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Una vez más, la ultraderecha y frecuentemente también sus aliados de las derechas “moderadas”, tratan de hacerle creer a la sociedad que la violencia política en Argentina empezó en los años ‘70 o a fines de los ‘60 del siglo pasado, cuando se formaron organizaciones revolucionarias que desarrollaron estrategias de guerrillas populares.
Recientemente volvió a hacerlo la vicepresidenta Victoria Villarruel, como expresión de su ideología oligárquica extremista, y a la vez como maniobra para acumular capital político propio en las disputas internas de la camarilla gobernante, y ante el eventual caso de que -por el motivo que fuere- Javier Milei tenga que abandonar el gobierno antes de tiempo y ella asumiera la presidencia de la Nación.
Apelando emocionalmente a imágenes luminosas, mediante términos muy estudiados para referirse a Argentina -como “dorada”, “aurora” y “renacer (del país)”-, el pasado martes (27/08) Villarruel anunció que “reabriremos todas las causas (judiciales) de víctimas del terrorismo. (….) Todos los montoneros tienen que estar presos, respondiendo por ensangrentar nuestra Nación”. (Los 40 segundos principales de su discurso constan en un video publicado en la cuenta de Facebook del canal televisivo La Nación Más. Posteo del 27/08/24).
La trampa con la cual ese discurso ultraderechista procura influir en la subjetividad colectiva, se puede resumir en una frase de este tipo: “Los que empezaron fueron ellos (las guerrillas como Montoneros y el Ejército Revolucionario del Pueblo, ERP); las fuerzas armadas solo respondieron (a esas acciones)”.
Semejante falsificación de la historia oculta los hechos de violencia perpetrados, desde hace casi 100 años, por parte de estructuras militares, policiales y de bandas civiles criminales que respondían a los intereses de las clases sociales privilegiadas, en contra de las clases populares y particularmente de sectores políticamente combativos. Todo ello posterior al genocidio de pueblos originarios a finales del siglo XIX.
Gran parte del siglo XX Argentina vivió sometida a dictaduras, o a gobiernos civiles elegidos mediante el voto pero bajo extorsión o amenaza militar. Esto último ocurrió cuando Juan Domingo Perón estaba proscripto y exiliado, y el conjunto del peronismo sufría persecución. En esos contextos ganaron la presidencia, respectivamente, Arturo Frondizi (1958) y Arturo Illia (1963).
Un hito fundamental de la violencia militar-oligárquica contras las instituciones democráticas fue el golpe de Estado de 1930 contra el presidente radical Hipólito Yrigoyen.
Previamente, durante ese mismo gobierno habían sido perpetradas gigantescas masacres para reprimir protestas sociales. Una de las más graves fue denominada por la historiografía como “Semana trágica”, y comenzó con una huelga de trabajadores/as de la fábrica metalúrgica Vasena, en el barrio porteño de Barracas.
En un texto sobre el tema difundido hace un año y medio, el historiador Esteban Pontoriero escribió: “La ‘Semana Trágica’, en la que murieron un estimado de 700 personas y decenas de niños fueron desaparecidos, se inscribió en un contexto de huelgas y marchas obreras masivas, transformaciones urbanas con trabajadores precarizados, oligarquía, hacinamientos, y la crisis de la Primera Guerra”. (Fragmento de una evocación y crítica histórica publicada en el diario cooperativo Tiempo Argentino. Artículo del 31/12/2022).
También en aquella época, entre 1921 y 1922, tuvieron lugar las matanzas que muchas décadas más tarde serían investigadas por el periodista, escritor e historiador Osvaldo Bayer, y que se incorporaron a la memoria colectiva con el nombre de la “Patagonia trágica” o la “Patagonia rebelde”.
Un siglo después de tales masacres, la secretaría de Derechos Humanos de la Nación impulsó en un juzgado federal de Santa Cruz un “juicio por la verdad” a fin de que se conociera oficialmente cómo fueron los hechos, y que además se los considerara “crímenes de lesa humanidad”.
Con motivo de dar a conocer esa información, a fines de 2022 el gobierno nacional de entonces explicó que “(...) los hechos de la ‘Patagonia rebelde’ o ‘Patagonia trágica’ se refieren a la persecución y represión entre 1921 y 1922 contra trabajadores rurales que realizaban protestas en el entonces Territorio Nacional de Santa Cruz”.(Publicación del gobierno argentino, posteo del 07/12/2022).
Bombardeo sobre Buenos Aires
Yrigoyen fue derrocado el 6 de septiembre de 1930. En la semana entrante se cumplen 94 años del primer golpe de Estado en Argentina contra las instituciones de la democracia política moderna.
