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A ver, en estos días de permanente acoso de innumerables y agotadores estímulos digitales: ¿hay tiempo para pensar un poco las cosas importantes del cotidiano? No mucho ¿no? Por no decir casi nada.
Envueltas y envueltos en una dinámica diaria en la que la ciudadanía toda vive prisionera de “la grieta” como algo que fuera pandémico, absoluto, infranqueable y único, poco resto va quedando en nuestros ánimos y en nuestra fuerza de acción para pensar las cosas con calma y en todos sus matices. Encima son pocas las personas que se detienen a pensar si esta cosa tan promocionada de la grieta es algo cierto y concreto, o no.
La realidad propuesta es la siguiente: nos proponen que pensemos y actuemos todo el tiempo en términos de realidad/grieta, pero ¿existe realmente esa supuesta línea dibujada con la punta de una vara que rasga la tierra y delimita un lado y otro? ¿Está ahí en serio, es real y está hecha por alguno de nosotros para que de un lado quedemos “los unos” y del otro “los otros”? ¿Es todo esto de la grieta tal y así como lo promueven día a día desde las empresas de contenidos online, que son los centros generadores del actual pensamiento de masas?
El alboroto grietero es altisonante y pensamos que es un fenómeno social legítimo, parido por nosotros mismos, pero no deberíamos perder de vista algo importante: hay un relato guionado sobre la grieta, y el guion no es nuestro.
Cada día escuchamos -tanto en conversaciones pedestres como desde los canales de noticias y los reels, memes y demás contenidos que nos llegan desde redes digitales- que lo que consumimos para informarnos y formarnos “está en las redes”, como si existiera una instancia mágica y romántica en la que las miles de cosas (contenidos) que nos entran por el teléfono cada semana y nos forman cultural y ciudadanamente fueran ideas y propuestas que se han generando de manera libre y espontánea, y no que hubieran surgido de la usina de propuestas neuro-cognitivas que lanzan en sincro cuatro o cinco gigantescas corporaciones digitales que trabajan los algoritmos y las inteligencias artificiales con una pericia implacable para influir sobre lo que pensamos y -por ende- hacemos. No es muy difícil de colegir: son esas empresas -y no nosotros- las que nos viven tirando la idea fuerza de “la grieta” por la cara.
Es hora de empezar a pensar, más no sea de a poquito, si estas empresas tienen razón con esto que nos están vendiendo todo el tiempo: que estamos parados en dos lados de una grieta que no tiene remedio y que todxs nosotrxs -personas que tenemos una igualdad civil y de clase, a pesar de tener un poco más o menos de poder adquisitivo- somos enemigxs porque pensamos de maneras diferentes el todo, ya sea el desarrollo de las sociedades y las civilizaciones o el convivir en el planeta como personas en una biodiversidad.
Según el juego mental que nos proponen estos señores, pensamientos políticos, morales y ambientales distintos nos han llevado no a la riqueza por la diversidad sino a una encerrona cuya única solución es la vía del exterminio del “bando que pierda”. Poco les importa a ellos si esta promoción del vivir como enemigos y reaccionar de manera hasta insensata, defensiva, miedosa y violenta trae aparejado muerte y desprecio inhumano, porque lo que a ellos les importa es que -peleados aquí en el llano- nadie se ocupe de lo que están haciendo de nosotros ese pequeño grupo que verdaderamente detenta el poder socio-económico sobre nuestras sociedades. Y de esto -vaya obviedad- sacan ganancias trillonarias.
Sucede en Argentina y sucede en el mundo.
Todo esto que se esboza en este escrito, que es un diagnóstico por el cual no le darán ni el Pullitzer ni el Nobel a este cronista, es poco más que una verdad tan evidente como burda. Sin embargo nos tiene entrampados de una manera horrible, ya que es uno de los factores que en los días que corren más nos tiene alienados.
