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En ocasiones Milei ha dicho que no le interesa ser reelecto o sostener su poder político. Dudo de esa afirmación.
Es evidente que le interesa, porque en cada entrevista de los medios quiere quedar bien y ser simpático. Y se presenta a sí mismo como un rockstar. Además, no regala un ápice de su posición. Si habría que creerle, debería renunciar a mostrar su antiperonismo así como toda su antipolítica. No tendrá aspiraciones de perpetuarse en el poder, pero su obsesión por desarmar y responder a todos los movimientos de la oposición como un verdadero fighter feroz, es reiterada y vehemente.
Pero hay algo que prueba que no es verdad su desinterés por el poder, es esta actitud de marginar a quienes hoy están afectados por el hambre pero no son atendidos, contando con los alimentos necesarios para ello. ¿Lo hace por crueldad? ¿Lo hace porque no se ve comprando alimentos para distribuirlos entre los más pobres?
Hoy esos marginados han ganado los medios y se conoce su condición con todo el dramatismo que ello implica. Milei teme a la difusión por los medios de esa imagen. Sabe que es la punta del iceberg de una popularidad masiva apoyada en el vínculo que une a los comedores y merenderos. Son una red de cerca de 40.000 comedores, ha sido dicho. Se ha hecho sobre los mismos una auditoría que demostró que si bien había algunos que habían aplicado procedimientos irregulares para conceder el beneficio de un plato de comida, la gran mayoría solo mostraban de lo que es capaz la solidaridad de los sectores más empobrecidos de la sociedad y, por supuesto, funcionaban bien.
Esa trama de locales y personas en un área geográfica periférica permite sospechar la eventual configuración orgánica con otros fines. Los electorales por ejemplo, sobre todo en épocas de gran fraccionamiento social. Lo único homogéneo que aparece es la necesidad común. Esa red funcionando bien es más eficaz que una suma orgánica de Unidades Básicas o Comités, ya que ofrece amplia cobertura y militancia.
A esta estructura le temen todos los partidos y líderes políticos y en especial Milei, que desconfiado y susceptible, parece ver lo que una gran mayoría supone. En un contexto con tantas privaciones materiales, y con fechas que nos van acercando a nuevas elecciones, desde esos comedores puede surgir una avalancha indetenible de votos en contra del oficialismo, a poco que la organización de la oposición se permita manejar tan calificados recursos políticos y porfíe por todos los medios a su alcance con que la provisión de alimentos llegue en tiempo y forma a cada local, a cada barriada.
Está claro que el oficialismo se autoexcluyó de ser la cara de quien otorga el beneficio, y por el contrario toda la oposición se puso con su voluntad y con su praxis a respaldar el reclamo.
Hemos aprendido que toda elección general es una moneda de varias caras tirada al aire, pero los heraldos negros irán a revolotear más cerca del oficialismo que sobre la cabeza de aquellos que lucharon por los que tuvieron hambre y se mostraron incondicionalmente solidarios.
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