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Alguna vez habrá que contestar estas preguntas: ¿el peronismo, le hizo bien o mal al pueblo argentino? ¿El peronismo, fue una opción política obrera y popular, si por obrera y popular entendemos los intereses de clase que realizó?
Alguien, entre sus sones, dirá, por qué cantó así esta criatura nacida con discapacidad cuando los ecos de la segunda posguerra llegaban, asordinados, a las barrosas orillas de nuestro río ancho y desangelado. Alguien, entre sus sones, dirá, Crexell o Espínola no son el peronismo, como tampoco lo fueron Osinde, López Rega o Alberto Fernández, que, sin ser como los otros, le sirvió en bandeja el descrédito de su gestión a Milei y toda la caterva que acechaba en las sombras y en el espacio público sin sombra ni pudor alguno. Pero, mientras tanto, se nos mueren los niños y se nos mueren también nos que nunca dejaron de ser niños, como Tito Cossa, que supo decir, una vez: "no hay caso... por más que trato, no puedo ser peronista...". Gobernaba Cristina, cuando dijo eso.
Ha ganado, la derecha, en el Parlamento, una batalla nada simbólica sino más real que la nochumbre gélida de estos inviernos australes, así lo diría, tal vez, el poeta Julio Huasi, nacido Julio Ciesler -por lo de "nochumbre", digo, cuyo "copirrai" le pertenece-. Y ha ganado, esa derecha, con una escuálida representación parlamentaria tanto en Diputados como en Senadores. Ganó con los peronistas, ya que entre los radicales y el detritus de las cloacas siempre fue difícil distinguir y vano esperanzarse.
Esta democracia global y atlantista que rige en el mundo y que acá tratamos patéticamente de imitar, constituye una forma estatal de dominación que nos destruirá como nación y como país. El "rigi" procura para la Argentina el mismo estatus jurídico-político que Puerto Rico y hacia allá vamos, sin que "nacionalista" ni izquierdista alguno de esos que se dedican a la política, les haga a los artífices de la entrega ni cosquillas en las nalgas, para no usar la palabra "culo".
A diferencia de lo que ocurría con gobiernos argentinos anteriores, Milei parece siempre ansioso de viajar para reunirse con los ricos del mundo. Supieron proferir los "medios bien informados" -por aquellos días en que el actual Presidente se había convertido en panelista de tevé con aspiraciones a gobernar el país- que, siendo aún u niño, aprendió que la única forma eficaz de impedir un doloroso bullying era contando con la preferencia del director de la escuela, convicción que, a partir de su adolescencia sufrió una mutación: el objeto de la obsecuencia dejó de ser un director de escuela y cambió por la gente adinerada. Y el hombre, hoy, se siente fuerte porque se autocontempla en el espejo deformante que sus recurrentes complejos le ponen por delante de sus ojos ciegos: supone -dice-, que si es "aliado" de Estados Unidos e Israel y, encima, "amigo" de Musk, Zuckerberg, Soros, Trump y gentes de similar ralea, en ese caso, estará blindado contra cualquier puñalada trapera que le estén reservando las reyertas domésticas. Le ocurre, en suma, como a Beppo, el gato de Borges, con la única diferencia de que aquél era blanco y éste luce, en sus pelos, el tono terroso indefinible que le han dejado como residuo las tinturas que usaba en escenarios de baja intensidad estética, para hacer juego con los antifaces de pestañas afeminadas y brillito de utilería. Allá él, claro, con sus costumbres e íntimos deseos. Incluso con las "sustancias" cuyo uso, en modo improcedente, le atribuyeron desde las Cortes madrileñas, pues en su casa uno es dueño de tomar querosén, si ese fuera el caso, toda vez que si la esfera pública y la privada no están nítidamente delimitadas, por más buenas