Luego de ese primer asalto violento al poder estatal por parte de las fuerzas armadas y de los intereses oligárquicos, en el decenio de los ‘30 y comienzos del siguiente se sucedieron gobiernos conservadores surgidos del fraude electoral. Recién una década y media más tarde, en febrero de 1946, volvieron a realizarse elecciones libres, ocasión en la que Perón venció por primera vez.
La violencia desatada entonces para combatir, derrocar y asesinar al fundador del justicialismo tuvo una escalada constante, hasta llegar al mayor crimen masivo perpetrado en cualquier lugar del mundo por parte de las fuerzas armadas de un Estado contra población civil del mismo país por fuera de una situación de guerra: el bombardeo aéreo sobre Buenos Aires el 16 de junio de 1955.
El epicentro del ataque militar-terrorista fue la Plaza de Mayo pero abarcó también otros puntos claves de la ciudad. La matanza no solo quedó en la impunidad para siempre, sino que recién durante los gobiernos de Néstor Kirchner y de Cristina Fernández de Kirchner fue investigada por organismos públicos.
Se logró así que cinco décadas y media posteriores a ese acto de guerra contra el pueblo, en 2010 se publicara el libro “Bombardeo del 16 de junio de 1955”. Fue elaborado porel Área de Investigaciones Históricas dependiente de la dirección nacional de Gestión de Fondos Documentales del Archivo Nacional de la Memoria, secretaría de Derechos Humanos, ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación.
El imponente trabajo documental constató que hubo al menos 309 personas fallecidas, y reconstruyó el nombre y profesión de las víctimas mortales. Pero “este listado está actualizado a la fecha de cierre de la presente edición. Más allá de estas cifras, hay un número incierto de víctimas cuyos cadáveres no lograron identificarse, como consecuencia de las mutilaciones y carbonización causadas por las deflagraciones”, se aclaró en el texto. (Libro “Bombardeo del 16 de junio de 1955”).
Evita, la Constitución y los patriotas fusilados
Perón se puso a salvo de las bombas en junio del ‘55 pero tres meses más tarde, el 16 de septiembre, fue derrocado y debió exiliarse. A partir de allí, fue prohibida hasta la sola mención pública del nombre de Perón y de Evita, también la sola mención de las palabras “peronismo” y/o “justicialismo”, e igualmente la exhibición y difusión de cualquiera de sus imágenes y símbolos, tanto visuales como textuales, musicales y de cualquier otra forma.
En esa etapa el bloque militar-olilgárquico utilizó el nombre de “Revolución Libertadora” para auto-denominar a tal masacre antidemocrática. Inicialmente usurpó el cargo de “presidente” Eduardo Lonardi (general del Ejército), quien al poco tiempo fue desplazado por disputas internas entre los golpistas y tomaron el mando Pedro Aramburu (general del Ejército) como “presidente”, e Isaac Rojas (almirante de la Marina) como “vicepresidente”.
Desde el punto de vista jurídico, el mayor acto de violencia dictatorial fue la abolición de la Constitución Nacional, sancionada por la Convención Constituyente de 1949. Ese texto constitucional jamás volvió a regir. En 1957 se realizó una reforma que fue fraudulenta, debido a que el peronismo no pudo participar por estar prohibido. La primera Convención legítima recién se eligió y reunió en 1994, y de allí surgió la Constitución actual.
La crueldad del régimen antiperonista cometería, a partir del 22 de noviembre de 1955, uno de los hechos de necrofilia más atroces de la historia: el secuestro, profanación y ocultamiento del cuerpo de Evita, quien había fallecido en 1952.
El cadáver de la mujer lideresa popular fue escondido durante 15 años. Pasado ese tiempo, Aramburu confesó -durante un “juicio revolucionario” realizado por Montoneros- que los restos estaban sepultados en Italia con una identidad falsa. En 1971 la dictadura de Alejandro Lanusse le entregó el cuerpo a Perón, quien aún estaba exiliado, en ese momento en España.
(El historiador Felipe Pigna tiene escrita, en su sitio web “El Historiador”, una reseña del “Secuestro y desaparición del cadáver de Eva Perón”). Por otra parte, en 1995 el periodista y escritor Tomás Eloy Martínez publicó el libro “Santa Evita”, en el cual está basada la miniserie del mismo nombre difundida en 2022 por una plataforma de contenidos digitales).
Al año siguiente del derrocamiento de Perón, por orden del gobierno de Aramburu y Rojas, en tres días fueron asesinadas más de 30 personas que promovían un levantamiento popular contra la dictadura y el retorno del ex presidente a su Patria.
