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07/07/2024

Mujeres, té

Mujeres, té | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Gerardo Burton

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Realmente es una antología en el sentido de “selección de flores”, una exhibición de luminosos poemas de 49 mujeres de América del Sur que, en el transcurso de los versos, hablan del té. Ceremonias, costumbres, ritos, pequeños gestos cotidianos que constituyen el esqueleto de la vida en la infancia, en el dolor, en la enfermedad, en el goce. De este listado de poetas, once viven o han vivido en la Patagonia, doce si se cuenta a la pampeana Olga Orozco. Y una más si se toma al sur chileno como integrante de esta región.

Dos prólogos-introducciones, también de mujeres. De Marisa Negri, que hizo la selección, y de Malena Higashi, nikkei argentina que introduce las ceremonias del té en Japón y habla del “té propio”. Las ilustraciones de Camellia. Mujeres que toman té pertenecen a María Favot y la edición está a cargo de Aixa Rava, también poeta.

El material seleccionado por Negri está distribuido en siete secciones: Sanar; Crecer; Leer; Ser; Amar; Olvidar; Beber. Allí, los poemas circulan con naturalidad, casi como en un extendido relato donde las mujeres dialogan desde sus existencias. Están sus miedos, los cuidados recibidos por las abuelas y las madres, los desencuentros amorosos, la inmigración, los residuos de las hebras en las tazas que se leen como la borra del café, las migas de las tostadas y las masas que acompañan la ceremonia. Y, más ritual aún, las enseñanzas que bordean el misticismo en la tradición japonesa. Tan así es que Higashi afirma en el prólogo que los poemas constituyen “una cadena femenina”, en todo caso, una cadena poética que lleva la lectura casi sin sentirlo, inclusive prescindiendo de la identidad de las autoras, a tal punto que hay que volver la página para conocer de quién se trata.

Cierto, uno lee y parece que es una voz reconocible que cambia sólo de modulación, de tono, de color pero que pertenece a una misma persona, múltiple, plural, que cuenta su relación con otras mujeres que también pueden ser ella misma. El té, a veces, aparece como pretexto.

En ese aludido prólogo, Higashi cita a la periodista Mona Chollet, quien afirma que la preparación del té “significa la posibilidad de dejarse caer en una duración apacible, la de la conversación, la lectura o la escritura... Para mí el té representa el tiempo en estado líquido, caliente y perfumado”.

Y acaso sea así la lectura de este “florilegio” de poemas: un remanso que permite atravesar la dureza aparentemente impermeable de una realidad hostil. La poesía, suele ocurrir, abre un cono de resistencia y de cuidado, de epifanía y transfiguración de la realidad. Es posible, entonces, entender hacia dónde van las poetas, qué quieren: una boca que hablará de amor (Luciana Mellado), el descubrimiento de la frescura del agua en el Fratases (Susana Cabuchi), el té de lavanda ofrecido al cielo para conciliar el sueño (Carina Rita Medina), o el destino leído en las hojas de té por alguien espera a su invitada (Glauce Baldovin). Son ejemplos, pocos, que muestran cómo se edifica un cierto orden a partir de estos poemas, que hacen de su lectura un goce inesperado.

 

Varias Autoras: Camellia. Mujeres que toman té (Antología de poetas latinoamericanas). Selección de Marisa Negri, edición de Aixa Rava y prólogo de Malena Higashi. Ilustrado por María Alicia Favot. Col. Piel de las Arenas, Neuquén, Tanta Ceniza editora, 2021, 172 páginas.

29/07/2016

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