intenciones que haya se cae, irremediablemente, en el espantoso deceso de la libertad personal y, con ello, de la creatividad humana. Aquí debe regir la máxima cervantina: "Allá se lo haya cada uno con su pecado" y que "no es bien que los hombres honrados sean verdugos de los otros hombres, no yéndoles nada en ello" (Quijote, I, XXII). Así lo cita en un texto, como de costumbre de antología, el autor de Otras Inquisiciones. El caso es que, como el gato de Maipú y Charcas, este hombre local devenido presidente de un país, se mira en la lúcida luna del espejo y no puede saber que esas fotos que le obsequian no son su propia imagen sino la de un raro del subdesarrollo al que escuchan conceder, de palabra, todo lo que se ha venido reclamando desde hace un siglo para "invertir" en la Argentina, y que les entrega todo lo que le piden, incluido el "rigi", pero esos ricos del mundo no se distraen con latas que brillan, y ni por un ratito creen en la seriedad de la mascarita que los visita ni en la sustentabilidad en el tiempo de su gobierno. Eso explica que siempre vuelva de esas extrañas giras, sólo con las sonrisas de las fotos pero sin un cobre que alimente, siquiera, una trémula esperanza. Menos mal, en suma. Porque ese "RIGI (régimen de incentivo para grandes inversiones) les regala, a los inversores de más de 200 millones de dólares, la exención de impuestos por treinta años y la no obligación da abastecerse acá con pymes locales, aunque de apuro se haya logrado infiltrar en el texto votado, un módico 20 % de "compre argentino"; pueden importar todo; todo lo esencial, pues un país desindustrializado nunca fabrica lo esencial. Un acta de defunción para la economía del país y para el país, en eso consiste ese engendro acronimizado como "rigi".
Dícese que se dijo, una vez, cuando el "kirchnerismo" nacía: éstos, si les va bien, se quedan para siempre, si les va mal, terminan con el peronismo. Fue una voz que se escuchó proviniendo, incluso, desde el sector progresista del tinglado; pero no resultó ni lo uno ni lo otro; pues, al cabo, lo que parece haber terminado es la UCR, lo cual no suscita las lágrimas de nadie. Salvo que alguien crea que el peronismo puede volver. Y que puede volver igualito a lo que ya fue. Difícil. Esa carrera ya no se corre.
Empero, un fantasma recorre la Argentina; es un libro ese fantasma. Son las Siete Lecciones sobre Historia del Pensamiento Económico. Su autor: Axel Kicillof, que no es precisamente un licenciado en generalidades salido de la "universidad" de Belgrano, sino un graduado summa cum laude en la prestigiosa UBA que, según los barómetros que miden estos fenómenos académicos, recurrentemente figura en el pelotón de las más excelentes de la región, junto a San Pablo, UNAM y Chile.
La procedencia de traer a la coyuntura esas imprescindibles "Siete Lecciones" estriba en que, después de la catástrofe, el futuro, para los trabajadores y el pueblo pobre y medio pobre de la Argentina, si se quiere que ese futuro tenga bases sólidas, no deberá ser principalmente político sino dominantemente axiológico.
Ya de entrada se ve venir, desde qué cuadrante ideológico disertará el doctor Kicillof en ese libro. Consigna como epígrafe una autocita que dice así: "Por deslumbrante que sea el genio de un economista, la producción del conocimiento es, por naturaleza, un proceso necesariamente social, es decir, el resultado de la creación colectiva" (op. cit., p 18). Y en esa línea, seguirá diciendo que el nacimiento de las ideas económicas se encuentra íntimamente vinculado con las necesidades de cada época histórica, de modo que la romántica representación de la historia de la Economía como una desinteresada búsqueda de la verdad está por completo desprovista de realismo.