Entre las víctimas hubo al menos 18 militares y 13 civiles. En el hecho más emblemático de esa saga criminal, cinco militares patriotas fueron fusilados de noche y clandestinamente, el 9 de junio de 1956, en un basural de la localidad de José León Suárez (perteneciente al distrito de San Martín, al noroeste de la ciudad de Buenos Aires), mientras que siete lograron escapar. (Los hechos fueron esclarecidos posteriormente gracias a la histórica investigación del escritor y periodista Rodolfo Walsh, que dio lugar a su monumental obra “Operación Masacre”. Como tributo y con fines educativos, el municipio sanmartinense produjo un material de acceso libre, con texto e ilustraciones. Documento “Operación Masacre. Historia de un libro y de un hombre”.
El jefe de aquel grupo de la resistencia anti-dictatorial, general Juan José Valle, fue fusilado tres días más tarde, luego de haberse entregado a condición de que el régimen detuviera los asesinatos. (Valle fue evocado en 1986, 30 años después de su asesinato, en un escrito del abogado y militante político Eduardo Luis Duhalde, quien luego sería secretario de Derechos Humanos de la Nación durante los gobiernos de Néstor Kirchner y de Cristina. Ese texto fue reproducido hace un año por la Revista Crisis. Publicación del 15/09/2023).
Con el país sometido a la violencia militar-oligárquica implantada tras el derrocamiento de Perón, desde las bases sociales y políticas que adherían al destituido y exiliado líder se generó un proceso de lucha que fue denominado “Resistencia Peronista”. (En el portal Educ.ar puede accederse a un video que formó parte de la serie documental “Historias de un país”, producida por Canal Encuentro. El capítulo dura 30 minutos y se titula “Revolución Libertadora y resistencia peronista”).
Guerrillas contra las dictaduras
En las cuatro décadas transcurridas desde el primer golpe de Estado (septiembre de 1930) hasta 1970, unicamente en 1946 y 1952 se realizaron comicios presidenciales sin restricciones. En ambos ganó Perón, y su segundo mandato fue interrumpido por el golpe de 1955, con el antecedente del atroz bombardeo contra la capital del país tres meses antes. Es decir que durante 40 años, solo hubo democracia política con elecciones libres en menos de 10.
Y recién a fines de los ‘60 y hacia 1970 se crearon en Argentina organizaciones armadas que desplegaron métodos de guerrilla popular. Con distintas características político-ideológicas, y atravesando procesos complejos de articulaciones, reagrupamientos, fusiones, etc., las que finalmente lograron mayor trascendencia fueron Montoneros -identificada con el peronismo- y el ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo).
Por aquellos tiempos ese tipo de estructuración político-militar para las luchas populares se había generalizado en múltiples lugares del mundo. Por mencionar solo algunos casos: en Cuba lideró a fines de los años ‘50 el movimiento insurrecional para combatir a una dictadura y luego iniciar una revolución. Lo mismo sucedió en Nicaragua a fines de los ‘70.
En Vietnam las milicias populares permitieron ganarle una guerra a Estados Unidos, que había invadido el territorio nacional; en África se forjaron durante las gestas nacionales para lograr la independencia de países que estaban bajo dominio colonial europeo; etc. También existieron guerrillas en casi toda América Latina, como por ejemplo Uruguay, Bolivia, Chile, Brasil, Perú, Colombia, la mayor parte de Centroamérica, etc.
Dentro del contexto internacional y nacional de la época, en Argentina específicamente, las organizaciones revolucionarias fueron creadas para enfrentar a dictaduras que impedían los procesos democráticos y descargaban contra el conjunto del pueblo múltiples formas de violencia, terror y criminalidad, como las mencionadas (muy sucintamente) en esta columna de opinión.
(Aclaración: el presente artículo reproduce en lo fundamental el contenido de otro similar, del mismo autor, publicado hace un año en con el título “Acerca de la violencia en los años ‘70”. Nota del 10/09/2023).
Solo tomando en cuenta el siglo XX, antes del golpe de Estado de 1976 y del posterior genocidio, las clases sociales oligárquicas y sus aparatos militares y terroristas habían ensangrentado la Patria mediante el asesinato de miles de víctimas, el encarcelamiento y torturas a miles de prisionero/as, y la persecución y/o exilio de miles de ciudadanas/os comprometidos/as con las causas del pueblo.
Al revés de lo que mienten Villarruel, el conjunto de la ultraderecha y asimismo otros aliados, Argentina sufrió la violencia política y el terror de los sectores dominantes desde hace más de 100 años.
Ellos ensangrentaron la Patria con las matanzas de la “Semana trágica” y la “Patagonia rebelde”, los golpes de Estado a partir de 1930, el bombardeo sobre Buenos Aires en 1955, la profanación del cuerpo de Evita, la persecución y asesinato de militantes peronistas, y los crímenes contra el conjunto de las/los luchadoras/as populares de todas las épocas.
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