A pesar de que vivimos minuto a minuto en esta olla irritante llamada sociedad post moderna, no deja de sorprender cada día que pasa que la grieta entre nosotrxs esté allí y tan viva. Sobre todo es una sorpresa para las personas que viven y militan ideas del campo popular, ya que -de los dos supuestos lados de la grieta- son quienes han ingresado en la última década a un territorio donde aquellos que abrazan ideas conservadoras y de derecha ya conocen y experimentaban desde hace rato: el territorio de vivir con miedo a todo, del vivir con enojo por todo, del cultivar el hábito de las repentinas respuestas ciudadanas reaccionarias frente a todo lo que nos pasa día a día. Ojo por ojo, miedo por miedo, actitud violenta e indvidualista por actitud violenta e individualista.
El mundo conoce desde hace varias décadas al ser global de derecha, ese que todo el día putea, que juzga moralmente con atropello a los demás y que se encierra en actitudes individualistas frente al desajuste de las sociedades, pero la novedad es que ahora -con el fluir de los algoritmos de contenidos digitales que han colaborado mares para que haya gobiernos de derecha en todos lados- ha nacido un nuevo río de personas de pensamiento popular, de filiación ideológica de centro izquierda e izquierda (llámenles o categorícenles como prefieran) que ha entrado en el circuito de crispación y que ha comprado -con más o menos dosis de rabia odiante- aquel discursillo infame de la grieta, este speech viralizado que nos lleva a combatir de manera casi afásica -así como siempre lo hizo el viejo ser reaccionario de derechas que tanto criticábamos- a nuestros propios vecinos, a compañeros de trabajo y a familiares ubicados en un rango ideológico diferente al nuestro.
Mientras todo esto tan grietal nos sucede -que alguien se atreva a negarlo- la pesca en este río revuelto siempre tiene a los mismos dos o tres pescadores sacando la ganancia total. Cada día más trasnacionales, cada día más voraces y efectivos en su voracidad.
Pero esperen, tampoco nos asfixiemos como en la previa a un ataque de pánico, que en medio de esta espiral de individualismos y crispaciones vigentes, que parece infranqueable -como tan infranqueable sería esa supuesta y famosa grieta- puede que haya posibilidades de matices y dinámicas de cambio ¿eh? Algo intentó, por ejemplo, el hoy vilipendiado arco progresista argentino cuando habló en la campaña electoral presidencial pasada de “micro militancias”, esto de ir a conversar con quien piensa distinto. No es nada novedoso, sí, hay que admitirlo; pero tampoco hay mucho de novedoso en lo que hace el neoliberalismo con nuestras cabezas y nuestros ánimos, sin embargo lo hace.
Esta propuesta de micro militar, o simplemente intentar conversar, no era mala señoras y señores. Solo que es una propuesta que exige un doble esfuerzo: el primero es entender con la razón y la conciencia que la grieta entre nosotrxs es un invento odioso y conveniente creado por el amo.
Una vez entendido esto, hay que apagar todo lo que nos adormece y distrae -¡ja! en un mundo de adormecimientos y distracciones como jamás hubo antes en la historia de la humanidad- y salir a hablar con el que está al lado y piensa distinto, para tratar de hacerle entender a esa persona que no somos enemigos y que no tenemos que acabar “una facción” con “la otra”, que eso del exterminio real o simbólico entre pares es una verdadera estupidez violenta que -como dice una canción rockera de los ochenta- “nos imponen ante su gozo las fuerzas siniestras del mal”. No es asunto nuestro: es una sucia imposición.
Mas ¿quiénes están dispuestos o dispuestas a hacer este esfuerzo micro militante? Esa es una excelente pregunta, y sumamente práctica por otra parte.
Las personas que militan las derechas no harán ese esfuerzo, porque en su propuesta político/filosófica está inscripto que no vale la pena hacer ni este ni otro esfuerzo en pos de lo colectivo, porque si vale la pena ser individualista para ser “gente de bien” y no una persona posible de ser corrupta aprovechándose de los claroscuros (¡socialistas!) que deja la justicia social. Para qué ahondar si quien lee este artículo lo escucha cada día de su vida: este es un credo que esas personas han decidido abrazar.
