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Columnistas
05/05/2024

La última ofensiva de Joe Biden: una apuesta a la restauración hegemónica

La última ofensiva de Joe Biden: una apuesta a la restauración hegemónica | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Bajo una caricaturesca “defensa de la democracia”, la administración Biden, en su recta final, decidió acelerar su problemática presencia en la guerra en Ucrania, continuar el genocidio en Gaza y aumentar las tensiones con China.

Gustavo Crisafulli *

Mientras arden las protestas estudiantiles en las grandes universidades estadounidenses como nunca antes desde 1968, el 24 de abril el presidente Biden promulgó la ley de “ayuda de guerra” por 95 mil millones de dólares para Ucrania, Israel y Taiwán.

Después de meses de trabazón, la Cámara de Representantes la votó y el Senado incrementó el paquete en 35 mil millones más (y aquí los paladines de Occidente penando por 5 mil millones).

En una sola norma, 61 mil millones para Ucrania, 26 mil para Israel y 8 mil para Taiwán (en números redondos). También se incluyó forzar a los propietarios chinos de Tik Tok a en 9 meses vender la plataforma a una empresa estadounidense, so pena de su prohibición en el país.

Bajo una caricaturesca “defensa de la democracia”, la administración Biden, en su recta final, decidió acelerar su problemática presencia en la guerra en Ucrania, continuar el genocidio en Gaza y aumentar las tensiones con China.

Profundizar a la vez el conflicto con Rusia, Irán y China no parece ser la mejor estrategia para un Imperio militarmente ya sobre extendido. Alguien en el Consejo de Seguridad Nacional debería releer la historia de Roma.

La parte del león se la lleva Ucrania en momentos en que el ejército de Zelenski está al borde del colapso y éste llega al fin de su mandato legal, entrando su gobierno en un limbo institucional en medio de inocultables tensiones internas.

La letra chica del paquete deja pocas esperanzas a que la situación mejore en el frente. Unos 23 mil millones van a reponer los propios arsenales estadounidenses exhaustos por los dos años de envíos al exterior. Otros 13.800 millones van también a los fabricantes de armas que proveen a Ucrania (y que tardarían no menos de un año en disponer las nuevas remesas). 7.800 millones van a cubrir el déficit financiero de Zelenski y el pago de salarios y pensiones de su administración y otros 11 mil van a financiar imprecisas actividades de las fuerzas armadas estadounidenses en Europa del Este.

Es decir, la parte del león va, en realidad, a engrosar el mastodóntico presupuesto del Pentágono y a llenar las ya rebosantes arcas de los cinco principales fabricantes de armas: Lockheed Martin, TRX (antes Raytheon), Northtop Grumman, General Dynamics y Boeing.

Menos de 15 mil millones en armas están llegando efectivamente al frente, básicamente municiones de artillería y misiles de largo alcance, que permitirán atacar el interior de Rusia pero no cambiar el curso de la guerra.

El gran problema de Kiev es la irresoluble falta de reemplazos en un Ejército que se ha reconstruido tres veces en dos años y que la nueva e impopular Ley de Reclutamiento tampoco podrá suplir.

La idea subyacente de la ayuda es forzar a Europa a hacerse cargo del desquicio y acomodar logísticamente a las fuerzas estadounidenses para una eventual intervención si las defensas ucranianas se derrumban ante una esperada ofensiva rusa durante el verano que se acerca.

En Medio Oriente, la situación es diferente. Israel es la apuesta más segura para buscar restablecer la supremacía estadounidense.

Más allá de la condena mundial al genocidio y el aislamiento internacional del gobierno de Netanyahu, el estado hebreo está venciendo a la resistencia palestina, los estados árabes no han pasado de altisonantes palabras de condena e Irán se prepara para resistir un nuevo embate económico y militar si Donald Trump es el próximo presidente en EE.UU.

Sin embargo, el apoyo férreo de Biden a la política genocida israelí puede tener un costo enorme: siendo el mayor consenso con los republicanos, tiene un creciente rechazo del electorado demócrata.

Las enormes protestas pro palestinas en casi un centenar de universidades y la feroz represión policial contra estudiantes y profesores pueden llevar a los demócratas a la derrota en noviembre.

El crecimiento de Trump estos días en las encuestas se debe en buena medida a la creciente abstención o intención de voto a candidatos independientes entre los electores jóvenes.

La Convención Demócrata en Chicago el próximo 19 de agosto se acerca cada vez más a ser una remake de la fatídica Convención de 1968, que por esas señales del Destino también fue un agosto, en Chicago.

Los 8 mil millones a Taiwán y la futura prohibición de Tik Tok (el gigante chino BtyeDance jamás venderá la plataforma y sus algoritmos) son sin duda la parte freaky del paquete.

Absolutamente insuficiente si China es el “mayor peligro para la seguridad nacional”, no es sino otro gesto de rabia hacia Beijing y una nueva muestra de decir una cosa y hacer otra.

El mismo día que Biden firmó la Ley el inefable Secretario de Estado Antony Blinken partió a una surrealista visita a China.

Si el viaje de la Secretaria del Tesoro Janet Yellen, el 4 de abril, dejó perplejos a sus anfitriones cuando ella expresó una peregrina y mitológica teoría de los peligros de la “superproducción” china para la economía mundial, Blinken subió aún más la vara.

En su visita de tres días, se dedicó a amenazar con sanciones a China si no deja de exportar a Rusia bienes que llamó “de doble uso” (básicamente microchips y componentes electrónicos) y denunció las “prácticas comerciales desleales” chinas ante la mirada irónica y amable de Wang Yi, el experimentado ministro de exteriores.

Hace tiempo que la política del sinsentido orienta el camino cuesta abajo de la “nación imprescindible”.

La nueva “ayuda de guerra” de Biden no es más que una respuesta del siglo XX, militarista, grandilocuente y racista, a los desafíos de estos tiempos turbulentos.



(*) Historiador, ex rector de la Universidad Nacional del Comahue.
29/07/2016

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