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Corría 1977 y en lo que podría oscilar entre una simple práctica hedonista, un rapto de filosofía existencialista o una denuncia solapada acerca de las condiciones terribles de la época, el grupo de rock progresivo La máquina de hacer pájaros lanzó el tema “Que se puede hacer salvo ver películas”.
Piensa uno que ese recuerdo que lo asalta de repente no puede ser azaroso. Seguramente hoy deben ser unas cuantas las almas que piensan lo mismo, con la diferencia de que a los filmes a los que se referían Charly García y Carlos Cutaia, autores respectivos de letra y música de aquella composición, ahora bien podrían sumarse una extraordinaria cantidad de otros productos concebidos para pantallas de televisión, computadoras o teléfonos celulares.
Lo interesante es considerar que algunos de esos textos audiovisuales poseen valores propios y significativos que los elevan más allá de la simple opción exclusiva resumida en la idea agobiante y desalentadora de que “no se puede hacer otra cosa”.
Blake Crouch es un autor estadounidense que posee un título universitario en Inglés y Escritura Creativa y es creador de la novela “Dark matter”, un tecno-thriller de 2017, que ahora mismo se ha transformado en serie televisiva con el mismo título.
Se trata de una obra con rasgos cautivantes porque aborda el asunto tan trillado en estos días de las realidades paralelas y los universos múltiples, pero adosándole cierta perspectiva científica y cuotas de reflexión acerca del desarrollo de nuestras vidas, las decisiones que tomamos y la incidencia que esas determinaciones tienen sobre la existencia propia y la de otras personas. En la combinación entran dosis de insatisfacciones, ambiciones y transgresiones que destilan humanidad.
Los primeros episodios emitidos muestran un seguimiento fiel del texto original. Allí se explica que la mayoría de los astrofísicos cree que la fuerza de las estrellas y las galaxias, es decir lo que hace funcionar nuestro universo, proviene de una sustancia teórica que no podemos medir ni observar directamente. Ese elemento, que llaman «materia oscura», es el que compone la mayor parte del universo conocido. Estas referencias, sumadas a consideraciones de la física experimental, como la que alude a la colocación de un objeto macroscópico en un estado de superposición cuántica, no impiden que los legos científicos disfrutemos del relato.
Y que incluso saboreemos alguna apostilla poética, como la que menciona a Robert Lee Frost, uno de los pioneros estadounidenses de la poesía moderna, que en sus versos vertebró sabiamente filosofía y hondura emocional.
La cita no es casual. Frost fue el autor de aquellos versos que popularizó la película “La sociedad de los poetas muertos” y que reflejan la sustancia de “Dark matter”: “Dos caminos divergen en un bosque, yo tomé el menos transitado de los dos, y aquello fue lo que cambió todo”.
Hasta una publicación como el Wall Street Journal, habitualmente consagrada a temas más prosaicos, ha señalado que la novela "se basa en preguntas y ansiedades con las que todos luchamos en las horas oscuras... Crouch ha invertido [los motivos de ciencia ficción] con plausibilidad científica y, lo que es más inusual, con profundidad emocional".
La historia tiene como protagonista a Jason Dessen, un profesor universitario que es secuestrado por un doble venido de otra realidad para intercambiar su vida con la de él. Sus trayectorias han seguido rumbos distintos a partir de una decisión tomada hace quince años y ahora ambos revisan los caminos recorridos y se interrogan acerca del grado de satisfacción alcanzado en sus presentes.
Blake Crouch, autor de la novela
Blake Crouch manifestó que ha estado obsesionado con la idea de la mecánica cuántica desde hace una década. “A primera vista -señaló-, es el estudio de cómo se comportan las partículas a nivel subatómico, y eso puede parecer que no tiene nada que ver con nuestra vida cotidiana. Pero cuando se amplían sus ramificaciones, de la hipótesis de que las partículas pueden existir en múltiples lugares y realidades al mismo tiempo, surge la idea de que tal vez no vivimos en un universo sino en un multiverso donde coexisten todas las realidades posibles y solo vemos una de ellas, la que elegimos observar de momento en momento”.
Es particularmente significativo advertir que la noción que ronda el texto original y su adaptación televisiva es la naturaleza de la realidad y de la identidad, cuestiones que son definidas por factores externos e incontrolables y también por las propias decisiones de vida de cada persona.
Cargamos con nuestras frustraciones; nos preguntamos qué cosas pudimos haber resuelto de modo diferente; pensamos si, en caso de poder hacerlo, modificaríamos algo de nuestra historia y tratamos de avizorar el impacto que podría tener esa transformación y si acaso mejoraría nuestro presente.
