía en ebullición en la sociedad israelí desde mucho antes del 7 de octubre de 2023, dos proyectos sociales irreconciliables y en curso de colisión.
Hace ya muchos años el renombrado filósofo Yeshayahu Leibowitz escribió “El orgullo nacional y la euforia que siguieron a la Guerra de los Seis Días son temporarios. Nos transportarán de un emergente nacionalismo a un extremo mesianismo. La tercera fase será la feroz brutalidad (brutishness) que conducirá al fin del Sionismo”.
En medio de una guerra genocida en tres frentes, con la economía en significativo retroceso, la vieja aristocracia ashkenazi enfrenta la ofensiva de un proyecto teocrático milenarista que pasó de los márgenes al centro de la vida política.
El multiforme sionismo ha soltado a todos sus demonios. ¿Empieza la cuenta regresiva?
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