Los conflictos sociales se dirimen en crisis según si su modo de finalización sea en forma abrupta o se cronifican, prolongando en el tiempo la hostilidad y el daño. Y lo que vive la Argentina no es algo que finaliza agudamente, la realidad crítica de Argentina como todos lo saben, se ha cronificado.

Es curioso que los represores de 1976 afirman que ellos estaban “en una guerra” contra la subversión. La Justicia se encargó de cancelar esa justificación empleando varios argumentos de la Convención de Ginebra.

En el mismo sentido lo de Milei sin estar frente a una guerra, su encarnizamiento y violenta agresión contra el pueblo argentino, por el fervor con que reprime y la indiferencia ante el daño que genera, es compatible con una hostilidad bélica.

El gobierno de LLA presidido por Javier Milei, viene prolongando a lo largo de su gestión el padecimiento de la sociedad, que llegó hasta límites claramente incompatibles con una calidad de vida aceptablemente sana. El hambre generalizada, las carencias materiales y la subalimentación de los niños y jóvenes, tienen una vigencia intolerable, no solo por el sufrimiento actual sino por las consecuencias deletéreas que a largo plazo pudiesen acaecer. La crisis , como decíamos más arriba, se ha cronificado y las complicaciones que viene generando son de inimaginable gravedad.

Si Argentina estuviera en guerra tendría mejores indicadores socioeconómicos que los que ostenta con la gestión Milei, que con la excusa de llevar a cabo un ajuste que bata récord mundiales por su dureza, somete a la población al hambre y a la indigencia. Teniendo el inocultable propósito además de liquidar a la clase media. Esta que caracterizó las bondades generales en lo social de nuestro país y que es hoy de donde provienen los nuevos pobres que menoscaban la conciencia social de los argentinos.

La aceptación a esta realidad de la sociedad, es ciertamente resignación, sentimiento cuyas derivaciones últimas son imprevisibles en el plano moral y en las relaciones humanas.

El peronismo sostenía que el pueblo hace sonar el escarmiento porque en algún momento las injusticias lo colman y cualquier chispa enciende la hoguera de la reivindicación.

El gobierno mientras tanto juega con las cifras de los indicadores queriendo que la percepción de la realidad obedezca a su manipulación y eso es imposible y se convierte en un elemento más de irritabilidad general. Cuando el vocero Adorni trata de justificar lo injustificable, los hechos cobran mayor elocuencia y las contradicciones siembran hostilidad y reproches en la población.

Las autoridades deberían pensar que no se puede seguir apretando, que está fuera de toda lógica sofocar el cuerpo y el alma de los que menos tienen que cada vez son más y cuya extracción, como queda dicho, provienen de las clases que van perdiendo su trabajo y su solvencia para contar con los medios materiales más elementales como el pan y el trabajo, por ejemplo, para sentir que pueden sobrevivir a la crisis.

Cuando la realidad comienza a no distinguir responsabilidades en quienes deben ser los estandartes de las mismas, es porque los que mandan no escuchan las demandas y están dibujados y la falta de soluciones les abren las puertas al caos.

Algo sabio que nos debería hacer reflexionar a todos y para terminar, se debería tener presente que: los dirigentes van a la cabeza o la gente va con la cabeza de los dirigentes.