Pues del lado del campo popular las cosas no fueron, no son ni serán así, una apuesta al individualismo. Por más IA y algoritmo que se utilicen para el condicionamiento del pensamiento colectivo cotidiano, quien milita desde lo popular no se resigna a buscar torpe y violentamente estar bien sola o solo.
Entonces seamos prácticxs: si sabemos que las corporaciones han apostado a que nos peleemos en el llano, pues bajemos los decibelios con el almacenero que pide mano dura cada vez que caemos a comprarle algo a su negocio e intentemos -cada día- expresar nuestro desacuerdo con sus ideas reaccionarias. No siempre tendremos ganas y ánimo, es cierto, pero busquemos esa fuerza que nos haga ir a la práctica. Una vez puede salir mal, dos veces la charla terminará en tensión, alguna vez la cosa será casi inútil. Eso sí: nunca del todo inútil. Siempre habrá una palabra o una idea bien invertida.
Nada será sencillo. No es que ante la primera conversación que decidamos encarar, Furia de Gran Hermano se convertirá mágicamente en Nancy Duplaa, claro está. Eso no pasará, nadie es tan ingenuo. Pero tampoco comprar el discurso de que de antemano ya todo está perdido ¿no?
De paso, y como finalizando ya estos apuntes desprolijos, hagamos algo más aparte de sacar los pies del plato de la fucking grieta: dejemos también de martillarnos los dedos individuales y colectivos con esta cosa de los sesudos análisis autocríticos sobre “en qué fallamos” y demás cuestiones que nos ha traído un tanto ocupadxs en los últimos siete u ocho años (y COMPLETAMENTE ocupadxs desde que Milei llegó a la presidencia). Basta de esta auto-tortura también, sobre todo porque es algo bastante burgués e inconducente. Si nos empantanamos en revisar tanto “en qué fallamos” estaremos perdiendo el tiempo en cubrirle las espaldas a esa parte de nuestra propia dirigencia política que tenemos que dejar de sostener. No vale la pena. Sobre todo porque al dejar de cubrirles las espaldas vamos a estar construyendo naturalmente el recambio dirigencial que anhelamos tanto y que hoy -en días de descrédito de todo lo que empiece con “po” y termine con “lítica”- pareciera tan lejano y poco probable.
Mejor depositemos nuestra energía en todo lo demás, en esto de proyectarnos con solidaridad y ganas de conversar hasta las ideas más tensas por sobre encima de la estúpida idea de que hay una grieta entre nosotrxs, las personas de un mismo pueblo.
La grieta son ellos, los que promocionan desde las sombras de los algoritmos la supuesta grieta que hay aquí abajo. Y ninguno de esos promotores pudientes, que viven ocultando sus caras detrás de bufones, está en el pueblo.
Vamos, hagámoslo, movamos nuestras piezas por fuera del tablero de la grieta. Invirtamos fuerte en esa acción, porque algo vamos a hacer de todas formas, y más vale que sea algo que nos ayude a construir los pequeños asuntos que deriven en un cambio de rumbo en este mundo artero que vinieron a instalar de prepo. Además: no nos vamos a apagar ¿no? Así que mejor caminemos con paso propio. Chau grieta de mierda. Bienvenida la lucha focalizada para realmente hacerle frente -entre todxs- a las bestias asimétricas que están del otro lado de la grieta y quieren todo de nosotrxs.
Hasta la próxima columna, amigos. Ahí dejo mi correo electrónico al principio de la nota, junto a mi firma. Espero tu correo algún día, contándome si lo intentaste, si te planteaste la micro militancia cotidiana más allá de los días de coyuntura de elecciones y -sobre todo- si te sentís un poco afuera del mundo grieta. Será como un mimo para mí. Encontrarse más allá del algoritmo, qué cosa bella ¿no?
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