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Durante la campaña electoral Milei agitó dos banderas como prioritarias de su posible gobierno: la dolarización de la economía y el levantamiento del “cepo” cambiario.
Respecto al primero, que consiste en el reconocimiento del dólar estadounidense como única moneda legal, tal como hizo Ecuador, implica renunciar a la posibilidad de hacer política monetaria (queda sujeto a lo que decida la FED norteamericana) y, por tanto, es la renuncia a una parte de la soberanía nacional, presenta, como gran dificultad, la necesidad de contar con una cantidad de dólares de reserva suficientes para cambiar los pesos en circulación (al tipo de cambio establecido) más el encaje por los depósitos bancarios.
Pero en Argentina, como en casi todos los países dependientes de industrialización tardía, el problema es la escasez de dólares. Además, después del gobierno de Macri, es un país sobre-endeudado y que no tiene capacidad para aumentar su deuda. Así lo prueba el índice de riesgo país que oscila entre 1.500 y 1.600 puntos (un préstamo al 4% anual de interés neto se iría a 19 ó 20% anual por el riesgo de que no se pueda pagar).
Por eso el gobierno dejó de hablar de “dolarización”. Cuando los periodistas le preguntaron sobre el tema, Milei habló de “competencia de monedas” y Caputo de una supuesta “dolarización endógena” sin precisar bien de que se trata ni de dar plazos. Y prefieren cambiar de tema.
Cabe señalar que “competencia de monedas” es distinto a “dolarización” y que ya existe de hecho, ya que vivimos en una economía bimonetaria: se utiliza como unidad de cuenta el peso (cotidianamente) o el dólar (operaciones inmobiliarias, por ejemplo) y al dólar como unidad de valor para el ahorro, aunque la única moneda legal para el pago sea el peso. La diferencia sería que la moneda extranjera tendría capacidad legal para circular y cancelar deudas
La segunda bandera era dejar sin efecto el llamado “cepo” cambiario”, liberando el acceso a las divisas en un mercado único. En campaña electoral Milei prometió su inmediato levantamiento porque lo calificaba como fuente de distorsiones y trabas al desarrollo de la economía. En el gobierno fue postergando su eliminación, hasta que, últimamente, Caputo sostuvo que del “cepo” vamos a salir, y vamos a salir bien; y pidió paciencia, mientras que Milei, en agosto (Council of the Américas) sostuvo que “es falso que no se pueda crecer mientras esté el “cepo”, esto es una falacia. Es decir, con pragmatismo, están diciendo que el “cepo” no se puede sacar.
Es que el levantamiento del “cepo” implicaría un fuerte aumento en la demanda de dólares (cuando Macri unificó los mercados la demanda de dólares para ahorro aumentó en 5.000 millones, que se cubrieron con ingreso de capitales especulativos) y que, si no se los tiene, produciría una brutal devaluación del peso, con su repercusión en la inflación.
Para cumplir con las dos promesas, dolarización y levantamiento del “cepo” cambiario, requiere una cantidad de dólares que no están ni los pudo conseguir: ni el FMI ni los capitales privados están dispuesto a seguir prestando a un país sobreendeudado.
El país necesita recomponer sus reservas netas, que son negativas (las obligaciones a corto plazo superan las reservas brutas). Para ello el gobierno apuesta a: 1) que los exportadores vendan al exterior sus existencias de granos; 2) A la clase media venda sus dólares ahorrados (para pagar impuestos, según Caputo); 3) al blanqueo de capitales aprobado, y 4) Al ingreso de capitales por el RIGI.
Respecto al primero, no se exporta porque se está esperando una fuerte devaluación. La “brutal” devaluación” de diciembre pasado fue absorbida por la inflación, muy superior al ajuste del 2% mensual que se viene haciendo a la cotización del dólar oficial. Que hay atraso cambiario parece evidente y lo muestra un indicador claro: el número de turistas internacionales (nosotros lo vemos: cuando hay atraso cambiario abundan los viajes de compra a Temuco; en el caso contrario, Bariloche y demás ciudades fronterizas se “llenan” de chilenos): En el primer semestre viajaron al exterior 946.000 (21,6% más que en 2023) mientras que vinieron del exterior 687.000 (20,6% menos que en 2023).
El dilema irresuelto del gobierno es 1) devalúa, con lo que consigue los dólares, pero sube mucho el índice inflacionario, cuya baja es una de las pocas cosas que puede exhibir ó 2) No devalúa y cuida la inflación y espera. Mientras tanto, estamos en un ciclo de baja del precio de las commodities agrícolas (por excelentes cosechas en Estados Unidos y disminución de las compras por parte de China), de forma que la espera produce menos ingreso de dólares en el futuro, para los exportadores y para el estado, por las retenciones.
Respeto al segundo, se estima que el dinero “fugado” por residentes alcanzaba a fines del año 2023 los 439.398 millones de dólares, de los cuales estaba en efectivo (en cajas de seguridad y depósitos en el exterior) 263.000 millones. De hecho, hay una oferta de dólares en el mercado paralelo provenientes de empresarios PYME y particulares afectados por la crisis, pero no es significativa.
Queda el blanqueo aprobado (cuyo resultado es una incógnita) y el ingreso de capitales que, para un mercado interno en retroceso, no van a ingresar. Solo puede haber alguna inversión tipo enclave en minería (en especial litio) o en energía, pero, como dice Martín Epstein de CEPA, “Es difícil imaginar que haya un proceso de ingresos de flujos de capitales masivos que pudieran dar un escenario de recuperación”.
El panorama externo no se presenta como bueno para el gobierno.
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