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Dedicado a Russell “Texas” Bentley, caído en Donetsk.
Es necesario contarlo y denunciarlo hasta el final de los tiempos. El 2 de mayo de 2014, en Odesa, se convocó a una manifestación para repudiar el golpe del Maidán, que puso en el poder a los nazis en Kiev. El golpe, una vez más parece necesario recordarlo, fue operado por la CIA pero “producido” por el Departamento de Estado, a través de Hillary + Victoria Nuland, y toda esa runfla demócrata que entró con fanfarrias en la escena internacional cuando los bombardeos a Belgrado en el 99. Bruselas colaboró en el golpe con gran disposición y excitación: la finalidad de todo era la Causa Sagrada, horadar a Rusia con todo el tiempo necesario por delante. Aquél 2 de mayo, los “jojols”, hoy como sinónimo de hordas nacionalistas ucranianas neonazis, comprendieron rápidamente que el nuevo régimen los haría impunes, y comenzaron la “limpieza étnica” en la misma ciudad que milenariamente fue parte de Rusia. Persiguieron a los manifestantes, que se refugiaron en la Casa de los Sindicatos. La opción tomada por los banderistas fue contundente: prenderle fuego al edificio. Murieron 48 y hubo más de 200 heridos. A partir de entonces, muchos rusos étnicos de Odesa comprendieron de qué venía el asunto y emigraron a Rusia o, en no pocos casos, al Donbás a defenderse de los ataques unidireccionales de Kiev, que pasaron a guerra abierta después del 24 de febrero del 2022. La combinación de la pulsión tanática de los nacionalistas ucranianos con los deseos hegemónicos de Washington fue “aprovechada” por el segundo con resultados catastróficos para los primeros.El periodista ruso Víctor Ternovsky señala con justeza que el fuego de la Casa de los Sindicatos acabó quemando toda Ucrania. Agregamos que todavía puede incendiar a Europa primero, y vaporizar a todo el mundo entero, al rato.
Mientras tanto, Rusia sigue recuperando territorios a lo largo de todo el frente. Va despacio. El discutido Paul Craig Roberts le teme a lo que parece un exceso de prudencia en el frente y en el Consejo de Seguridad. Ignorar las provocaciones de Washington puede estimular más y peores provocaciones. Esta supuesta ingenuidad puede llevar a un conflicto global sin retorno que supone el final de la humanidad como la conocemos. La provocación se manifiesta a cada rato: Macron se lanza al ruedo otra vez y vuelve a amenazar a Rusia. El pugilista galo está completamente fuera de sus cabales. Esto constata que, con frecuencia, el fanático quiere ser más proactivo que el objeto de su fanatismo. Por ejemplo, Milei llorando en el Muro, comprando F16 arrumbados en Dinamarca o arrodillándose frente a la Generala del Comando Sur en tierras australes: “os daré lo que siempre os ha pertenecido”. “Don’t worry, he’s a pussy”, dirán a sus espaldas los generales del Comando. En cambio, Macron se hace el macho, y París puede lamentar muchas bajas antes de los JJOO más irrelevantes de la era moderna.
Recuperándose todavía del atentado en el Crocus City Hall, Moscú está de fiesta. En medio de los preparativos para celebrar el 9 de mayo el día de la Victoria, se inauguró -para delicia de grandes y chicos- la exposición de todos los trofeos de guerra recuperados en el frente y remolcados a su lugar. Los asistentes podrán ver cómo es un tanque Abrams quemado por dentro, el sistema de tracción de los Bradley o la maltrecha chatarra de los Leopard alemanes. Fueron invitados los funcionarios de las embajadas todavía vigentes de los países de la OTAN en Moscú, no sabemos si acudieron (quizás alguno lo hizo, para no mostrar un comprensible ardor), pero sí sabemos que muchas representaciones exo-otánicas lo hicieron. Bajo una rígida seguridad, se pudieron degustar “antojitos” rusos y alguien colocó un bello geranio en un Abrams. El Parlamento Europeo ahora dirá que todo es un montaje de la dictadura putiniana para tapar el fraude electoral y volver a hostigar a la comunidad LGTB+. Por suerte, ni el Pentágono se ocupa de estos relatos.
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