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Columnistas
21/07/2024

Todo igual, comienzo y final

Todo igual, comienzo y final | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Ni la falta de dólares ni el déficit fiscal: la causa de la crisis es el país pastoril unido a gobernantes que vinculan a Argentina con sus enemigos. No se trata de mejorar lo que hay sino de cambiar las estructuras. De un abrazo entre Guillermo Moreno y Pichetto, ¿qué puede esperar la gente honrada?

Juan Chaneton *

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La "falta de dólares" es como el cambio climático.Representa un problema, pero tiene, a su vez, un origen o, como diría Nietzsche, una "procedencia", una herkunft, una "genealogía".

La falta de dólares es un problema para cualquier economía de la periferia occidental pero, ¿a qué se debe tal carencia de divisa fuerte? Si abundaran los dólares, igual habría pobreza y negocios rentables como la trata de personas en la Argentina, pues tal falta de dólares, o de rupias, o de euros, o de renminbis, se debe a que Argentina sigue vendiendo lechuga en vez de valor agregado, y el peronismo, a estar a lo que se escucha de sus dirigentes supérstites, sigue mirando los efectos y no las causas. El peronismo, en este punto, hace lo mismo que Milei: mira un efecto; en el caso del Presidente, lo desvela -o así lo dice- el "déficit fiscal", y le adjudica la calidad de fetiche animado por fuerzas invisibles y "causa" de la crisis económica. Pero ni lo uno ni lo otro. Ni aquéllo ni esto. Ni la falta de dólares ni el déficit fiscal. La causa de la crisis es el país pastoril unido a la medrosidad geopolítica de los gobernantes, que no vinculan a la Argentina con sus potenciales amigos sino con sus enemigos.

Y quien mira los efectos y no las causas, no tiene por meta ni programa ir al fondo del asunto sino repetir recetas ya ensayadas. Y los argentinos ya no estamos para más fracasos, ni para más mentiras. No se trata de mejorar lo que hay sino de cambiar la estructura del sistema productivo y del sistema político de la economía agroexportadora argentina. De eso se trata. Y eso se consigue contando con una única entidad política que aglutine a todo el pueblo que sufre las calamidades que le infligen los que no quieren el cambio de estructuras. Unidad del pueblo y pueblo en la calle. Pero si "pueblo" es la amalgama indiferenciada de unos cuantos indeseables mezclados con algunos virtuosos, entonces... estamos en la olla.

De un abrazo entre Guillermo Moreno y Pichetto, ocurrido hace poco en un panel televisivo, ¿qué puede esperar la gente honrada?

En otro orden de cosas, tener piedad de los propios enemigos es algo que podría celebrar la madre Teresa de Calcuta pero también es algo que difícilmente harían Winston Churchill o Perón, por ejemplo, quienes sabían bien de qué se trataba eso que se llama "política".

Venezolanos de a miles, de a demasiados miles y, encima, aplaudidores del bloqueo a su país, y del robo de los activos de CITGO (empresa venezolana) perpetrados por Washington como "sanciones" y celebradores, también, de la sangre derramada por así denunciados criminales de la ralea de Leopoldo López y la inefable Corina Machado.

Aquel Socialismo del siglo XXI, y el comandante Hugo Chávez Frías, así, a quien el peronismo progresista respetaba -con razón- poco menos que como encarnación ectoplasmática de Fidel Castro, el Che Guevara y la Revolución Cubana, pasó a segundo plano cuando se trató de definir políticas nacionales de migración y los enemigos de ese socialismo bolivariano fueron autorizados a encontrar "refugio" en la generosa Argentina que, como se sabe, es un "crisol de razas".

Pero dejar entrar al país a un motón de lúmpenes -ricos o pobres- con la cabeza quemada por la CNN, la BBC, la DW alemana y otros "medios" de similar ralea, era todo un disparate político; o una equivocada noción de la solidaridad; o la ignorancia perfecta del concepto de "internacionalismo proletario", ajeno, por cierto, al peronismo y ya anacrónico hoy, o casi, o temor a que la derecha vernácula corriera al gobierno por izquierda denunciándolo por no respetar el derecho de asilo. Eso era. Milei no ganó con el voto de esos venezolanos, que no son más de doscientos mil. Pero todos esos venezolanos votaron a Milei y aplaudieron a Sabbag Montiel, que no fue venezolano de pura casualidad.

Y los venezolanos -a quienes, cuando se les preguntaba por qué odiaban a Chávez contestaban que Maduro era un dictador abominable- (en línea con los recién citados "medios"), entraron a raudales a la Argentina y enseguida abrieron prósperos negocios de venta de bebidas y golosinas caras en la calle Defensa de San Telmo -barrio porteño- donde el metro cuadrado a la vereda cuesta veinte mil dólares. Éstos fueron los que disfrutaron de la generosidad justicialista.