Joel Edgerton y Jennifer Connelly, protagonistas de la serie
En su análisis de la serie, el diario La Nación consigna que su logro consiste en no colocar “el acento de manera exclusiva en el aspecto fantástico del asunto, sino más bien en otorgarle a Dessen un camino de autodescubrimiento, que lo lleva a poner en perspectiva sus éxitos y fracasos, y plantearse si acaso sus frustraciones esconden en realidad, logros disimulados que nunca supo ver”. Porque los escenarios que el personaje visita reflejan las realidades que no supo, no pudo o no quiso construir.
Ese hilo invisible que en nuestra consciencia unió aquella canción de Charly con esta serie contemporánea quiere ahora conectarse con un examen menos individual y más comunitario.
¿Será posible que una sociedad o gran parte de ella sometan a revisión las decisiones que la ponen en ruta hacia un destino de colonia? ¿Pesará sobre la conciencia colectiva el retroceso formidable experimentado por el país en apenas un puñado de meses, a partir de la última decisión electoral de sus ciudadanos? ¿Se puede trasladar al cuerpo social de una Nación la insatisfacción que sienten uno o muchos individuos?
Pero, sobre todo, ¿es factible que ocurra en un período tan acotado?
La decisión popular de noviembre pasado entronizó un gobierno en el que la mayoría de los votantes depositó expectativas que sintió defraudadas por las anteriores administraciones. Solo esos pobres desempeños justifican el ascenso al poder de una fuerza que no podía exhibir antecedentes legítimos para hacerse cargo de semejantes responsabilidades. Pero el desencanto no tiene vacunas que inmunicen a la población y podría repetirse.
Nadie puede arriesgar de qué manera se resolvería ese nuevo desengaño, pero aún con incertidumbres debemos estar preparados por si ocurre.
De cualquier modo, con desilusión o sin ella, va a llegar un momento en que salgamos de esta ruta trágica por la que transita la Argentina de hoy. Será el tiempo en que el país recupere la sensatez y deje de acompañar la política antipopular que viene desarrollando el gobierno nacional.
Es imprescindible que entonces conservemos la memoria suficiente para tener en claro qué dirigentes incurrieron en conductas tipificables como traición a la Patria, como los legisladores que apoyaron leyes lesivas al interés de la Nación; cuáles descollaron por su conducta lamebotas al punto de proponer al presidente para el Premio Nobel de Economía; quienes hicieron gala de su pensamiento atrabiliario, como el secretario de Culto, que viajó a España para despotricar contra las leyes de divorcio, matrimonio igualitario y aborto legal.
Igualmente deberá quedar grabado a fuego en la memoria cívica de la Argentina el comportamiento de los alcahuetes mediáticos que festejan las bufonadas del mandatario; o los empresarios angurrientos y los especuladores financieros, que lucran a expensas del hambre de millones de compatriotas.
Uno no cree que ninguno de estos sujetos vaya a experimentar alguna vez dudas o angustias, como le ocurre al protagonista de “Dark matter”, y mucho menos a tener remordimientos por sus comportamientos mezquinos. A lo sumo, se lamentarán por no haber sacado mayor tajada personal en cualquier coyuntura en la que otros sufrían.
Ellos son cómplices; partícipes necesarios de este proceso de saqueo y expoliación en el que la derecha extrema está sumergiendo al país. Actúan absolutamente a conciencia, por lo que posibles arrepentimientos a futuro no serán creíbles.
Denunciarlos ahora y siempre no es una manifestación de revanchismo. No debe serlo y tenemos que asegurarnos de eso por nuestra propia tranquilidad espiritual. Exponerlos será tan solo un ejercicio del recuerdo que nos evite volver al mismo camino desgraciado que la Argentina ha recorrido cada vez que cayó en las garras del neoliberalismo y cualquiera de las formas de camuflaje que adopta el fascismo.
La extraordinaria movilización en defensa de las universidades públicas o la confluencia en el reclamo salarial de policías, docentes y empleados de la salud de Misiones, son expresiones de insumisión que merecen ser atesoradas en beneficio de nuestra continuidad como Nación soberana.
Junto a la preservación memoriosa de esas ignominias también habrá que situar los mojones positivos de esta época. La multitudinaria movilización en defensa de las universidades públicas del mes pasado o la confluencia en el reclamo salarial que estos días protagonizaron policías, docentes y empleados públicos en Misiones, son expresiones de insumisión que merecen ser atesoradas en beneficio de nuestra continuidad como Nación soberana.
Algunos productos audiovisuales como “Dark matter” justifican a Charly García porqueinvitan a desplegar el pensamiento y tienen la capacidad de expandir nuestra conciencia. Sin embargo, a diferencia de lo que ocurre en esa serie,nuestro destino no tiene un número infinito de variantes posibles. O avanzamos hacia la emancipación soberana o nos dirigimos hacia un horizonte sombrío de coloniaje y disolución nacional.
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