Si así no fuera -y basta con leer un poco de historia del siglo XX para colegirlo- Berlín todavía seguiría en ruinas, pues la recuperación de posguerra no vino de la mano de ninguna "libertad" ni de ninguna "escuela austríaca". En esa época, los austríacos vigentes eran unos charlatanes a los que no se les llevaba demasiado el apunte en ningún lado pues no tenían, ni por asomo, una solución para los problemas que se presentaban en esa Europa destruida. Y hoy ocurre algo parecido. No hay devastación de posguerra en América Latina; lo que hay es pauperización creciente de seres humanos empujados hacia los márgenes del sistema económico y expulsados de la producción. El caso es que, hoy, y sobre la tal "escuela austríaca", llueven las críticas de tipo moral, pero las refutaciones de orden económico brillan por su ausencia, (salvo que alguien, haciéndole una imprescindible concesión a la inteligencia, se disponga a leer las "Siete Lecciones" de Kicillof). Pues la clave para saber si se está frente a algo serio en términos teóricos o frente a una chantada de ocasión, es la teoría del valor. Qué es lo que les confiere valor a las cosas que se transan en el mercado, de eso se trata; y la tal "escuela austríaca" de Lilia Lemoine y Javier Milei enmudece ante tal pregunta. ¿Cuál es la teoría del valor de tal "escuela"? Pero, en primer lugar, ¿existe una tal corriente a la que se le pueda conferir el estatus de escuela? Todo eso sabe y contesta el doctor Kicillof en el libro cuya lectura recomendamos más que calurosamente. No hay que ser economista para disfrutarlo. Se trata de historia de las principales corrientes económicas de occidente. La potencia pedagógica de Kicillof, hace el resto.
La pregunta por la teoría del valor viene al caso porque da la impresión de que quienes se reclaman "austríacos" incurren en la característica aquella que Herbert Marcuse llamó “el hombre unidimensional”, es decir, conciben al ser humano como si éste existiera en un presente incausado en el cual el lucro reemplaza a la vida como lo único existencialmente relevante. Se trataría, así, de un ser humano unilateralmente económico. Pero, de ese modo, omiten que semejante entidad de naturaleza exclusivamente económica, no existe más que en su imaginación o debido a algún interés incómodo de confesar. Pues quien se aboca a los negocios, le vaya mal o bien, es alguien que vive en una sociedad de la cual él no es, en exclusiva, su autor: circula por autopistas que no construyó, y se desplaza en aeronaves o en barcos que tampoco son obra suya, para decirlo sin abundar en más ejemplos. El ethos rudimentario y simplista aflora, así, como seña de identidad más específica de estos “austríacos”. Por eso, es raro que pretendan que se los considere una “escuela”. O tal vez no sea la rareza su marca, sino una tentativa de trampear a la opinión pública tratando de hacer creer a la gente honrada que ellos son académicos versados en la materia gubernamental que les ha caído encima por obra de la voluble fortuna mundi.
El neoliberalismo es el capitalismo cuando se quita la máscara y muestra su verdadera cara que, como la muerte, parece decir: no nací nunca, viviré siempre, no tengo nada que revelar y, sólo cuento, para ofrecer, nada más que con lo que ya se ha visto y, de ahora en más, exijo rodillas sanguinolentas contra el duro cemento de la intemperie, es eso o la pena de muerte institucionalizada. No tengo más nada que revelar, por eso soy como la muerte soy la esclavitud que clama y repite, lúgubre, una letanía engañosa: libertad.
En tanto, el círculo rojo no le pone al hijo resentido, una ficha más; seguirá probando con el títere cuya sorpresa consiste más en el barullo que en las realizaciones de fondo; por eso, ni una ficha más; pero tampoco lo dejará pedaleando en el aire. Todo seguirá así hasta mediados del año que viene, con la salvedad de que si la clase obrera sigue teniendo como dirección política a Daer, Acuña, Barrionuevo y Cavalieri, nada promisorio hay en el futuro.
De Grabois supimos decir, alguna vez, que, a diferencia de Massa, tiene todo el espesor de una opción de tipo estratégico. El ex candidato presidencial, en cambio, es un insumo de otro tipo, pues las elecciones siempre son del orden del signo y del ritual, del orden de la táctica. Además, el dirigente cristiano tendría que resolver un inconveniente formal si ser Presidente algún día quisiera: es funcionario de un Estado extranjero: miembro del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral del Vaticano.
Volviendo a Kicillof, que es como decir, volviendo a las opciones políticas y morales que nos quedan en pie, decimos que a él le tocará, si todo sigue como hasta ahora, romper el "maleficio Dardo Rocha", que hasta hoy ha impedido a los gobernadores de la Provincia acceder la presidencia de la Nación. Ninguna bruja orinará sobre la piedra fundamental con que Rocha fundó La Plata, que ahí y así se originó el "maleficio"... Lilia Lemoine se dedica, afortunadamente, al cosplayerismo.
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