Siguiendo con el tema, hay que saber que los triunfos del laborismo en Inglaterra y del "Frente Popular" y aliados en Francia, no significan, ni mucho menos, un cambio de tendencia en el auge de las derechas en el escenario global. No hay "recomposición" de las izquierdas y del "campo popular". Ni la habrá en los próximos años. Ni allá, ni aquí, en Latinoamérica. Las derechas constituyen un expediente político que la propia globalización alumbra como anticuerpo junto con los virus que la misma globalización contagia al cuerpo social debilitado por derrotas recurrentes y un desarme ideológico insuperable. Ese expediente se autoconstruye -la derecha política siempre es una autoconstrucción- (piénsese en Mussolini, o en "nuestro" Milei) debido a una buena lectura de lo que está ocurriendo en la conciencia de un medio pelo harto de códigos culturales que no sólo no comprende sino que le producen miedo y le suscitan arcadas de asco. Y el neoliberalismo global, para mantener lo que se cae, debe -como Hitler en su momento- identificar al enemigo y convencer a la sociedad de que ése es el enemigo. Las derechas seguirán ganando y ocasionalmente perdiendo en Europa, porque la civilizada Europa no se banca más a los inmigrantes, no los quiere, y su propio medio pelo no sabe que esos extraños foráneos están ahí porque la misma Europa es la "culpable" de que estén ahí, pues esos inmigrantes, vienen huyendo, si son de Kenia, de la señora Anne Lauvergeon y de su empresa, Areva, que ahora se llama Orano (que juega con “Urano”) y que hace trabajar a sus negros nativos en la minas de uranio sin protección alguna, con el riesgo propio que implica esa salvajada miserable: todos los días, algún obrero, allí, muere de cáncer producido por la radiactividad. Pero estas muertes son necesarias para que Francia siga exhibiendo por el mundo el glamour de la place Vendôme y la "tour Eiffel". El uranio de Kenia ilumina por la noche a la "ciudad luz" y durante el día la claridad proviene de una historia nacional que les cuenta a los franceses que su dirigentes son la continuidad ideológica de Danton, Saint Just y Camille Desmoulins.

Y también huyen de las guerras, los inmigrantes. Y esas guerras les fueron, en su comienzo, completamente ajenas. Por eso huyen. Y por eso Europa debería tener la obligación de recibirlos. Una vez, un niño migrante dijo: no queremos vivir aquí; no queremos molestarlos; venimos porque nos dan miedo las bombas y no podemos dormir de noche. Las bombas mataron a mi papá. En otra ocasión, Aylan Kurdi no dijo nada porque tenía tres años y hablaba con su sus silencios. Sólo apareció, una mañana, con la cabecita enterrada en una playa de Turquía. Aylan era sirio y huía de las guerras que Macrón, Stoltenberg y demás alcahuetes de Washington desatan en África, en Pakistán, en la India o en Siria.

Nilufer Demir, la fotógrafa turca que congeló la imagen de Aylan, ya cadáver, todavía niño, semienterrado en la arena, dijo unas palabras últimas cuando le preguntaron qué sentía luego de haber sacado esa foto. Al parecer, leía a Walt Whitman, y sólo atinó a prorrumpir en un caudaloso torrente de palabras que parecían, sólo, "hojas de hierba" y que poco podían frente a la imagen inmóvil y dura que gritaba de odio y de impotencia.

Entonces, los que hacen las guerras son ellos, no los migrantes; los que tienen hambre son los migrantes, no ellos... Y esto se resuelve, no con muros, sino, sólo, con no robar ni sumir en la indigencia a nadie.

El "Estado profundo" no es el mismo en todas partes. Cada país tiene el suyo y difieren entre sí porque los códigos culturales de cada país son diferentes. Pero coinciden en algo: las elecciones son libres y gobierna el que elige el pueblo, salvo que el que elija el pueblo no nos guste a nosotros. En eso coinciden. Coinciden, por caso, tanto el sottogovernoargentino como el estadounidense. Cristina y Trump son el botón de muestra. Un loco suelto allá y tres loquitos sueltos acá. Eso dicen. Pero de quién o quiénes están detrás de los loquitos, ni una palabra. Silban bajito y miran para otro lado. Ya hay una Capuchetti dispuesta, allá, a "investigar" el atentado a Trump.

La "falta de dólares" es como el cambio climático. Representa un problema, pero tiene, a su vez, un origen o, como diría Nietzsche, una "procedencia", una herkunft, una "genealogía".

La falta de dólares es un problema para cualquier economía de la periferia occidental, pero, ¿a qué se debe tal carencia de divisa fuerte? Si abundaran los dólares, igual habría pobreza y trata de personas en la Argentina, pues tal falta de dólares, o de rupias, o de euros, o de renminbis, se debe a que Argentina sigue vendiendo lechuga en vez de valor agregado, y el peronismo, a estar a lo que se escucha de sus dirigentes supérstites, sigue mirando los efectos y no las causas.

Y quien mira los efectos y no las causas, no tiene por meta ni programa ir al fondo del asunto sino repetir recetas ya ensayadas. Y los argentinos ya no estamos para más fracasos, ni para más mentiras. Se trata no de mejorar lo que hay sino de cambiar la estructura del sistema productivo y del sistema político de la economía agroexportadora argentina. De eso se trata. Y eso se consigue con una única entidad política que aglutine a todo el pueblo que sufre las calamidades que le infligen los que no quieren el cambio de estructuras. Unidad del pueblo y pueblo en la calle. Pero si "pueblo" es la amalgama indiferenciada de unos cuantos indeseables mezclados con algunos honestos y virtuosos, entonces ... estamos en la olla.

De un abrazo entre Guillermo Moreno y Pichetto, ¿qué puede esperar la gente honrada?

Kicillof no se abraza con María Eugenia Vidal.



(*) Abogado, periodista, escritor.
29/07/2016

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